- Hace un año, el director de la Berlinale, Dieter Kosslick (Pforzheim, 1948), manifestó en su discurso de clausura que estaba “muy contento porque esta edición de la Berlinale ha sido muy especial. Porque los pequeños filmes han sido premiados, convirtiéndose en grandes películas. Esto es muy importante para nosotros, ya que en estos momentos el mundo no parece estar en el orden adecuado. Y en este pequeño planeta que es la Berlinale estamos conectados con el mundo y sus problemas reales a través de sus películas”. En la edición que acaba de finalizar del Festival Internacional de Cine, la 66ª, Kosslick ha ratificado esta impresión: “Los creadores están reflejando el mundo en el que vivimos de una manera artística. Este año, muchos cineastas han mostrado un reflejo inmediato de las cuestiones políticas y humanitarias actuales, demostrando lo importante y necesario que es hablar de ello”, aseguró el responsable del Festival de Cine.
El Oso de Oro a Fuocoammare, el filme de Gianfranco Rosi que aborda las llegadas de refugiados a la isla de Lampedusa, ha sido un claro ejemplo de esta vocación de “espejo” de la realidad. El Oso de Plata para una cruenta historia balcánica, Muerte en Sarajevo; la nórdica Kollektivitet, la tunecina Hedi o el mejor guión para el polaco Tomasz Wasilewski hablan de diversidad. Y una vez más han sido los desfavorecidos los protagonistas de una edición en la que, incluso, la propia Berlinale instó “a invitados y al público” a realizar un donativo para ayudar a los refugiados, a través de un apartado creado con ese fin. En las ruedas de prensa, hasta en las más dicharacheras -como la de los hermanos Coen, en la que el guapo y bromista George Clooney fue abordado por una periodista alemana para saber si pensaba apoyar esta causa-, fue un tema recurrente. La propia Meryl Streep, jovial presidenta del Jurado de esta edición, corroboró lo que la prensa alemana viene plasmando: “Inclusión es la palabra del día”, celebró ante los periodistas.
Dieter Kosslick no ha ocultado que, desde la Berlinale pretendían “que la gente comparta esta preocupación, más allá del clamor de la alfombra roja”. “Tenemos que ser responsables, y conscientes de todas las personas que no pueden estar en la alfombra roja”, afirma. Y se moja: “No podemos evitar que la gente venga de África a Alemania, desde Grecia u otro país. No tiene sentido”. Para ello, Kosslick habla en la línea de la anterior edición: “Tenemos que dejar de destrozar países, de bombardearlos, obligando a la gente a abandonar sus casas, a su familia, sus hijos...”. Así, sentencia, “los muros no son la solución en este mundo, sino la paz”.
El director de la Berlinale no oculta su deseo de que “el festival contribuya a terminar con esta terrible situación”. Así, además de cooperar con refugiados, abarataron entradas para las personas sin grandes recursos. En un marco en el que los alemanes siguen recibiendo el mayor número de migrantes que huyen de países en conflicto, con respecto del resto de Europa. “Cuando veo a cientos de miles de personas muriendo a un puñado de kilómetros de la Comunidad Europea me pregunto por qué los políticos y la gente no están haciendo algo para detener eso”, ya inquirió públicamente Kosslick en 2015.
récord de entradas Más allá de las inquietudes humanitarias de este evento fílmico, Kosslick se congratula de sus avances, año tras año. Él, en realidad, empezó hace años desde el otro lado, como redactor. Pero, tras varias ediciones liderando el encuentro internacional, celebra “el gran éxito de crecimiento del European Film Market (EFM) y el enorme aumento de la audiencia, con 337.000 entradas vendidas, y los fans fueron a ver 500.000 veces alguna película del Festival”. Todo ello sería, considera, “una declaración de intenciones para la Berlinale y para el arte cinematográfico”.
“La Berlinale se ha ido expandiendo en los últimos 15 años con nuevas secciones, que fueron creadas para alcanzar nuevos grupos objetivos. Las cifras de audiencia demuestran que ese objetivo ha sido alcanzado. En cambio”, puntualiza el director del Festival, “nuestro objetivo no es tanto crecer en el futuro, como ser más sostenibles”. La sección Culinary Cinema, que fue inaugurada con el documental Campo a través, sobre el Mugaritz de Andoni Luis Aduriz, fue estrenada este año con un gran recibimiento en Berlín.
Kosslick evoca la primera edición de la Berlinale, un evento “todavía bajo la impresión de la guerra, el Holocausto, los refugiados...”. Verter luz en aquella Alemania devastada fue el leit motiv hace 66 ediciones. Ahora, en 2016 la Berlinale se ha propuesto “contribuir a la comprensión internacional”, apunta su director, “dejar claro en qué tiempo vivimos”.