símbolo americano de alcance universal, la primera Barbie, con una figura de mujer adulta que contrastaba con los bebés de juguete que acunaban las niñas en la época, no convenció al principio a los comerciantes. Pero una vez en los estantes, el éxito fue inmediato y su inventora, la estadounidense Ruth Handler, que había previsto fabricar 20.000 muñecas por semana, debió triplicar la producción, como recuerda una exposición del Museo de Artes Decorativas de París inaugurada ayer. Con más de 700 muñecas, trajes, revistas, imágenes. patentes y bocetos, la muestra repasa hasta el 18 de septiembre la historia del juguete estrella de Mattel desde su lanzamiento en 1959.

Presente en 150 países, su popularidad se debe en parte a una historia propia que incluye distintas profesiones, actividades, familia y amigos, y que la encumbra como un personaje más allá de su condición de juguete. Barbie ha sido policía, militar, estrella del pop, jipi o candidata a presidenta en cuatro ocasiones, y como astronauta aterrizó en la Luna cuatro años antes que Neil Armstrong. Su éxito también se explica por la capacidad de la muñeca, con ocho tonos de piel, catorce rostros distintos e incluso un modelo en sillas de ruedas, de “amoldarse a las distintas épocas sin olvidar su espíritu”, explicó la comisaria de la muestra, Anne Monier.

Su imagen de mujer sofisticada, que no estaba casada, se desmarcaba en sus inicios de los roles de madre y ama de casa asignados a la mujer en los sesenta, y con el tiempo arreciaron las críticas contra este símbolo de la sociedad de consumo con una figura considerada poco realista. “Su cuerpo estaba diseñado para facilitar el vestido y desvestido”, argumentó Monier, que rechaza que los juguetes “tengan vocación de ser fieles a la realidad”. Los ataques propiciaron en enero la aparición de tres siluetas más: rolliza, pequeña y alta, que se suman a una amplia variedad que no impide que en el imaginario colectivo reine una esbelta rubia de ojos azules.

Handler se inspiró en Lilli, dibujo de viñeta del Bild, para crear a una atractiva joven de edad imprecisa, que pudiera encarnar tanto a una adolescente como a una mujer joven. La idea le llegó al observar a su hija Bárbara jugar con figuras de papel recortables y comprobar que prefería las que mostraban a mujeres en lugar de niñas. En 1961, nació su novio, Ken, y en 2004 Barbie conoció a su segundo compañero, el surfero Blaine, durante una breve ruptura con su sempiterna pareja. En 1977 nace la Barbie Superstar, que anunciaba el universo de las supermodelos de los 80 y 90. Con larga cabellera y una amplia sonrisa que mostraba los dientes, se mantuvo dos décadas y marcó decisivamente la imagen de Barbie.

En la misma época, se lanza el famoso rosa Barbie que acompañará definitivamente a la muñeca. En paralelo, se aúpa como icono de la cultura popular de fabricación americana, al lado de otros como Coca-Cola o Mickey Mouse. El pintor Andy Warhol la retrata, diseñadores como Gaultier y Gucci la visten y una parte de Times Square pasa a llamarse Barbie Boulevard durante un semana en su honor. Desde principios de siglo, no obstante, la competencia primero de las Bratz y después de las muñecas Lego y la Reina de las Nieves, protagonista de Frozen, han erosionado sus ventas. Su público, explica Monier, se ha rejuvenecido. Si en sus comienzos tenía entre 10 y 12 años, hoy tiene de 3 a 5, lo que explica el auge de las barbies princesa, concebidas para esta nueva audiencia, que tiene a su disposición más de 150 ocupaciones que demuestran que esa muñeca es capaz de todo.