MADRID. Reconciliado con su pasado, el británico ha ofrecido más de dos horas y media de buen rollo, 40 canciones y seis décadas de trayectoria, desde los inicios seminales de los "Fab Four" (cuando se hacían llamar The Quarrymen, de los que ha tocado "In spite of all the danger") a "FourFiveSeconds", la canción que pergeñó hace muy poco junto a Rihanna y Kanye West.
No ha olvidado por supuesto ni su paso por Wings ni mucho menos los años míticos junto a The Beatles, espina dorsal de esta gira "One on one", en la que suenan dos docenas de canciones grabadas a fuego en el imaginario colectivo, del preliminar "Love me do" hasta "Hey, Jude", la más versionada de la historia.
El estadio Vicente Calderón casi lleno (pero no del todo, a 80 euros la entrada más barata) ha acogido la fiesta que no pudo celebrarse tras la final de la Champions League, ante una ocasión bastante más rara para Madrid que una Copa de Europa: la visita de Paul McCartney, quien hacía casi 51 años visitó por primera vez la ciudad, pero que había dejado pasar 12 desde su última incursión.
"¡Buenas noches, Madrid! ¡Buenas noches, España! Hola, ¿qué pasa, troncos?", vociferaba McCartney con humor (una constante) y en castellano (idioma del que ha hecho uso en varias ocasiones) tras arrancar su concierto con un "A hard day's night" (qué noche la de aquel día, en español) que bien podría haber titulado esta crónica.
Ya fuera a la guitarra, al bajo o al piano, incluso al ukelele, en formato eléctrico o acústico, McCartney se ha movido con soltura por el escenario, contoneando incluso las caderas, visiblemente tan entretenido como quienes habían venido a verle tocar (según una rápida encuesta del artista, tanto público de Madrid como del resto de España o "de cualquier otro lugar").
Alrededor, un gran despliegue escénico, con luces apabullantes y tres grandes pantallones, respaldando un sonido impecable (a diferencia del de Springsteen hace solo unos días en el estadio Santiago Bernabéu), construido por McCartney y sus cuatro músicos (Rusty Anderson, Brian Ray, Paul "Wix" Wickens y Abe Laboriel Jr.).
Puede que el show del británico adoleciera, no obstante, del ritmo endiablado y la descarga de energía vital del Boss, pero el "tempo" en general más comedido de esta estrella a punto de cumplir 74 años también ha dejado momentos de rock chisporroteante, rejuvenecido incluso cuando rompía la voz, como en "Nineteen Hundred and Eighty-Five" o "Back in the U.S.S.R.".
Imposible no escuchar al mismo tiempo un "qué bonito" constante entre el público, tras piezas como "My valentine" (dedicada a su actual mujer, Nancy), "Here, there and everywhere" o una imborrable "Let it be", ya casi al final.
Especialmente emotivos han sido también sus recuerdos para los que ya no están, como George Harrison ("Something") o su exmujer Linda (a la que ha brindado "Maybe I'm amazed", de su primer disco en solitario, "McCartney", en aquel momento en el que ella lo sacó de la depresión y el gusto por el alcohol tras la disolución de The Beatles).
"Escribí esta canción pensando en mi amigo John", ha recordado justo antes de interpretar "Here today", compuesta dos años después de la muerte de Lennon e interpretada esta noche a solas, sobre una tarima muy alta con pantallas en la base que simulaban una cascada, mientras subrayaba las palabras "I love you".
No se puede olvidar un "Live and let die" glorioso, reservado para antes de los bises, en el que no ha escatimado chorros de fuego, fuegos artificales y una eclosión musical que habría tumbado al mismísimo James Bond, en cuyo honor compuso el tema.
"Can't buy me love", "We can work it out", "Blackbird", "Lady Madonna", "Band on the run", "Being for the benefict of Mr. Kite", "Ob-La-Di, Ob-La-Da"... Una a una todas esas grandes canciones han ido sonando, hasta llegar a unos bises en los que no podía faltar "Yesterday", celebrando el pasado, pero sin renunciar a un presente musical más que vivo.