Vitoria - Tras un proceso de laboratorio abierto a la participación ciudadana que se desarrolló en el mismo centro cultural, Montehermoso está acogiendo hasta el próximo 16 de enero de 2017 la exposición Sin refugio, una propuesta del colectivo Redil, conformado por los creadores locales Rubén Díaz de Corcuera e Iñaki Larrimbe. Esta producción es el resultado de meses de trabajo tras ser seleccionada en la convocatoria pública Derechos Humanos y Creación Artística 2016.

“Hemos optado por dirigir la muestra a quien la va a ver y por comprometer en la exposición a quien va a venir, que es el público de Gasteiz. Al final, esta propuesta trata de nosotros mismos, de nuestros miedos, de la hospitalidad falsa de nuestras naciones, de cómo reaccionamos ante las fotografías a través de las cuales nos llega la realidad que creemos. Queríamos tratar el grave problema que está allí en las fronteras, que está fuera de nuestro espacio seguro, pero desde el punto de vista de los que estamos dentro, de nosotros”, explica Díaz de Corcuera. “Nos hemos convertido en espectadores impasibles de tragedias y no nos hemos movido de esa posición”, describe Larrimbe, quien para ejemplificar esta situación hace referencia a una de las obras de la muestra, La zona segura. “Es donde estamos nosotros, el mundo occidental. Pero, en realidad, nosotros también somos unos refugiados porque estamos prisioneros de nuestros miedos. Estamos en nuestra área de confort, que además es muy infantil, en la que estamos prisioneros”.

Ésta de una de las piezas nacidas en el proceso abierto parte de un proyecto que ha contado con la colaboración de CEAR Euskadi. “El formato del laboratorio es interesante porque es generar una exposición haciéndola permeable. Es un proceso que influye en la producción final porque vas contrastando ideas. Eso sí, el resultado no es una pieza participativa realizada entre la ciudadanía, la ONG y los artistas. Al final, es el artista el que decide porque es el que firma”, apunta.

Reflexiones La imagen fotográfica juega un papel importante a lo largo de varias piezas, precisamente porque los creadores han utilizado el fotoperiodismo como uno de los ejes del desarrollo de Sin refugio. “La gente ya parece que no se inmuta por las instantáneas que va viendo. Al meternos nosotros como espectadores en alguna de las obras, esas fotos que estaban gastadas vuelven a tener valor y lo único que hemos hecho es incluirnos o a nosotros o al público, como pasa en Impasibles o en Muro de selfis”, comenta Larrimbe.

Al fin y al cabo, lo que se intenta es llevar a la sala de exposición una escena habitual en cualquier hogar en el que “asistimos a determinadas imágenes mientras nos tomamos un café. Meternos en estas fotografías hace que el visitante se identifique ya que se siente aludido. Quien aparece en la instantánea impasible ante una escena tremenda es uno mismo, y eso hace que la fotografía recupere su actualidad y su fuerza”. En este sentido, cabe destacar el caso de Muro de selfis ya que en este caso se usa una imagen perteneciente a Ruanda pero en los años 90. “Es una escena en la que se te invita a participar, pero sin decirte qué tienes que hacer. No se fuerza a nadie a actuar de una u otra manera”, dice Díaz de Corcuera, al tiempo que su compañero de colectivo señala que, en esta situación, “no sabemos qué hacer porque no sabemos salir de nuestro papel de espectador. Ha habido gente que se ha integrado con las víctimas. Otros han intentado ayudar. Y otros han mirado”.

En este sentido, los artistas comentan que “lo que hemos hecho es una especie de vista de pájaro para observar qué está sucediendo con los refugiados pero, sobre todo, cuál es la reacción de Occidente, que es una reacción, por un parte, cargada de miedos y que, por otra, nos hace también refugiados porque cuando no dejas entrar tú tampoco sales. La frontera tiene dos partes y nosotros estamos aquí, protegiéndonos de nuestros propios miedos. Así que ellos no encuentran refugio, pero nosotros tampoco. Nos intentamos proteger, vivir como si no pasase nada pero, en realidad, lo que estamos haciendo es mirar para otro lado”. De hecho, la muestra describe, desde el lenguaje del arte, esa tendencia a “quedarnos en la zona segura para verlo todo a través de la pantalla”.

La exposición, además, supone también el nacimiento de un colectivo Redil conformado por dos artistas que se conocen bien. “Ha sido mucho trabajo. Tal vez el proceso ha sido más lento pero también más enriquecedor”, dice Larrimbe, quien apunta que “la idea de conformar un colectivo pega mucho para una exposición que tiene un enfoque político, porque esto es arte político”, que no significa “estar haciendo política sino hablar de las problemáticas políticas desde el arte”.

Siguiendo esta línea, los creadores defienden que “el arte te permite hablar de cuestiones incómodas y de una manera también incómoda”, y a partir de ahí “cada uno podrá sacar sus propias conclusiones y reflexiones de acuerdo a su bagaje cultural o su orientación y sensibilidad política. Nosotros nos movemos en el mundo del arte, no somos panfletarios, no vamos diciendo lo que está bien y lo que está mal. Es la audiencia, el que viene aquí, el que tiene que posicionarse moralmente ante las obras. Estamos tratando a la gente como adulta. Tú decides. Partiendo de la problemática de los refugiados, que es muy concreta, hemos abierto el ángulo y salen muchísimas cosas. Por ejemplo, el turismo. Hemos recopilado postales de los países de origen de estas personas cuando eran visitados. Ahora ya no lo son. Y eso es otra pérdida nuestra. Refugiados somos todos, aunque es evidente que no podemos comparar dramas”.

“Frente a los problemas hay que trata de promover una serie de soluciones políticas, maduras, sostenidas en el tiempo, coherentes. Esa es una posición adulta”, una situación que parece imposible.