lejos estaba la CBS estadounidense de pensar que había encontrado un filón cuando el 6 de octubre de 2000 estrenó CSI: Crime Scene Investigation (Investigación en la escena del crimen). Telecinco fue la encargada de traer esta serie a las pantallas españolas en el verano de 2002, cuando su fama ya había cruzado el Atlántico. Los espectadores del canal de pago AXN pudieron ver el final hace justo un año pero hoy llega a Cuatro el último capítulo en abierto, aunque el 17 noviembre la cadena ofrecerá la película C.S.I.: Caso cerrado, con la que culmina la icónica saga forense que en EEUU se despidió en septiembre de 2015.
Quince temporadas y tres franquicias no son ninguna bagatela televisiva y cada espectador tiene su favorita. Algunos no superaron la marcha del carismático William Petersen (Gil Grissom), tan vinculado a Euskadi que fue en Oñati, en 1974, donde decidió ser actor y es el lugar en el que se enamoró de Europa, según sus propias palabras. Allí se casó con su novia, Joanne Brady, y tuvieron a su única hija a la que llamaron... ¡Maite! Posteriormente regresó con ella: “Llevé a Maite al hospital donde nació, al santuario de Arantzazu y al barrio de San Lorenzo, donde vivíamos. Los dos tenemos un vínculo muy sentimental con esta tierra”. Su TSNR (tensión sexual no resuelta) con Jorja Fox y el inicio de una sordera fatal para su trabajo abrieron una trama que los guionistas desaprovecharon y tras nueve temporadas este actor de Chicago criado en Boise dejó CSI para regresar en la despedida. Ni Liev Schreiber, ni Laurence Fishburne, ni Ted Danson hicieron olvidar al entomólogo más famoso de la pequeña pantalla.
Entre septiembre de 2002 y agosto de 2012, David Caruso interpretó al teniente Horatio Caine (y sus gafas) en las diez temporadas de CSI: Miami, en su momento la serie más vista del mundo y que contó en un capítulo con la guipuzcoana Lorena Bernal como niñera asesina. En septiembre de 2004 llegó el triplete: CSI: Nueva York, con Gary Sinise al frente, hasta febrero de 2013. Nueve temporadas. Cuando el cambio de ciudad no fue suficiente, surgió CSI: Cyber, una serie que tendría que ser de obligada visión para todos los internautas ingenuos. Cada capítulo se dedica a un delito cibernético y sus dos temporadas fueron tan pedagógicas que tendrían que haber sido subvencionadas. Patricia Arquette comandaba esta unidad especial del FBI y en esta última franquicia las tramas personales se metieron con calzador y lo realmente importante era que el espectador comprendiera que tipos de delincuencia diferentes a los de hace una década.
La eterna duda no es si estas series habrán fomentado las vocaciones de detectives y forenses, sino si los malos habrán aprendido demasiado de ADN, huellas, salpicaduras... y en general de todos los rastros por los que acaban siendo atrapados. Los expertos dicen que no, pero más de un delincuente ha reconocido que ahora siempre se pone guantes y si fuma en el escenario de una fechoría, recoge las colillas. En los espectadores con buena memoria todavía resuena la frase de Grissom a su equipo en el primer episodio: “Nunca olvidéis que a menudo conocemos a la gente en el peor día de sus vidas”.