Vitoria - Junto a Zura, Sorkun regresa este viernes a la capital alavesa, a una sala Jimmy Jazz en la que pondrá de largo su nuevo camino musical, una propuesta de cambio por dentro y por fuera. Las puertas se abrirán a partir de las 21.00 horas estando las entradas a la venta por 8 euros en anticipada y 10 en taquilla.

Cuando se anunció el lanzamiento de su nuevo disco se hablaba de un gran cambio pero...

-Sí, sigo siendo yo.

Quiero decir, que suena a un camino hecho con naturalidad.

-Sí. Al final, cuando la gente habla de música negra y estas cosas... la música negra es un punto de partida que propongo a la banda. Vamos a ir por aquí, vamos a hacer que la columna vertebral sea esto, pero yo canto como soy, como siempre. Puedo hacer giros diferentes, pero ni pretendo ser Whitney Houston ni nada por el estilo.

Pero estilos como los que ahora toca, como puede ser el soul, el blues o incluso el reggae, no se distancian tanto de temas de su época con Fermin Muguruza.

-Lo que pasa es que mucha gente me relaciona más con el rock and roll, con el hardcore. Ahí sí que puede haber más sorpresa, pero igual no tanto en la voz como en la propuesta musical.

Estoy convencido de que todos los periodistas estamos preguntando por el título del disco.

-Todos, todos.

Pues para no ser menos...

-Es una palabra mezclada entre ciclotimia y metamorfosis. ¿Por qué ciclotimia? Porque hace cuatro años y pico me diagnosticaron un cuadro ciclotimico y eso me ayudó muchísimo porque pude entender lo que me pasaba. Además, la palabra me encantó (risas). La otra hace referencia a la metamorfosis que he sufrido en estos siete años que han pasado desde mi anterior disco. He sido madre... he tenido cambios muy profundos. Así que el palabro resultante me pareció muy potente. Incluso la gente se lo está aprendiendo, que es algo que me está dejando muy sorprendida. Al principio pensaba que iba a ser un follón.

Entre unas cosas y otras, han pasado dos décadas desde la publicación de ‘Kashbad’.

-Sí, empecé con 17 haciendo las primeras cosas y ahora tengo 38.

¿Vértigo al mirar atrás?

-Tengo una carrera musical muy potente en Google que en la vida real no existe. Ahí sí, ahí tengo un currículum cojonudo.

Hombre, por lo menos con Muguruza ha pisado escenarios que ya quisieran muchos.

-Sí, a nivel de giras por supuesto. Sabes qué pasa, que ahora la ambición es muy poquita. Tengo la sensación de haber vivido ya un montón de sueños cumplidos, giras internacionales, festivales gigantes con Fermin. Y está bien. Pero ahora lo que quiero es tocar mucho y bien, pero que sea cerquita para volver a mi casa a dormir con mi hija. No tengo ganas de coger aviones ni pasarme horas y horas en una furgoneta. Ya lo he hecho.

Me he ido del disco. ¿Cuando alguien se lo ponga en casa, qué tiene que pasar?

-Este disco está hecho para la gente, es el que me apetecería escuchar. Quiero que le guste porque, además, tengo que comer. Así de claro. Tiene que gustar porque me tienen que llamar para tocar. Lo que espero es que el álbum no haga daño, que no sea molesto, que suene fluido, agradable, bonito, que haya cosas que te llamen la atención pero no como con el rock, por riesgo.

Pues aquí hay letras que...

-Sí, sí, ese es otro tema (risas). Probablemente todos los textos que he hecho con Eider Rodríguez son muy duros. Hablan de mí, de todo ese camino oscuro que he recorrido estos siete años.

Ahora está de nuevo en gira, un camino que este viernes le devuelve a Gasteiz. ¿Cómo está planteando los conciertos, teniendo en cuenta los cambios de estilo?

-Presentamos este disco y luego recupero cosas de Duna y alguna canción de Kashbad, arregladas y adecuadas a la nueva banda. Ya hemos hecho dos conciertos y sabemos que hay sorpresa entre parte del público pero creo que está funcionando muy bien. Es un sonido que apetece, que entra limpio. Y la banda es muy potente.

¿Otros siete años hasta el próximo disco?

-No creo (risas). Como mucho, mi ideal sería girar con este disco dos años y para entonces empezar a hacer otro.