Es la tercera vez en la que el campeonato se celebra cada dos años, ¿una fórmula asentada?
-El hacerlo cada año nos metía en una dinámica muy reiterativa, que hacía mella en la motivación incluso de los propios bertsolaris. La nueva fórmula creo que ha llegado para quedarse, funciona y nos da la oportunidad, los años que no hay campeonato individual, de hacer algo diferente. De hecho, para 2016 ya estamos pensando en proponer algo llamativo para la gente, que sea más abierto, más... de pueblo (risas). En lo que se refiere a lo que ahora toca, seguro que saldrá bien y la gente vivirá el certamen con ganas.
Más de 30 años después de las primeras bertso eskolas y de la propia asociación alavesa, ¿la salud bien, no?
-Es un movimiento que está cada vez más arraigado, sobre todo en los núcleos poblacionales que no son Gasteiz, donde las cosas siempre se difuminan más, aunque, en nuestro caso, tampoco demasiado. Las bertso eskolas son, además de ese punto donde aprender, agentes dinamizadores de la vida cultural de una localidad, sobre todo si es pequeña. También en lo que se refiere a la euskaldunización. El trabajo que se hace con la lengua, la creación de espacios lúdicos donde poder cantar, encontrarse, compartir, es un valor muy positivo.
¿Qué es más complicado, ser el presidente de la Asociación de Bertsolaris de Álava o ser uno de los jueces de esta edición del campeonato?
-Juez. Es que no necesito ni un segundo para responder (risas). Es una responsabilidad bastante mayor. Ser lehendakari del elkarte es un lujo. Están los compañeros que te ayudan a sacar todo adelante, gente como Asier Lafuente, que es un dinamizador nato. Lo de ser juez implica más historias, sin contar con la de gente que se enfada contigo (risas). Es algo que también se trabaja. De hecho, llevamos ya unas cuantas sesiones de preparación para este campeonato. Es, además, una dedicación voluntaria, lo que no se valora muchas veces. No hay jamones de por medio, que hay ocasiones en las que se escuchan algunas cosas... (risas). - C.G.