Donostia - “Es el an?o 2052, en la Tierra, en Espan?a. Son los u?ltimos días de casi todo. La ciudad es una hilera de obras abandonadas. Cada día hay menos gente y no todos son humanos. Una oveja cuesta cuatro millones y medio de pesetas y hay que gastar muchas balas para pagarla”. Es la siniopsis de este filme “experimental” rodado en 16 milímetros con Benidorm como escenario postapocalíptico. De Sosa (Urnieta, 1981) se ha inspirado en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), la novela de Philip K. Dick que Ridley Scott convirtió en Blade Runner (1982). ¿El resultado? Una sorprendente y libre adaptación sin efectos especiales y con presupuesto mínimo que concursará en la sección Forum de la Berlinale.

En anteriores ediciones, esa sección de cine experimental premió a directores como Béla Tarr o Claude Lanzmann? Casi nada...

-Ha sido muy bonito, un sueño hecho en realidad. No ganaremos el Oso de Oro porque es una sección paralela, pero me doy con un canto en los dientes. Además, se estrenará en un cine precioso, el Delphi Filmpalast, de los más antiguos de Berlín, y el responsable de la sección dijo en público que Sueñan los androides es una de las películas más interesantes de Forum. Estamos muy felices...

¿De dónde nace la idea del filme?

-Mi primera película, True Love (2011), era un diario filmado sobre cómo se iba desintegrando mi anterior relación sentimental. Cuando me di cuenta de que estaba cansado de ir de festival en festival hablando de mi separación y del vacío posteiror que sentía, decidí irme a las antípodas y pensé que, tal vez, el género más lejano podía ser la ciencia ficción. Todo el mundo ha visto Blade Runner y al leer la novela de Philip K. Dick, vi que era muy diferente a la película de Ridley Scott. Pensé que era un buen punto de partida y que había que intentar alejarse de la película y estar en el filo de la navaja de los derechos de autor, para que no vengan luego los herederos de K. Dick a pedirnos un millón de dólares...

¿Entonces la historia se parece más a la novela que a la película? Usted también ha elegido como protagonista a una especie de detective que va eliminando androides...

-Se parece más a la novela, sí. Con las pocas referencias que hemos incluido, creo que funciona. El protagonista retira androides para comprarse una oveja eléctrica, que cuesta cuatro millones y medio de pesetas. Hemos utilizado la sugerencia, jugando con la idea de si los androides son humanos o no. De repente, el supuesto humano es muy frío, y los supuestos androides son normales en sus relaciones: solo quieren vivir cómodamente con sus familias.

Ustedes mismos califican el filme de “experimental”. ¿No puede eso retraer al gran público?

-Está hecho aposta para ser honestos y no engañar a los aficionados a la ciencia ficción tradicional, que atraídos por el tema de Blade Runner, podrían salir del cine sin encontrar lo que esperaban. El adjetivo “experimental” te pone sobre aviso y te permite ver la película con la mente más en blanco: puedes ir con miedo o, como a mí me gusta, con excitación.

Pero tiene códigos reconocibles del cine de género, de la serie B... -Hemos utilizado elementos de la ciencia ficción, hay una trama y personajes con los que te identificas... Pero hemos corrido una serie de riesgos formales. Por ejemplo, para representar los falsos recuerdos implantados a los androides hemos usado imágenes reales de mis padres o grabaciones de una Nochevieja con mis amigos. También hemos metido música de folklore español... Hemos jugado con ciertas licencias y con elementos no habituales. Te puedes perder algunos detalles, pero es entretenida, una especie de Blade Runner rodado en Benidorm y hecho con dos duros. Queríamos ver qué pasa si a Blade Runner le restas los efectos: es como quitarle las patas a una araña y ver hasta cuándo se tiene en pie. O ir retirando los ladrillos de la construcción para ver cuánto aguanta esta ficción con el menor número de elementos posibles.

Lejos del futuro de rascacielos y neones que ofrecía ‘Blade Runner’, el Benidorm de su filme parece un escenario postapocalíptico...

