madrid - Testigo excepcional del horror y la belleza del mundo contemporáneo, el fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado ocupa el lugar del retratado en el documental La sal de la tierra, dirigido conjuntamente por Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado.

Premiada en Cannes y San Sebastián, la película que llega ahora a las salas ofrece una “doble puerta de entrada” al universo de Salgado, según explicó su hijo y codirector del filme. “Por un lado está Wim, el adivinador, el hombre que quería encontrar a Sebastián el artista. Y, por otro lado, yo, buscando algo más a mi padre”, resumió el cineasta, de 38 años. Además de un compendio de sus mejores fotografías realizadas a lo largo de cuatro décadas de viajes, La sal de la tierra permite ver y escuchar a un gran aventurero y entender por qué hubo un momento en que casi pierde la esperanza en el ser humano. Fue después de hacer documentado las condiciones infernales de trabajo en las minas de Indonesia o el drama de la pesca tradicional en Sicilia en su serie Trabajadores (1993), y después de haber golpeado en el estómago al espectador con su visión del drama de los refugiados en Éxodos (2000). Pero fue su propio estómago el que no pudo asimilar más miserias humanas después de presenciar el genocidio de Ruanda, hasta el punto de que abandonó durante un tiempo la fotografía y se refugió en su residencia familiar, en un valle del Amazonas.

“Lo que le pasó después de Ruanda fue muy dramático”, dice su hijo, que subraya, a la vez, la forma tan positiva con la que su padre superó todo aquello. Y es que, durante ese reposo, el fotógrafo junto a su esposa, Lelia Deluiz, comenzó a plantar árboles para paliar la deforestación de la selva amazónica y acabó fundando el Instituto Terra, un recinto de 17.000 acres que repobló con más de 2,5 millones de árboles. Ribeiro hace hincapié durante la película en la importancia de su madre. “El artista Sebastiao Salgado son dos personas: Sebastiao y Lelia. Han pensado juntos los conceptos de sus trabajos, le ayuda a escoger fotografías, reseña los libros y las exposiciones. Los dos juntos son un fuerza increíble, nada los para”.

Fue así como el fotógrafo recuperó su inspiración. Su siguiente gran proyecto, Génesis, fue una carta de amor a la naturaleza y a los territorios que permanecen vírgenes. La idea del propio Salgado de hacer un documental con esas imágenes fue uno de los orígenes de La sal de la tierra. Pero la película es también la historia del acercamiento del hijo al padre, tras una infancia y adolescencia marcada por sus largas ausencias. “A raíz de este proyecto, al pasar más tiempo juntos, hubo un momento en que yo cambié mi mirada y logré entender la motivación de sus viajes”.