bilbao- Según el acta del jurado, Rendición es una historia kafkiana y orweliana, una parábola de nuestras sociedades expuestas a la mirada y al juicio de todos. “A través de una humilde y reflexiva narración con inesperados golpes de humor, el autor construye una fábula luminosa sobre el destierro, la pérdida, la paternidad y los afectos”.

¿‘Rendición’ es una fábula?

-Sí. Es una manera de decirlo; es una novela, pero tiene la estructura de una fábula. Una fábula que habla de un tiempo que es como un limbo, un lugar que no sabemos cuál es, pero donde los personajes sí viven unas emociones reales.

‘Rendición’. ¿Quiénes son los rendidos y quiénes los victoriosos?

-No está nada claro en este conflicto que yo represento. Puede ser cualquiera de las guerras que en el mundo han sido y desgraciadamente serán. No está muy claro quiénes son los bandos, ni quién va ganando y perdiendo. Uno intuye según avanza la novela que los protagonistas principales, un hombre, una mujer y un niño, están en el bando de los perdedores.

En su novela permanentemente hay una guerra. ¿En su fábula novelada a qué guerra se refiere?

-Precisamente lo que he intentado es que pueda ser el reflejo de cualquier guerra de las que han sido y seguirán siendo; no hablo de una guerra concreta, sino de cómo afecta una de tantas guerras a unos personajes concretos.

Se suele citar a unMundo feliz’, ‘Fahrenheit 451’ y ‘1984’ como las novelas de la distopía. ¿En la suya intenta en cierta manera una compilación de estas distopías?

-No. Intento, con humildad y espero que con sensatez, acercarme a un estilo de novela que siempre me ha gustado, ésas que has citado por ejemplo y otras muchas más. Yo creo que hablo desde mi propio estilo, desde mi propia intención y mi propio albedrío; espero que sea una cosa si no original, porque en literatura nada es realmente original, sí que al menos tenga una cierta personalidad única.

¿Cree que caminamos en el mundo actual hacia esas distopías?

-Yo no soy un adivino, si no apostaría a los caballos y sería rico. Lo que intento con esta fábula es compartir con el lector una serie de cuestiones que a mí me crean inquietudes sobre el estado de nuestras sociedades ahora mismo, de la sociedad pública, de cómo nos mostramos, de cómo hemos perdido la intimidad atándonos de pies y manos a un espectáculo público constante que son las redes sociales, cómo tememos a la opinión de esas redes que es muy aleatoria y además anónima... Todas esas cuestiones que están afectando al espíritu de estos tiempos son de las que intento por lo menos compartir mis dudas con el lector.

Leo que en su premio la han valorado como una gran historia kafkiana y orweliana sobre la autoridad difuminada y la manipulación colectiva. ¿Cree que más que una parábola es una situación cada vez más real en nuestra sociedad?

-No juzgo, porque no me pongo en el libro en una estatura intelectual ni moral como para juzgar, pero sí para compartir esas inquietudes que a mí me genera esta sociedad.

En un mundo de Internet, de ‘big data’, es posible la existencia de un personaje como el que usted propone, que intenta tener conciencia de sí mismo escapando a la manipulación y a la mirada colectiva. ¿O es una mera distopía?

-Es lo que siento yo y de alguna manera comparto con el personaje. Creo que poco a poco nos adaptaremos y empezaremos a controlar mejor todos estos fenómenos. Me parece que se podrán controlar mejor desde el espíritu de cada uno, desde el espíritu personal que no tenemos todos, porque aunque formamos parte del grupo constantemente, y existe dentro de cada uno la fuerza, digamos mental, por lo menos intelectual del espíritu de rebelarse un poquito contra esta manipulación.

Aunque sea en forma de parábola. Habla usted de destierro y de pérdida, de afectos, de ubicación, de historia? Mirando a Siria o a Somalia, o a las barcazas del Mediterráneo, ¿cree que caminamos hacia ese mundo de refugio idílico del que usted habla?

-Desgraciadamente es todo lo contrario a la historia que cuento en el libro, porque la diáspora de los personajes van desde el lugar donde ellos viven con sus trabajos, sus fuerzas, sus penas y sus vidas a una sociedad mejor. Sin embargo, no consiguen adaptarse del todo, sobre todo el narrador. Y él, a pesar de que los demás, incluso su mujer, parecen adaptarse bien a ese mundo, no lo consigue. Hay algo en él que se rebela. Es probablemente su espíritu y su naturaleza.

Avances genéticos, tecnológicos, la Internet de las cosas, el ‘big-data’. ¿Cree que estos avances nos están acercando hacia esa ciudad de cristal, sin intimidad, de falsa seguridad, donde la conciencia propia está anulada?

-No diría que anulada del todo, pero sí creo todo eso que has mencionado, todos esos nuevos sistemas, como siempre ha pasado a lo largo de la historia. A los seres humanos, con los cambios más grandes, sobre todo cuando vienen marcados por la tecnología, nos lleva a un proceso de adaptación, porque estas herramientas están superando a quienes las utilizan o eso observo yo. También las veo como herramientas para especie finalista, porque parece que nosotros somos el fin de esas herramientas, que nos manejan y que no las podemos dominar. Y eso está creando una especie de tránsitos emocionales y de un proceso de adaptación que creo que todavía ha de continuar.

Caso de ser así? ¿Cree que existe posibilidad de que haya muchos ciudadanos como su protagonista que tengan conciencia propia y se resistan a la manipulación colectiva?

-Yo espero que sí. Para empezar el libro, por fortuna, lo está leyendo mucha gente. Estoy en la feria del libro y veo que se está vendiendo muy bien y veo que mucha gente que lo está leyendo coincide con estos problemas y con estas disyuntivas; con lo cual veo que sí, como siempre ha pasado y nos pasa con toda la buena literatura -y espero que la mía lo sea, no digo que lo sea, pero uno intenta hacerlo bien-; siempre nos despierta preguntas y al final y a la postre nos despierta la conciencia y nos permite compartir a lectores y escritores sensaciones imbricadas.

Bajando a la tierra, ¿qué supone para un escritor ganar un premio de la importancia del Alfaguara?

-Una alegría importante, incluso un alivio, porque quiere decir que tu trabajo, tras 25 años de carrera, es reconocido; y esto es un espaldarazo fuerte a mi carrera en España como escritor, pero también en toda Hispanoamérica. Lo que supone también es un proceso fascinante de promoción muy largo que me llevará hasta noviembre y viajar por 12 países a los que tengo que ir de gira.

Es guionista, dramaturgo?. ¿Qué le atrae más: escribir guiones o novelas?

-Siempre digo que la literatura es mi primer amor, mi primera causa, mi primera pasión. También escribir guiones, pero es otra técnica, es otro oficio, es otra escritura muy diferente; pero digamos que las dos las he ido compenetrando bastante bien, de manera bastante natural, porque ya he escrito muchos guiones que se han producido y se han hecho películas con ellos. Pero sigo siempre con las novelas. Si tuviera que elegir, que nadie me fuerza a ello, pero imaginándome que debiera elegir una sola causa, sería la literatura.