gasteiz - Imaginar es gratis, hablar es sencillo, pero hacer realidad lo ideado suele ser un paso que, por unas razones u otras, nunca se termina por dar. Cuántas intenciones se quedan sólo en eso. No es el caso de Mila Agirre. Ella se ha decidido a intentarlo. Por eso, desde hace unas semanas cuenta con su propia galería de fotografía, que también funciona como estudio, en la calle Herrería, justo detrás de la torre Doña Otxanda y compartiendo vecindad con el Stonehead. Eso sí, éste es un proyecto personal, cercano, particular, muy ajeno al prototipo comercial de estos espacios. Tan distinto es, que sólo abre los sábados y domingos por la mañana e incluso esto se puede matizar.

“Llevo décadas haciendo fotografía, pero en los últimos cinco años es una dedicación que ha tomado más relevancia”, recuerda la también abogada nacida en Barakaldo, aunque residente en Gasteiz desde hace años (de hecho, parte de sus raíces familiares están en Agurain). “La aparición de las nuevas tecnologías fue esencial en cuanto a lo que implican con respecto a la técnica pero también a la difusión de la fotografía. Yo quise aprovechar las dos cosas, pero se me planteó que era el momento de tener un espacio donde poder hacer fotografía artística y experimental con más sitio”. De ahí “pensé que qué mejor que aprovechar para mostrar lo que hago en vez de estar realizando exposiciones por ahí”.

Dicho y hecho, así nació el pasado septiembre la Galería Mila Agirre, una ave muy rara en una capital alavesa que, a causa de la crisis, ha visto cerrar varios espacios privados de exposición de arte en los últimos años. “Esto es otra cosa, no es una galería en el sentido tradicional. Es mi proyecto, mi aventura y soy yo la que marco las características. Pero no es un planteamiento de hacer cualquier cosa, un capricho o algo así. Que no me dedique todo el tiempo a ello no significa que no lo considere algo profesional, entre otras cosas porque no puedes cobrarle a alguien y no ser profesional”.

Participar en la feria Viphoto, acudir a Barakaldo con sus obras o mostrar en la bienal de arte contemporáneo de Liverpool le han ayudado además a configurar esta puerta abierta al público que ahora pone en funcionamiento. “Exponer es algo que te retroalimenta. Es, como si dijéramos, saltar a otra liga. Y es esencial puesto que aprendes mucho desde la exigencia que supone estar frente a gente que no conoces, que te valora por lo que propones”.

Eso sí, Agirre quiere que el trato con el otro sea diferente. Si en la escena cada vez se tiende más a los espectáculos de pequeño formato que se realizan en lugares nada convencionales para pocas personas, ella parece seguir ese camino. Personalización es, en su caso, la palabra clave. Y a partir de ahí, depende de lo que busque cada uno de los que crucen su puerta. También en lo económico puesto que si bien hay obras, sobre todo de arte digital, de un tramo alto, también los hay intermedios y asequibles. “Nadie que quiera comprar arte tiene que encontrar una barrera”, lo que se traduce en piezas que pueden ir desde los tres euros hacia adelante.

Arranque “Está viniendo gente de todo tipo. A la gente joven, le llaman más la atención las piezas con mucho colorido. Piensa en la decoración de su casa, en que tal vez aquello le encaje. Hay otros que se fijan más en los retratos y, sobre todo, en los soportes que utilizo, que pueden ser metacrilato, madera... bueno lo que sea” describe Agirre sobre unos inicios que siempre son complicados aunque a ella no le falta la energía.

No hay objetivos. “Mido esto en términos de satisfacción con la obra que estoy haciendo, que esté a gusto con lo que estoy realizando, con lo que voy aprendiendo, con la exigencia que supone, pero es evidente que necesitas que exista una rentabilidad porque no te puedes permitir el lujo de tener un gasto constante todos los meses”, un equilibrio no siempre fácil de conseguir pero en el que la balanza siempre mira más hacia un lado: “la intención es evolucionar como artista, tener un sitio donde exponer”.

Y eso que los caminos que la autora sigue son bien diferentes entre sí aunque partan de la misma persona. El retrato tiene un peso específico, sin olvidar la fotografía de viaje y paisaje, a lo que hay que sumar la presencia del arte digital. Todo ello se da cita en las paredes de la sala situada en el Casco Viejo, aunque la intención pasa por no parar de rotar imágenes, no detenerse nunca. Tampoco en las actividades más allá de la instantánea. De hecho, en torno al Día de Todos los Santos, Agirre está preparando una sesión de lectura creativa donde la palabra se reúna con la imagen.

De esta forma se configura un proyecto que da sus primeros pasos con los pies en el suelo. “Es una galería que nace en pequeño. ¿Crecerá? Ya veremos, pero no es esa su vocación”. Su intención es generar un espacio cercano, interactivo, personalizado, propio y, en lo económico, sostenible. “No puedes estar haciendo siempre lo mismo, eso es aburrido. No propongo algo habitual, es que no quiero”.