- Has escrito un original, lo has mandado a varias editoriales y no te responden. Llevas años intentándolo y las puertas no se abren, los mercados tradicionales no te llaman. ¿Qué haces? Autoeditar tu original. Puedes hacerlo solo o puedes acercarte a una empresa de autoedición asistida, que es lo que hacen la mayoría de personas que quieren ver su trabajo impreso en papel.

Se supone que una plataforma de autoedición te aconseja, y, como mínimo, elabora un informe de lectura. A partir de ahí, existen distintos niveles, pero los más exigentes encontrarán en estas empresas quien les edite, quien les corrija, quien les maquete, les diseñe y, en el mejor de los casos, hasta quien les ayude a visibilizar su trabajo. Distribuirlo es otra cosa, porque esos cauces siguen estando en manos de las grandes empresas editoriales, aunque siempre queda Internet (vía de venta on line).

Y la autoedición crece, también en el Estado español, donde en los últimos años ha aumentado de forma considerable. Por ejemplo, en 2012 se editaron 21.000 ejemplares. La cifra cayó en 2013 por culpa del ISBN (código obligatorio si se quiere comercializar el libro), que hasta entonces era gratuito y que después pasó a costar unos 50 euros, pero los autores y las autoras que se quedan fuera de los circuitos comerciales siguen apostando por esta vía, y, curiosamente, la gran mayoría apuesta por el papel.

Desde hace diez años, un ramillete de empresas copan el sector de la edición asistida, terreno abonado -todo hay que decirlo- para engaños y pequeños fraudes, donde las empresas no siempre explican cómo va a ser el proceso y lo que va a costar. Como en otras tantas ocasiones, la verdad se esconde en la letra pequeña. Así lo entiende José Manuel Aparicio, de mundopalabras.es, una plataforma que lleva diez meses apostando por este sector, que para ellos es mucho más que dividendos. “El de la autoedición es un modelo que se está profesionalizando, por lo que sigue habiendo mucho engaño. Hay gente que no tiene escrúpulos y se aprovecha del autor, que tiene ganas de ver su libro publicado y accede a lo que sea. Así, hay quien les dice que su libro va a estar bien distribuido, y es mentira, porque esa distribución no existe y hay que decirlo de forma clara, aunque corras el peligro de que el autor o autora se eché para atrás. Nosotros ofrecemos un servicio de posibles entrevistas, de posicionamiento en redes sociales, etc. Tratamos de ayudar al autor a que visibilice su obra, pero distribuirla es otra cosa”, explica Aparicio.

Para el editor bilbaino, la honradez puede marcar una diferencia clave en el sector: “Nosotros ofrecemos un trato cercano y profesional. Primero le preguntamos al autor o a la autora lo que quiere, luego le aconsejamos según sus querencias, sin artimañas ni embustes, explicándole bien cuál es el proceso. Creemos que obrando así podemos diferenciarnos de otras muchas empresas que no lo están haciendo bien”. Aparicio insiste en que este es un momento clave para las empresas de autoedición asistida, porque, según él, “van a quedar las mejores, las empresas serias, y el resto van a desaparecer”.

Tanto Aparicio como su socia en mundopalabras.es, Berta Carmona, son escritores. “Nosotros no hacemos esto solo para ganar dinero, lo hacemos porque amamos este mundo, lo llevamos dentro, y ese también es un hecho diferencial respecto a otras empresas estatales”.

Con estudios administrativos y bregado en la traducción, Aparicio se lanzó al mundo de la edición tras quedarse en paro. Le sobran ideas: “Queremos revolucionar este sector, y para ello estamos diseñando una web potente, que todavía está en proceso. Además, hemos instaurado tres sellos de calidad. MP para obras que han pasado un informe de lectura favorable, es decir, todo un proceso de edición profesional (se trata de una obra buena, digna); después está mundopalabras, que no tendrá un informe de lectura pero sí una corrección ortotipográfica (eso sí, la obra puede ser floja); y luego tenemos un tercer sello, que aún no hemos anunciado pero que se llamará BN, que se lo pondremos a las obras en las que apenas interferimos (le asistimos pero no avalamos su calidad)”. Así, cuentan en su nómina con autores como la extremeña Mercedes Sáenz, el bilbaino Fran Santana (llegó a vender mil ejemplares de Los niños que ya no sonríen) o Richard Agirre, de Santutxu. Y es solo el comienzo.