valladolid - Un duelo interpretativo sostenido entre Colin Farrell y Jessica Chastain ha dirigido la actriz y realizadora Liv Ullmann en Miss Julie, versión cinematográfica del drama que August Strindberg publicó en 1888 y fue estrenada en la 59ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci).
Ullman, actriz fetiche de Ingmar Bergman, ha trasladado a Irlanda y al año de 1890 este conocido drama que Strindberg ambientó en Suecia, en la Noche de San Juan, para situar el escenario de este duelo entre Farrell y Chastain como arquetipos de clases sociales y sexos contrarios. La actriz estadounidense, candidata al Oscar por La noche más oscura, encarna a la aristocracia al tiempo que al presunto sexo débil, mientras Farrell representa a la servidumbre y al principio masculino en un explosivo juego de tensiones de estirpe y de sexo, de ida y vuelta, que a lo largo del metraje no insinúa una salida clara hasta las secuencias finales. Ullmann juega con la temperatura emocional hasta el extremo, lleva al límite las consecuencias de las decisiones que en cada momento adoptan los protagonistas, estira y afloja a los personajes en un continuo vaivén que mantiene en vilo al espectador a pesar del excesivo metraje. Más de dos horas de una cinta excelentemente ambientada y donde la campiña irlandesa oxigena la densa atmósfera que respira el filme en los aposentos de la servidumbre, los bajos de una casona palaciega donde se desarrolla todo el relato cinematográfico, mezcla de arrebatos, pasiones, desenfrenos, celos, desprecios y conductas tornadizas.
Compitió también en esta tercera jornada de la 59ª Seminci el realizador alemán Dietrich Brüggemann con Kreuzweg (Camino de la cruz), una coproducción germano-francesa que, al igual que Miss Julie, tuvo una calurosa acogida por el público y prensa acreditada. Como hiciera Miguel Delibes en Cinco horas con Mario, Brüggemann ha estructurado su cuarto largometraje en torno a citas bíblicas con su correspondiente reflejo en la vida del protagonista, María, encarnada por una sólida y convincente debutante Lea Van Acken. En este caso son las 14 estaciones del Via Crucis, todo el itinerario que recorrió el Hijo de Dios desde el martirio hasta la crucifixión, el mismo calvario que padece la protagonista del filme, una adolescente de 14 años sometida a la severa influencia de la Sociedad de San Pío X, que profesan sus progenitores, con una preconciliar y rigurosa interpretación de la fe católica. Toda la vida familiar y académica de la adolescente está sujeta a los condicionantes de la fe que profesa, de la que se halla persuadida, que su familia y su confesor le refuerzan con férreas imposiciones y de la que tratan de rescatarlas un compañero de colegio, un médico y una niñera francesa con la que convive. El sentimiento de culpa que le invade a cada momento y el convencimiento de la doctrina cierran cualquier camino que no sea su temprana muerte.
La tercera película de la jornada fue Lucifer (Bélgica-México), de Gust van Den Berghe, que narra la historia de la anciana Lupita y su familia, cuyas vidas cambian con la llegada al pueblo en el que viven de un extraño hombre que dice ser un ángel y en el que depositan sus esperanzas. Con este largometraje, el realizador belga finaliza la trilogía formada por El pequeño niño Jesús de Flandes (2010) y Blue Bird (2011).- Efe