Vitoria - A la cuadragésima edición del Festival Internacional de Teatro de Vitoria le queda un suspiro. Una cuenta atrás que, por cierto, tiene todas sus entradas agotadas en las distintas citas que se irán sucediendo hasta el domingo. El viernes, ese adiós al completo se producirá en las tablas del Félix Petite, situado en el centro cívico Ibaiondo, de la mano de la compañía guipuzcoana Kulunka, que se encontrará con el público para presentarle su última producción, una Solitudes dirigida por el gasteiztarra Iñaki Rikarte.

Desde hace varias semanas, todos los pases para acudir al montaje, cuya representación arrancará a las 20.30 horas, han volado de la taquilla, un éxito que llama a un regreso que no debería tardar en demasía para poder conocer de primera mano esta historia sobre la soledad y las pequeñas cosas de la vida, sobre la distancia entre generaciones y lo complicada que es en ocasiones la convivencia incluso dentro de una misma familia, sobre la perdida y la necesidad del encuentro. Una tragicomedia, en definitiva, relatada sin palabras, con intérpretes cuyos rostros permanecen ocultos tras máscaras en teoría inexpresivas aunque la realidad de la representación dicte lo contrario.

Rikarte y Kulunka se reencuentran en esta producción como ya lo hicieran con la exitosa Andre y Dorine, una pieza que sigue en cartel cinco años después de su estreno y que ha recorrido diferentes países con un gran éxito entre el público y la crítica. Una senda abierta que es tanto una oportunidad como también un plus de responsabilidad a la hora de afrontar Solitudes, como reconocen Garbiñe Insausti, cofundadora del grupo, y el director, actor y dramaturgo vitoriano. Tal vez por eso el equipo casi al completo repite.

En este caso, su propuesta mira a un anciano “para el que la vida es ya una espera”, un hombre que tenía en el hecho de jugar a las cartas con su mujer su ilusión diaria, aunque ahora su esposa ha fallecido. Para, en teoría, cuidarle, van a vivir con él un hijo y una nieta, quienes no comprenden ese pequeño placer por el que el abuelo lucha a su manera. “No queremos que los espectadores se sientan identificados con un personaje u otro dependiendo de la generación, sino que los comprendan a los tres”, apunta Rikarte, quien añade que humor, ternura y emoción se encuentran en “un teatro realista de máscaras, aunque así dicho suene a paradoja”.

Estrenada el pasado mes de marzo en Donostia, la obra está arrancando ahora su gira, un camino que se espera fructífero, más allá de que “nos ha preocupado mucho qué entiende realmente el público de la obra y todavía lo estamos testando”. Eso sí, ni Rikarte ni Insausti rechazan poder volver a cruzar su camino para otro proyecto. Por algo será.