Vitoria - Han pasado tres décadas y media desde su primer concierto pero el grupo vigués sigue en la brecha. Su nuevo álbum, El mundo da vueltas (Trilobite Records, 2016), recopila ocho singles lanzados en los últimos años de modo independiente. Solo está disponible en un elegante vinilo de diez pulgadas y en plataformas digitales.

Les ha quedado muy apocalíptico ‘El mundo da vueltas’: “Se acerca el desastre / y nosotros con él / Somos muy fans / del desenlace fatal”. Pero como decían ustedes, ante todo mucha calma...

-Sí, sí, es cuestión de esperar tranquilos a que llegue el desastre. No es una novedad en nuestro repertorio, el apocalipsis siempre nos ha gustado, sobre todo porque tenemos un poco apartados los temas de relaciones: “A quiere a B pero B quiere a C...”. El apocalipsis nos toca mucho más.

¿Lo ven cerca?

-Hombre, esperamos que esté cercano y que al menos estemos aquí para ver el desastre final. De todos modos, creemos que no será nada tremendo sino un apocalipsis cutre, una especie de infierno estúpido. Pero ya va siendo hora de que la humanidad se extinga: sería una buena noticia para el planeta.

Las letras de Siniestro siempre han estado ligadas a la actualidad, y ‘Todopoderoso’, por ejemplo, es una oda irónica a la corrupción.

-Las noticias siempre fueron una fuente de inspiración, aunque últimamente son un poco aburridas.

Pues el tema de la corrupción en España daría para siete discos conceptuales...

-(Risas) Sí, sí, es abrumador, estamos sobrepasados, pero no tiene que extrañarnos que exista la corrupción, que en España es institucional y está instalada en el sistema desde el siglo XIX. Se da por hecho que las cosas son así, y la infanta Cristina está convencida de ser sincera cuando dice que no hizo nada malo, sino solo lo que hacía todo el mundo. Son geniales, así viven con la conciencia tranquila... Ahí tienes también a los Pujol: la familia que reza unida permanece unida.

Tienen incluso una madre superiora...

-Eso es otra genialidad que da para una canción, sí.

Por eso me extrañaba que dijera que ve las noticias aburridas...

-Me refería más a la avalancha de noticias sobre Mariano Rajoy, el debate del PSOE, Susana Díaz, Pedro Sánchez, Ciudadanos... Eso sí que me aburre tremendamente: la única forma divertida de verlo es en El intermedio de Wyoming.

Dicen que ‘El chico de ayer’ es su tema más ‘new wave’ en mucho tiempo. También hay ecos soul y de ritmos más urbanos en las nuevas canciones. ¿Se habían cansado del blues y del country que se asomaba a sus últimos discos?

-Bueno, La historia del blues (2000) y Country & Western (2010) tenían algo de eso pero tampoco mucho. Lo que nos caracteriza es el eclecticismo salvaje. Igual tenemos un cierto estilo pero somos un grupo sin género: nos vamos a una cosa o a otra según nos dé por robar en un lado u otro.

¿Su estilo reside quizá más en las letras?

-Sí, y quizá en la manera de entrar a saco en los géneros? Igual somos un poco torpes a la hora de robar a mano armada ideas de otros, pero el error en la copia es la evolución. En este último disco también hay una canción como Pequeña serenata nocturna, que reproduce el esquema de un blues de Chicago de los años 50...

...y en la que se repite un verso maravilloso: “La realidad es el efecto que produce la falta de alcohol”.

-¿Ves lo que te decía de robar? La frase no es nuestra. La repetía mucho Jack Nicholson, pero su autor fue el comediante W.C. Fields. Nosotros la asumimos totalmente y encajaba genial en la canción. (Risas)

Dios sigue siendo un tema que les preocupa y que abordan en ‘Paseando sobre el agua’ o ese ‘Black Jack’ en el que cantan “Dios no juega a los dados / hace trampas al black jack”.

-Todo tiene su explicación, lo de “Dios no juega a los dados” era una frase de Einstein para explicar la mecánica cuántica. Si no juega a los dados, entonces hace trampas con otras cosas, como por ejemplo el black jack. Lo de pasear sobre las aguas es lo que tienen que hacer los mesías para que la gente crea que lo son...

En ‘¿Casualidad? No lo creo’ osan mentar a un personaje que últimamente ha creado ciertos problemas a algunos tuiteros: “En Claudio Coello Carrero voló / Y llegó la democracia, llegó la sucesión / Todo comienza con una explosión”.