-Esa era una de las premisas, como si fuese la Tierra después de haber sufrido una gran guerra en la que los únicos supervivientes fuesen los ancianos que no fueron a combatir y los androides que trabajan para ellos. Conseguimos esa imagen al rodar en temporada baja y buscar lugares abandonados o edificios derruidos. Lo hemos forzado para que se vea de esa manera pero por lo demás, es una ciudad muy viva y preciosa. Lo digo sin ironía. Todo han sido facilidades por parte del Ayuntamiento y la Film Commission, y por parte de la gente, que nos ha dejado entrar en sus casas, nos han abierto sus negocios...

La mayor parte de los actores que ha utilizado son no profesionales...

-Algunos protagonistas son amigos míos, pero los secundarios son gente de Benidorm que se interpreta a sí misma en su trabajo o vida real. Pensábamos que esa cosa tan simple sumaba. Queríamos que hubiese el menor artificio posible y, por eso, rara vez hemos rodado una misma toma dos veces. Si a la primera no funcionaba, íbamos a por la siguiente.

El trailer permite imaginar una película bastante cómica...

-El montaje tuvo varias versiones: una se parecía más a un thriller y otra a una película de los Morancos. Hubo un momento en que paramos para preguntarnos: “¿Estamos haciendo una película de gags?” Y quitamos algunas secuencias con más humor porque no queríamos que hubiese tanto desmadre, sino seguir instalados en el género negro. Tiene humor pero no es una comedia.

¿Cuánto tardaron en rodarla y cuánto ha costado?

-Tardamos tres semanas repartidas en tres años, es decir, una semana por año, y el presupuesto ha sido de 20.000 euros de subvención conseguida en Berlín más una inversión que he hecho yo. Es una película pequeña y la gente ha trabajado gratis, algo que me gustaría que no se volviera a repetir. Es demasiado precario...

Pero se estila cada vez más en ‘el otro cine español’, ese hecho sin medios pero que a veces da buenos resultados de crítica y, en algunos casos, de público.

-Por un lado es gratificante pero si pudiera elegir, no dudaría en usar más medios. Tengo 33 años y quiero ver si esto es un hobby o una opción de futuro real, porque yo trabajo en una pizzería y tengo mi sueldo a fin de mes, pero tardo años en terminar una película y no veo ningún beneficio. De momento, solo logro sacar adelante el siguiente proyecto, y me gustaría que los próximos tuvieran mayor dimensión o, al menos, poder pagar a la gente.

¿Esa mayor cantidad de medios la seguiría utilizando para hacer cine experimental o elegiría una vía más convencional?

-Uno tiene que buscar equilibrio y a mí no me desagrada el cine mainstream. De hecho, soy consumidor de estrenos, pero creo que tiene que haber un equilibrio: es lo interesante para el público. Me gusta el criterio estético, muy determinado y marcado, de gente como Wes Anderson, Gus van Sant, Michael Haneke o el propio Tarantino, gente que hace cine de autor mainstream. Sus películas son de autor pero muy reconocibles y para todo el mundo.

¿Y le gustaría volver a Euskadi?

-Tengo sentimientos encontrados. Echo mucho de menos a mi familia y a mis amigos. Me estoy perdiendo cosas importantes en la vida de gente a la que quiero, pero por otro lado, aquí en Berlín he rehecho mi vida, he conocido a amigos afines y tengo mi empresa, que justo empieza a levantar ahora. De momento no se dan las circunstancias, pero no descarto volver en un futuro...

¿Le gustaría presentar en Donostia la película?

-Claro, sí, me han ofrecido fechas para Los Jueves del Trueba, pero tengo que cuadrar el calendarios.

¿Se imagina ‘Sueñan los androides’ en el circuito comercial?

-No hay ninguna manera de estrenar una película como esta en cines convencionales. Tendría que haber un exhibidor que hiciera una gran apuesta... No sé, quizá funcionaría programar a un precio más barato títulos del panorama underground. Al público en general habría que darle la oportunidad de ver otro tipo de cine.