Vitoria - La sala Kubik les espera el 18 de abril de 2015 pero antes, Gorka Urbizu y los suyos regresan hoy a Gasteiz con un nuevo trabajo que, en su diseño, cuenta con la firma del alavés Joseba Elorza.

El tiempo es el único polígrafo, han pasado ya 20 años, quizá diga que no le corresponde, pero desde dentro, ¿cuál ha sido su veredicto?

-Ahora me toca mirar un poco para atrás y veo un camino precioso, una aventura... Cuando te cuelgas la guitarra nunca sabes qué va a ocurrir ni a dónde vas a llegar. Nosotros no nos pusimos ningún objetivo, creo que hemos ido disfrutando del paisaje. Ha sido una historia muy bonita que, para mí, se ha convertido en más que un grupo; veo un poco la comunidad que se ha generado en torno a Berri, la gente que lo escucha y lo siente tanto que casi creo que es como un sentimiento...

Muchos artistas buscan con sus obras dejar huella en el tiempo, en la historia, en la vida, ¿Berri ha tenido, tiene, parte de esa actitud?

-El artista o el escritor deja plasmado su caudal de ideas, esto es siempre una lucha contra el olvido. Se escribe para ser recordado o para que esos textos no se olviden. Pero, por otra parte, no tenemos el objetivo de pasar a la historia... Si dentro de unos años se recuerda la historia del rock y alguien menciona una canción tuya, pues mejor que mejor.

Son el espejo en el que muchos grupos se miran, con el euskera por el mundo, creando rock and roll, evolucionado y creciendo sin parar, ¿les dijeron que era imposible y por eso lo han hecho?

-Creo que sí... A veces te acuerdas de la gente que te ha apoyado pero también de los que te decían que no era posible. Eso lo hemos vivido en primera persona. Esto lo haces por ti, no lo haces por demostrar nada; pero sí es verdad que hay mucho prejuicio... Me acuerdo de cuando queríamos salir fuera a tocar, si tu cantabas en euskera se daba por hecho que tu territorio natural es donde se habla euskera. Nosotros quizá no hemos sido los primeros pero sí hemos incidido en ello en el sentido de que hemos hecho las cosas en orden. En los tres primeros discos buscamos nuestro sonido, haciendo una base de fans que estuvieran atrapados a Berri. Y una vez conseguido eso, vimos que si no salíamos fuera, nada iba a ser excitante. Cuando ya llevas diez o doce años, esto se hace muy pequeño y no puedes ponerte mugas a ti mismo; el no ya lo tienes y había que intentarlo. Me acuerdo que cuando salimos la primera vez acabamos en Mota del Cuervo, Cuenca, en un bar, con Marino (Goñi) llevándonos en la furgoneta y a por todas. Y recuerdo comentarios de gente que nos preguntaba quién le hace el favor a quién cuando tocas en un bar, si casi no va a ir nadie... Pero es que queríamos darnos esa hostia, aunque no fuera un camino fácil... Y eso que a veces me siento un privilegiado, en el sentido de que nos han tocado un montón de excepciones; es cierto que hemos trabajado mucho, pero hay gente que también lo ha hecho y luego no ha conseguido frutos porque entran en juego múltiples factores. La filosofía tiene que ser pensar que esto no es un sprint, es un maratón que no va a acabar nunca. Y si no llegan las cosas, mientras tanto vas disfrutando, sobre todo porque estás creando... Y es que lo de crear es algo que a veces se olvida. Escucho a muchos artistas decir hoy que su disco es una excusa para tocar, pues no, mi disco no es una excusa, es algo súper importante, es tu mensaje al mundo, es cómo te vacías, es darle puerta a tu creatividad, es todo...

Lo que importa son las canciones.

-Es algo que repito muchas veces, que lo importante es la canción, no tus tatoos ni tu sonido... Me acuerdo que cuando empezamos nos preguntamos qué necesitábamos para tocar: una guitarra y un ampli. Pues eso es lo primero que compramos. Y lo siguiente: una furgo. Esas fueron nuestras dos primeras compras. Ahora es la época del éxito inmediato, repentino; y si algo no funciona se cambia. Es el tiempo del zapping, como si la gente no tuviera tiempo para prestarle atención a las cosas como debe.

Tres discos, tres productores, tres conceptos...

-La premisa fue 20 años, 20 canciones nuevas. No somos muy de celebrar pero a veces hay que valorar, sobre todo porque Berri es un grupo que va a tal velocidad de crucero que no para, y ocurren cosas interesantes casi a cada momento, pero no las valoras porque ya estás pensando en la siguiente. No queríamos ser esclavos de un 20 aniversario en el que solo echáramos la mirada atrás y se nos ocurrió la idea, bastante marrón, de hacer 20 canciones nuevas... Podemos echar un poco la vista atrás, a todas las canciones que hemos creado y a los casi 2.000 conciertos que hemos ofrecido, pero el año de nuestro 20 aniversario me lo paso componiendo nuevas canciones: ese es el mensaje.

Y después llegó la idea de los tres productores.

-No queríamos sacarlo todo de un tacada y se nos ocurrió hacerlo más que por estilos, por puntos de vistas del rock. Últimamente estamos muy metidos en la dinámica de trabajar con productores, algo que aquí no se estila; aquí se lleva más el técnico de sonido que a veces ejerce de productor. Nosotros desde el Payola empezamos a trabajar con productores en el sentido de dejarte meter mano en las canciones, con la mente muy abierta a sabiendas de que los temas que has llevado desde el local pueden acabar en territorios muy distintos.

¿También tenían una temática común pensada para cada uno de los trabajos?

-Hay temas que sobrevuelan los tres discos: los fuegos fatuos, el miedo, la falta de ilusión y asideros... Es el miedo a perder el curro, a cambiar uno mismo. Es como si estuviera terminando una época y arrancando otra pero no sabemos muy bien hacia dónde va. Y esa inseguridad, la fragilidad, se palpa en varias canciones. De alguna manera me he intentado meter en la piel del contrario, desde alguien que no sabes muy bien si es un político o solo un tío que te está engañando hasta un tío que le da trabajo por lo bajini a un inmigrante que ha saltado la valla. Casi son letras sarcásticas pero no llegan a ese punto. En el primer disco hablo de los fuegos fatuos, un concepto que me parecía muy representativo de lo que vivimos: una luz inalcanzable, con un halo de misterio, que está generada por la podredumbre. Todo está podrido y hay mil canales repitiendo el mensaje de que la sombra es lo mejor de la luz, pero por si acaso yo me guardo la luz para mí mientras cuelgo las sábanas blancas y te monto un espectáculo de sombras. Es un ejemplo de lo podrido que está todo.