A principios de los años 90 del siglo pasado, cuando Marina Núñez era una desconocida, la feria ARCO sirvió de contexto para el encuentro de la artista palentina con la colección foral que hoy sustenta un Artium que por aquella época no existía. Los fondos de la Diputación fueron los primeros en adquirir obra suya. Y además, a buen precio puesto que su nombre era desconocido para el mercado. Hoy, el museo alavés cuenta con varios ejemplos de su trabajo. No deja de ser paradójico, eso sí, que aquella confianza mostrada por una carrera por entonces inicial hoy sea imposible de llevar a la práctica con otros creadores jóvenes puesto que el centro sigue sufriendo el veto de compra a consecuencia de la crisis.

Otro de los efectos de los ajustes, en este caso con cierto aire positivo, es que instituciones y agentes culturales han reforzado sus lazos de colaboración para hacer realidad proyectos que, en solitario, serían complicados. Bueno, mejor dicho, costosos. Antes y durante la crisis, Artium siempre ha buscado compartir producciones, algo que también sucede con El fuego de la visión, la muestra con la que Núñez lanza desde el museo una mirada a sus más de dos décadas de trayectoria. Una exposición que llega a la capital alavesa tras pasar por la Sala Alcalá 31 perteneciente a los Espacios para el Arte de la Comunidad de Madrid, la otra parte necesaria para hacer realidad una retrospectiva que no quiere serlo, una ojeada a lo que fue y sigue siendo.

Siempre es bueno detener un momento el paso para ver con más claridad hacia dónde se va partiendo de lo que se ha hecho. En pocas palabras, a esto responde una muestra que le llega a Núñez en plena “madurez creativa”, según apunta José Jiménez, que en este caso actúa como comisario. Así se presenta ante el público un compendio de 38 creaciones que responden a diferentes técnicas pero a través de las cuales se puede rastrear a la perfección aquello que ha ocupado a la autora a lo largo de este tiempo y le sigue llamando. “Me interesa la identidad, la metamorfosis, el flujo y la mirada”, afirma la también profesora de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo.

Núñez sonríe mientras escucha el recuerdo de aquella primera compra por parte de la colección alavesa. Hace un gesto que denota el paso del tiempo. Sin embargo, las obras presentes en la exposición muestran una evolución lógica, un discurso común aunque responda a distintos intereses temáticos y sin cerrarse a ningún lenguaje (pintura, imagen digital...) hasta llegar a la pieza más reciente -de 2015-, la que da nombre a esta producción, una vídeo-instalación de nueve pantallas.

Eso sí, la artista lo tiene claro. “Te montas tu historia, te marcas tus objetivos pero luego la mirada de la gente puede cambiar por completo la visión que tenías; de hecho, la que te dan suele ser más interesante”, afirma Núñez. Claro que esas más de dos décadas transitadas en esta propuesta tienen vasos comunicantes, sobre todo la tendencia de la creadora a transitar por el mundo “de la exclusión, de la monstruosidad, de la anomalía”, también en las cuestiones relacionadas con el género, con la invisibilidad de la mujer, también dentro del sistema del arte.

Por otras cuestiones que no tienen que ver con la artista, El fuego de la visión también tiene otro aliciente para Artium. La exposición se despedirá el 1 de noviembre y su adiós supondrá también el cierre de toda la zona subterránea del museo durante cinco meses para el cambio del suelo.