berlín - El actor estadounidense Richard Gere convirtió ayer el estreno de The Dinner en la Berlinale en un alegato contra el presidente de EEUU, Donald Trump, a partir de una película centrada en la locura y las escisiones fratricidas del american way of life. “Aparentemente somos enfermos mentales. Pero comparado con nuestro presidente actual lo nuestro es un dolor pasajero”, ironizó Steve Coogan, compañero de reparto y hermano de Gere en el filme, incluido en la sección a concurso del festival alemán. “Con seguridad yo no estaría en esa comida”, le siguió la broma Gere, a la pregunta de un periodista sobre qué le diría al presidente de su país en caso de coincidir con él en una cena como la que plantea el filme.

Ya más en serio, y transportado a su labor como activista pro derechos humanos -el día anterior había abordado la situación del Tíbet en una reunión con la canciller Angela Merkel-, Gere se permitió un alegato “anti-Trump”, al que imputó “haber elevado el mensaje de odio” en su país a “lo más alto”. “Trump vincula el término refugiado y terrorista. Y eso hace que ahora muchos estadounidenses crean que es lo mismo”, sostuvo el actor ante la Berlinale, donde las críticas al presidente de EEUU son la constante de cada conferencia de prensa.

The Dinner, basada en el best-seller de Hermann Koch, plantea una locura que viene de antes que la que ahora representa -para muchos estadounidenses- Trump y que para el director del filme, Over Moverman, remite al “pecado original” de la guerra civil. “América no ha superado esa guerra fratricida”, dijo el realizador, quien con The Dinner regresó a la competición de la Berlinale, tras ganar en 2009 con The Messenger el Oso de Plata al mejor guion.

el pecado The Dinner muestra a esos dos hermanos, Gere y Coogan, y sus respectivas esposas, Laura Linney y Rebecca Hall, tratando de lavar un pecado que no es propio, si no de sus hijos, aunque de alguna manera sí originaron los egocentrismos de cada uno. La cita es en un restaurante más que exclusivo, al que el invita el poderoso senador que interpreta Gere, tal vez menos pragmático e hipócrita de lo que su neurótico, colérico y definitivamente racista hermano da por hecho. El trasfondo es el crimen cometido conjuntamente por el hijo primogénito de cada uno de los dos contra una indigente que duerme en un cajero automático. A diferencia de sus padres, los dos adolescentes sí se divierten juntos. El resultado, sin embargo, es casi peor que la división de los adultos, a lo que se suma el cisma existente entre los dos muchachos blancos y el hermano adoptivo de uno de ellos, negro. “Hay un dilema tal vez legítimo, como es el ansia por proteger a los hijos pensando que la mejor manera es esconder lo ocurrido. Pero esconder los problemas, como vemos, no es el mejor camino para superarlos”, indicó el director.

La producción estadounidense dominó la jornada a competición, donde además se presento una sencilla y minuciosa historia de amor entre dos seres anquilosados que comparten sus sueños por encima de la realidad del matadero donde ambos trabajan. Testrol és lélekröl -On Body and Soul-, dirigida por la húngara Ildiko Enyedi, era el primero de los tres títulos procedentes del este de Europa seleccionados para la lucha por los Osos y fue recibida con calidez. El filme gira en torno a la controladora de calidad de las reses que se abren en canal y dejar desangrar ante los ojos del espectador, una joven robótica de piel cristalina que rehuye todo contacto humano. La casualidad de una investigación policial hará que descubra que, noche a noche, tiene exactamente el mismo sueño que uno de sus jefes, cada uno desde su perspectiva: el hermoso ciervo y su hembra.

Fue un buen contrapunto a The Di-nner, exponentes de formas muy distintas de entender la interpretación: la húngara, basándose en diálogos muy escuetos; la estadounidense, con ese punto de sobreinterpretación que suele acompañar los grandes dramas del american way of life.