Vitoria - Hace 30 años que el Conservatorio de Danza José Uruñeula comenzó a dar sus primeros pasos. Desde entonces lleva a cabo un trabajo incesante de formación que no deja de dar sus frutos, como pasa en estos momentos con bailarines como Jorge Moro Argote y Beñat Andueza por citar sólo dos ejemplos. Ahora que el actual curso termina y el próximo se asoma con el periodo de matriculación abierto, el centro cuenta las horas para llevar a cabo mañana su bienal gala de la danza, un nuevo encuentro con los espectadores que se llevará a cabo a partir de las 18.00 horas en el Principal, donde todavía quedan entradas a 4 euros en el anfiteatro segundo.

Alrededor de un centenar de estudiantes con edades comprendidas entre 7 y 18 años tomarán parte en un variado programa compuesto por un total de 16 coreografías, de las que 13 serán estrenos. Desde el clásico hasta lo contemporáneo -incluyendo la participación de la Escuela de Artes y Oficios en una creación de Arantzazu Susunaga- pasando por el folklore vasco, los espectadores podrán disfrutar de algo más de dos horas de una propuesta que hará su guiño al teatro, también con la colaboración del actor Iker Ortiz de Zárate. Un montaje que se lleva preparando varios meses con mimo y que se cerrará con Sonata in E, una coreografía realizada por Vitali Safronkine a partir de música de Scarlatti y Vivaldi.

Triple es el objetivo con esta gala. Por un lado, dar una nueva oportunidad al alumnado del conservatorio para encontrarse con el público; por otro, seguir ganando espectadores como se hace con las actuaciones pedagógicas o el anual Así baila Vitoria-Gasteiz; y, además, poner en valor la propia labor formativa que hace el centro y el nunca fácil camino que recorren sus estudiantes con la mirada puesta en la profesionalización.

Una senda que de sencilla tiene poco empezando por la propia exigencia de este arte, por la complejidad de cuadrar horarios en el conservatorio y en la enseñanza reglada, por la situación del mercado laboral que espera al final... pero también por una discriminación todavía patente en el caso de los niños que quieren bailar. “La mayor parte de las veces fallan los padres, fallan los educadores y fallan los amigos. Los niños sí que vienen, y les gusta, pero al final lo dejan porque es una presión enorme la que tienen en los colegios por parte de sus propios compañeros, de los profesores y de las personas que tendrían que educarles y apoyarles más”, apuntó ayer Carmen Tercero, directora del centro, en la presentación de la gala bienal.

De hecho, la responsable del conservatorio puso como ejemplo el día en el que tuvo que borrar el nombre de uno de sus alumnos del programa de una actuación, ya que ésta se llevaba a cabo frente a compañeros de su centro escolar. “Ya cuando llegan a los 15 y 16 años esto les da absolutamente igual porque quieren bailar y punto”.