Vitoria - El Principal se despidió ayer por la tarde de una nueva entrega de la sección Jazz del Siglo XXI, una puerta abierta por el Festival de Jazz de Gasteiz hace más de dos décadas a los nuevos talentos y a los sonidos más vanguardistas. Este 2014 se cerró con un buen sabor de boca, propuestas interesantes y uno de los peores conciertos de todo el cartel.
El ciclo se abrió con una nueva entrega de Konexioa, ese encuentro propiciado por el certamen entre músicos de Euskal Herria y de Estados Unidos para ver cómo son capaces de relacionarse. El guitarrista de Iparralde Sylvain Luc jugó en este caso el papel de anfitrión para el saxofonista David Binney, todo ello sostenido por el gran trabajo que Titi Dufour hizo tanto al chelo como a la batería.
Es cierto que en estos casos a los músicos se les nota la falta de compenetración, pero los tres supieron estar a la altura tanto en las composiciones del guitarrista como del saxo alto. Melodías cercanas, momentos de jazz rock... la hora y media (bis incluido) dio para unos cuantos detalles y eso ya es una triunfo. El público, además, estuvo entregado desde el inicio.
Ya el martes, la sección entró en su senda habitual con la presencia del joven pianista norteamericano Kris Bowers, muy bien acompañado por Adam Agati a la guitarra, Burniss Travis al bajo y Jamire Williams a la batería. Dejando a un lado el estimulante solo que ofreció el intérprete con la única compañía de las teclas, el resto de la actuación tuvo dos partes bien diferenciadas.
En la primera, el grupo supo crear un climax denso y atrapante, un universo que o bien te rechaza desde el segundo uno o te atrapa de manera intensa. Sin embargo, hacia mitad del recital la voz femenina, a través de Julia Easterlin, apareció y cambió por completo el devenir, sin ofrecer realmente nada interesante. De todas formas, el estreno de Bowers en el Estado es una buena noticia a seguir.
Llegó entonces el miércoles y el Principal rozó el lleno para volver a encontrarse con el proyecto que desde hace unos años vienen desarrollando la joven Andrea Motis y Joan Chamorro, un aforo destacado, entre otras cosas, por las invitaciones repartidas en la Escuela Luis Aramburu y en el Conservatorio Jesús Guridi.
Aquí, la buena línea que estaba manteniendo el Jazz del Siglo XXI se quedó en suspenso. No hay duda de que la joven intérprete tiene talento, pero su actuación fue tan sencilla como clásica, sin nada que ofrecer, sin una chispa de algo diferente, de un sello propio, de una artista del siglo XXI que quiera aportar. La sucesión de versiones tuvo algún que otro momento interesante de la mano del pianista Ignasi Terraza pero poco más. Si de verdad quiere llegar a algo, Motis tiene que encontrar su lenguaje y de momento no se sabe si quiera si lo está buscando. Eso y, de paso, obligar a Chamorro a que deje de cantar.
La cosa remontó con la llegada del jueves y el estreno en la capital alavesa de Melissa Aldana junto a su Crash Trio. La saxofonista chilena demostró que maneras y bases tiene de sobra, que su técnica tiene pocas objeciones que hacer y que, además, ha sabido rodearse muy bien, sobre todo en el caso del batería Francisco Mela, que estuvo perfecto.
Sin embargo, el corte clásico que domina su sonido deja ver a una intérprete de 26 años que sabe muy bien quiénes le han precedido y qué puede aprender de ellos, pero no a una saxofonista contemporánea que busque un jazz propio de su tiempo. De todas formas, es un nombre a seguir.
La penúltima entrega llegó el viernes de la mano de Baptiste Trotignon, sustituto de un Russell Gunn que a este paso nunca va a pisar Gasteiz. Claro que el día parecía gafado porque un retraso en el avión ocasionó que el contrabajista Thomas Bramerie llegase media hora tarde. La actuación arrancó con 20 minutos de retraso con el pianista solo ante el piano para sumar después a su compañero habitual y a Greg Hutchinson, batería invitado puesto que el titular del trío está con otra gira.
A pesar de todo, la cita supuso un regalo cargado de talento, inteligencia, ritmo y emoción que volvió a demostrar que hay pocos pianistas a este y al otro lado del Atlántico a la altura de Trotignon.
El broche al ciclo lo puso ayer Cécile Mclorin Salvant, que puso patas abajo a un Principal con muy buena entrada. La cantante de Miami está tocada por el talento en su máxima expresión y el futuro que le aguarda, si sigue el mismo camino, puede colocarla muy alto.
En hora y media hizo sonar actuales temas clásicos, siempre transmitiendo un sonido bello, hipnotizador, cálido y emocionante. El bis, en castellano, fue incluso más allá de lo esperado. Magnifica.