-Es un hecho histórico. Estamos hablando de la conspiración de Kissinger y de la CIA para conseguir que Carrero volara. Cada uno puede pensar lo que quiera pero está bastante claro que ahí había algo más que solamente ETA. A estas alturas no nos vamos a cortar un pelo citando a Carrero y además, la canción es anterior a la denuncia contra la tuitera Cassandra.

¿Les afecta creativamente esa suerte de nueva caza de brujas? ¿A veces se muerden la lengua o caen en la autocensura?

-Ese es el gran problema. Por un lado, que se ha judializado todo un montón y es un disparate que la justicia pierda el tiempo en unos chistes en Twitter cuando tiene asuntos pendientes mucho más serios a los que dedicarse. Pero lo más problemático es que la gente ha empezado a interiorizar que hay temas tabú, que el humor tiene límites... El humor es nuestro sistema operativo, no podemos manejarnos de otro modo y si dicen que algunas de esas cosas deberían prohibirse, igual tendrán que meternos en prisión, pero no habrá cárcel en España para tanta gente.

Hoy día seguro que algunos pondrían el grito en el cielo ante canciones como ‘Chochos voladores’, ‘Las tetas de mi novia tienen cáncer de mama’ o ‘Más vale ser punkie que maricón de playas’...

-Pero vamos a ver? Comparecer en una vista oral es jodido pero a estas alturas uno empieza a estar harto y aburrido de tener que andar explicando el chiste del perro Mistetas... ¿Cuándo se darán cuenta de que el narrador de una canción no tiene por qué compartir la opinión de quien la escribió? No sé qué más quiere el mundo que expliquemos: los chistes pueden ser peores o mejores pero estamos entrando en un proceso en el que vamos hacia una sociedad enferma. Bailaré sobre tu tumba salió en una lista de canciones que incitaban al odio. ¡Pero si es humor negro, no tiene nada que ver con el odio! Si nos cargamos el humor negro, entonces también tendríamos que quemar el cine de Álex de la Iglesia o los cuadros del Bosco. Así de sencillo, está siendo muy cansado, muy aburrido, tener que explicar los chistes.

Usted que es internauta más o menos activo, ¿ha estado a punto de publicar un tuit y se lo ha pensado mejor porque era muy bestia?

-Creo que no? Se te ocurren muchas burradas pero no las escribes, las decimos en privado...

¿Quiere eso decir que la maquinaria del miedo funciona?

-N o, no es miedo en absoluto. Entre amigotes puedes decir una barbaridad que en público no suena igual. Tienes que saber dónde estás en cada momento: en la cena de Navidad con tu anciana madre no hablas igual que a las seis de la mañana en un bar con los amigotes? Con una gente hablas de unas cosas y de otras no? Cuando es público no hay límites pero sí un tono general que hay que mirar.

¿Pero eso no da la razón a quienes ponen límites al humor?

-No, no, yo solo quiero decir que has de saber dónde estás en cada momento. El humor no tiene límites, el límite está en el receptor de la historia. De hecho, no he visto más chistes sobre Carrero Blanco como cuando lo de Cassandra: salieron tropecientos mil diciendo toda clase de barbaridades, algunas muy divertidas.

Volvamos a la música. En 2017 cumplen 35 años desde su primer concierto, casi como el ‘Never Ending Tour’ de Dylan...

-(Risas) Da vértigo, sí, pero es lo que ha tocado. La actual formación, la misma durante 15 años, es la más estable de nuestra historia, y seguimos adelante por pura cabezonería.

Quizá no sabrían hacer otra cosa...

-También es verdad...

¿Ven que el público se renueva en sus conciertos?

-Depende de la comunidad autónoma, hay problemas para que la gente de 14 años entre en las salas de conciertos, lo cual es un error, porque a esa edad es cuando más ganas tienes de ver cosas. En nuestras actuaciones hay vejestorios como nosotros que van a los conciertos con sus hijos y chavales que acuden por su cuenta: esa es otra de las razones fundamentales por las que seguimos ahí.

¿Y se ven celebrando el 50 aniversario?

-Uf, eso ya me parece mucho... Yo creo que 35 años está bien, lo cual no quiere decir que lo vayamos dejar ahora, pero tampoco nos fijamos el objetivo de batir un récord llegando a los 50.