El bailarín vasco Jon Ugarriza está ilusionado y no es para menos. Y es que, pese a ser coreógrafo de primeras figuras de la danza mundial, tales como Lucía Lacarra o Itziar Mendizabal, y de cuerpos de ballet de fama internacional entre los que se encuentran el Royal Ballet y el English National Ballet de Londres, el StaatsBallet de Berlín, el Ballet de la Ópera de Niza o el New York City Ballet, por citar alguno; uno de los proyectos más personales que ha aceptado dirigir, para crear cantera, marcha viento en popa.
Se trata de la escuela de ballet de Amurrio. Hoy por hoy “la única de titularidad municipal de Euskadi, y me atrevería a decir que de España, porque hay academias, pero no dirigidas por bailarines profesionales”, subraya Ugarriza, que debutó como bailarín profesional en 1997 en el madrileño Víctor Ullate Ballet, desde donde encaminó sus pasos hacia el Ballet de Zaragoza, el English National Ballet, la K-Ballet Company Tetsuya Kumakawa de Japón, la Compañía Nacional de Bailado en Portugal, los Deutsche Oper y Staatsballet de Berlín, o el Ballet contemporáneo de Basilea en Suiza.
El centro, afincado en el polideportivo municipal Bañueta, inició su andadura en 2007 con 33 alumnos, bajo la dirección del también bailarín Igor Yebra, aunque en el curso de 2011 ya superaba los 50. Ugarriza tomó las riendas en 2012, y ahora “tenemos en torno a 70 alumnos, a partir de los cuatro años, en lo que estoy convencido creará las bases de los que va a ser una escuela de proyección internacional. Todo un lujo para que no pase lo que nos sucedió a los bailarines de mi generación: tener que salir fuera para prepararnos y aprender una enseñanza de danza clásica profesional”, subraya.
De hecho, Jon -que fue becado por la Diputación vizcaína en 1995 y 1996- tuvo que marcharse con 17 años, primero a Madrid y luego a Estados Unidos, hasta lograr sus títulos en Coreografía y Técnicas de Interpretación de la danza por el Ministerio de Educación y por el American Ballet Theatre NTC, “porque aquí no había escuelas”. Ahora, en cambio, él y sus profesores han traído “a casa” una formación que “fuera costaría no menos de 500 euros mensuales”, asegura.
Más que danza Así, el centro sigue un plan de estudios que está preparado para abarcar desde los cuatro a los 20 años y todo ello adaptado a las edades de crecimiento del alumnado. Desde juegos para fomentar la creatividad, la curiosidad, la coordinación, y la psicomotrocidad en los más pequeños, hasta trabajos de entrenamiento para conocer, cuidar y trabajar su cuerpo, de cara a prevenir lesiones, según van avanzando. “La danza aquí es la gran desconocida. Apunto a mi niña a ballet, sí, pero no se sabe qué aporta. Y va mucho más allá de formar bailarines. Somos atletas con metas muy claras a alcanzar, y formamos, ante todo, personas con una disciplina”, apunta Ugarriza, que anima, sobre todo, a los chicos a apuntarse, porque “engancha y son muy necesarios, incluso aunque practiquen fútbol o lo que sea. En la escuela trabajan su musculatura y fuerza, y las chicas les necesitan. ¿Quién sino se encarga de levantarlas en las coreografías?. Cada uno tiene su papel, y me duele que haya niños que quieran venir, y aún hoy día, aunque cada vez menos, hay padres que no les dejan. El niño no juzga y no hay que limitarle. Tráele, aprende de qué va esto y luego opina”, pide Ugarriza.
Dado que el cuerpo es la herramienta de trabajo de todo bailarín, la escuela también ha incluido programas de médicos y psicólogos. Para ello realizan un seguimiento médico interno del alumnado que, tras el correspondiente chequeo y mediante trabajo, consiguen corregir posturas corporales y alcanzar su máximo potencial en otros ámbitos como la concentración. “Hoy día los niños y niñas quieren las cosas ya, y eso no es así. Al igual que la propia vida, la danza es un proceso en el que te marcas metas a alcanzar poco a poco. Por eso, en nuestras clases teórico-prácticas, un médico les enseña cómo funciona el cuerpo y cómo cuidarlo, con resultados de mejora de los que nos han hecho partícipes hasta los profesores de las escuelas”, asegura Ugarriza, que no esconde que también hacen labores de psicólogo “para las que me he tenido que preparar con profesionales, de cara a calmar al alumnado cuando entra en estrés, por las mil disciplinas a las que están apuntados. Les hacemos ver que sólo nos limita la cabeza, que si ésta está bien, el resto llega solo con tranquilidad y trabajo”.
Trabajo y constancia En lo que también incide y mucho la escuela es en el trabajo en equipo. “Se baila juntos, y el fallo de uno es de todos y hay que ayudarse entre sí”, apunta Ugarriza. Con todo, no cree que la disciplina de la danza sea más dura sino muy completa, porque hay que estar con los cinco sentidos. “Da serenidad, aprenden respeto al prójimo, autoestima y motivación, al tiempo que adquieren elegancia interna y saber estar en cualquier ámbito de su vida. Algo imprescindible en una entrevista de trabajo o lo que sea. La televisión hace mucho daño, la vida no tiene nada que ver con eso. Cualquier meta se alcanza con trabajo y constancia. Relajarse, coger ánimo y seguir. Lo que se empieza se acaba, y lograrlo te hace estar orgulloso de ti mismo. Mi estrategia es hacerlo, no hay peros. Lo más importante es la cabeza. Personas coherentes y responsables con lo que hacen, da igual que vayan a ser bailarines o no. Esa disciplina se aplica a todos los ámbitos de la vida”, recalca Ugarriza.
En estos momentos, la escuela ya tienen abierto el plazo de matrícula de cara al próximo curso. Las inscripciones, que se formalizan en el Ayuntamiento, no se cerrarán hasta octubre. Las personas interesadas en conocer de primera mano los resultados que está consiguiendo el centro, pueden acudir a las 19.00 horas del día 18 al Amurrio Antzokia. Su escenario va a albergar una gala de fin de curso en la que el alumnado mostrará diversas coreografías creadas por Ugarriza con las que “escenificaremos el progreso de la escuela desde sus inicios hasta hoy”. La entrada es gratuita, pero es necesario pasar por la casa de cultura a recoger las invitaciones.