la canción que acompañaba al anuncio del Gordo de la lotería de Navidad en 2014 descubrió al gran público a James Vincent McMorrow, un músico irlandés de sensibilidad extrema a la hora de combinar bellas armonías, de herencia folk y soul, una voz delicada y un traje sonoro contemporáneo.
El festival BIME Live acercará al irlandés al BEC de Barakaldo, lanzado tras usar su voz en una promo de Juego de Tronos. El fin de semana próximo presentará al público vasco las canciones de su tercer disco, We move (Believe Recordings. Music as Usual), por el que corre el espíritu del malogrado Prince.
Aunque su debut discográfico, Early in the morning, se publicó en 2010 y se aupó a lo más alto de las listas de su país con su propuesta de cantautor folk etéreo, apenas se conocía a McMorrow hasta que su canción Glacier, incluida en su segundo disco, Post tropical, ya de sonido más actual, fue la emotiva banda sonora del anuncio de la lotería de Navidad, ambientado en el bar de un bonachón Antonio que compartía el premio con un cliente al que se le había olvidado comprar un décimo.
Y justo antes de la edición de su tercer álbum, tuvo la suerte de que le llamaran para que su versión del mítico y melancólico Wicked game, de Chris Isaak, sonara en el trailer de la última temporada de Juego de Tronos. La gran casualidad (es su serie favorita y actualmente prosigue su rodaje en Euskadi) ha provocado que el irlandés llegue a su concierto del BEC la semana próxima convertido en una de las estrellas alternativas de 2016, para presentar el que es ya su tercer disco, We move.
McMorrow, que ha colaborado también este año con el joven Dj noruego Kygo en el tema I´m in Love y logrado más de doce millones de escuchas del tema, confirma en su disco reciente la evolución musical ofrecida en Post tropical, ya que sus primeras canciones, de corazón y traje folk y con ecos de Iron and Wine y Fleet Foxes, han dado paso a un repertorio de arreglos contemporáneos (con un uso de los sintetizadores similar al de James Blake) aunque manteniendo características personales, como una voz pareja a la de Justin Vernon, de Bon Iver, y armonías y estribillos emotivos.
Movimiento y cambio We move, grabado en varias ciudades del mundo, ha acabado siendo, como su título sugiere, un disco sobre el movimiento. Y no solo geográfico tras pasar por Barcelona, Toronto, Dublín y Londres, sino también mental y emocional. Refleja la vida y el pensamiento de un joven a la búsqueda de su identidad y lugar en el mundo. Habla de que “es posible que no haya que escuchar a los demás cuando te dicen cómo creen que debe ser tu vida”, según su autor. “A medida que vas creciendo, se van perdiendo cosas en el camino y el disco sugiere que es posible mantener lo que se quiere preservar. Hablo de los cambios, de no estancarse”, apostilla.
Con letras sencillas pero bien vestidas instrumentalmente, para lograr su afán de siempre, hacer canciones “como Neil Young pero con la producción de The Neptunes”, McMorrow confirma en We move su viaje hacia el soul electrónico, zambulléndose de lleno en la música negra, incluido el r&b comercial y hasta algo de hip hop, quizás debido a la ayuda de colaboradores habituales de estrellas como Drake y Kanye West. Entre su soulman preferido, Donny Hathaway, y Prince, su autor favorito, la voz sensible y lírica del irlandés, de timbre agudo y dominador del falsete, firma rotundo soul contemporáneo y rítmico en canciones como Rising water (tema sobre la catarsis y la reafirmación) y bellas baladas sedosas y vintage trasladadas al siglo XXI como la confesional I lie awake every night, en la que rememora los problemas alimenticios de su niñez. Destacan también los coros gospel de Last story, el guiño al rap en Evil, la minimal Killer whales y el cierre con Lost angles, balada estremecedora solo con voz y teclados en la que canta: “¿puedes sentirla, sientes la presión en tus huesos? No dejes que el miedo te controle”.