Donostia - La última película de Hirokazu Kore-Eda, Nuestra hermana pequeña, está basada en un manga muy popular. El realizador japonés asegura que le encantan este tipo de historietas y los filmes de animación, pero que él no podría dirigir nunca uno porque carece de “técnica”. Kore-Eda presenta en la sección Perlas de la 63ª edición del Zinemaldia este nuevo título, que compitió por la Palma de Oro en Cannes.
La crítica ha coincidido en que no es su mejor trabajo y se ha comparado con las Mujercitas de Louisa May Alcott por la visión romántica que traslada de la relación de tres hermanas, que fueron abandonadas por su padre y su madre, y que acogen a una hermanastra adolescente tras la muerte del progenitor. El director nipón dice que cuando leía el manga en el que ha inspirado su película -Umimachi Diary, de Akimi Yoshida- le venía a la mente “el mundo de Mujercitas”, pero precisa que la diferencia, en este caso, es que las hermanas japonesas no esperan a un padre para ser felices, sino que el suyo acaba de morir. El filme se ajusta básicamente a la historieta, aunque desde luego tiene la marca de la casa, pues lo ha llevado al terreno de ese cine sutil y delicado habitual en Kore-Eda.
La vida de las cuatro hermanas se desenvuelve en una atmósfera de serenidad en la que no caben el ruido ni las discusiones. Explica que esa situación es a la que han llegado tras haber sufrido antes, tras haber vivido conflictos que han quedado atrás y que sí aparecen en la historia original. “No quería meter ese tipo de escenas del pasado ni descubrir lo que había ocurrido con anterioridad, aunque es fácil de imaginar. Les han pasado muchas cosas y era el momento de la calma”, destaca. Señala que siempre ha utilizado guiones propios, pero que esta vez, desde que hace ocho años comenzó a leer el manga de Akimi Yoshida, se dijo que él y no otro tenía que rodarlo porque era algo “muy especial”.
“Me gusta hablar de los temas familiares y esa historia de las hijas abandonadas que llevan a vivir con ellas a su hermana pequeña, también abandonada, me chocó. Por eso hice la película”, agrega.
Lo que sí consideró necesario fue rodarlo en Kamakura, ya que “era importante hacerlo en un sitio cerca del mar”. “Además, necesitaba un lugar que tuviera un punto antiguo y a la vez sofisticado, que no fuera un pueblo ni tampoco una gran ciudad”, indica Kore-Eda, que sigue y seguirá teniendo en su corazón “como eternas novias” a sus admirados realizadores Ken Loach y Víctor Erice. “Cuando no puedo avanzar en mi trabajo, siempre repaso El espíritu de la colmena”, subraya.