MADRID. En una rueda de prensa en la que, como es habitual, el director vasco puso a los periodistas la miel en los labios sin desvelar más que retazos de la trama de su nueva película,

De la Iglesia invitó a reflexionar sobre "la sensación de encierro y supervivencia" que cada uno lleva dentro y comparó su forma de mostrarla con las paredes de cristal de un bar abierto del que se puede salir, o no.

"El rodaje ha sido muy duro, cada vez tenemos menos tiempo para hacerlas y quienes no rodamos basándonos en el aspecto técnico lo tenemos cada día más complicado", ha comenzado diciendo el director de "La comunidad", una película que logró tres de los diecisiete Goyas a los que optaba.

Pese a todo, ha dicho, "creo que 'El bar' es mi mejor película, en la que he trabajado con más ahínco y en la que he tenido el elenco de actores ideal, que lo han dado todo para hacerla y eso se notará cuando llegue el estreno".

Compareció con los productores Carolina Bang y Kiko de la Rica, responsables junto a él mismo y Atresmedia de la cinta, así como de la mayor parte de los protagonistas, muchos "reincidentes", como Terele Pávez, Mario Casas, Jaime Ordoñez, Secun de la Rosa o Carmen Machi, todos ellos, admiradores confesos del vasco.

Los actores, que confirmaron la dureza del rodaje -Ordóñez acabó magullado y con muletas tras dieciocho tomas de una escena violenta- aseguraron que cada vez que se reían, porque "eran cosas muy graciosas", afirma Machi, el director les regañaba con un: "Esto no es una comedia, esto es cine con mucha verdad".

Tras contar una anécdota de su infancia, en la que todas las personas que estaban junto a él en un bar se quedaron petrificados y sin hacer nada mientras una rata enorme se paseaba entre ellos hasta que alguien la mató de un palazo con toda naturalidad (por toda explicación de qué le había llevado a rodar en un bar), De la Iglesia reconoció influencias de "El ángel exterminador", de Luis Buñuel.

"Pero no solo en esta película, sino en todo el cine moderno, y no por su temática, sino por psicología; eso mismo cuento yo (...). Yo, nosotros y los que estamos en esta sala vivimos encerrados en un yo que cuenta una historia. Todos somos un esquema, un personaje, y todo eso no son más que clichés que nos encierran, nos limitan y destruyen cualquier otra posibilidad", filosofa el director.

Y no es claustrofóbica, asegura, "todo menos eso". Sí descubre -apunta- quiénes son las personas que reaccionan con inteligencia ante un problema determinado, y no siempre quienes esperas.

Para terminar diciendo que la película "encierra una historia muy inesperada. Solo digo que se trata de un grupo heterogéneo de personajes que no tienen nada que ver unos con otros, al menos al principio, que están encerrados por una circunstancia absurda en un bar; esto, de alguna manera les obliga a intentar salir, luego ven que es imposible y finalmente, solo intentan sobrevivir... Sobrevivir unos de otros".

Todo ocurre en un bar de Madrid al que, a las nueve de la mañana, la gente acude a desayunar antes de ir al trabajo.

O a jugar con la tragaperras, como hace la ludópata Carmen Machi; a trabajar, como el camarero que hace Secun de la Rosa, un hombre feliz que al final "solo quiere sobrevivir"; o a leer el periódico en su iPad, como Mario Casas, convertido en un "hipster" totalmente fuera de lugar en la "tasca cañí de lo más cutre" que regenta Terele Pávez.

Ella, dice De la Iglesia, es "una valquiria que se enfrenta brutalmente con la gente encantadora y es encantadora con la gente brutal", conmovedor personaje para la veterana actriz ganadora del Goya por "Las brujas de Zugarramurdi", que "repetiría siempre con Álex" porque "con él te ríes pero no paro de llorar".

"Me enriquezco, lo sufro, me agoto pero siempre me voy encantada", ha manifestado.

Aunque le queda trabajo a De la Iglesia para terminar la película, el equipo confía en que pueda estar lista para el próximo Festival de san Sebastián, después del verano.