pamplona - En Sombras de la nada (en la versión en euskera, Hutsaren itzalak) -que sigue a sus anteriores novelas negras protagonizadas por Touré 19 cámaras y 612 euros-, el escritor vizcaíno da un giro de tuerca y narra la cruda realidad del periplo al que se ven forzados los emigrantes subsaharianos.
Vuelve a ahondar en un tema como la problemática de los sin papeles. ¿Todavía había mucho que denunciar sobre este asunto?
-Sí, pero tampoco es la meta principal de la novela. Sí que hay más denuncia y más crítica social que en las anteriores entregas, esta es más dura, más negra, más cruda; pero mi meta principal era hacer una novela negra que enganchase al lector. Mi meta es en este sentido egoísta: hacer un libro interesante, que guste y se venda mucho, y que me permita seguir viviendo de esto.
Egoísta pero honesta.
-Sí, creo que soy honesto y legal, y estos temas de denuncia social que trato en las novelas los saco en entrevistas y en charlas, y así intento que la gente conozca un poco más estas realidades ocultas o que sea un poquitín mejor este mundo.
¿Qué le ha hecho sensibilizarse con el tema de la emigración?
-Me he ido sensibilizando sobre la marcha. Empecé con Touré hace tres años, hasta entonces había escrito novelas negras que en un 50% eran novelas de viaje, porque las situaba en lugares del extranjero, en Estambul, en Tánger, en Lisboa... Ya cuando traje aquí la trama, me propuse crear un personaje para hacer una saga. Un blanco expolicía no me motivaba demasiado. Hay cientos, miles... Y se me ocurrió crear a este hombre, un africano que vive aquí entre nosotros en un piso patera. Me he ido encariñando con él, metiéndome dentro del personaje. Conozco a muchísima gente de su perfil y he vivido muy desde dentro la situación de los inmigrantes ilegales.
Dando voz a Touré hace visible una realidad que está tapada.
-Sí, una realidad que no conocemos muy bien. La conocemos muy de refilón, y hay mucho tópico. Yo la he conocido desde dentro y tenía que contarlo, para que la gente conozca cómo viven los emigrantes. Además, son unos ingredientes que le dan muchísima fuerza a las novelas negras. En esta entrega, uno de los personajes principales es una prostituta nigeriana adolescente que ha quedado embarazada durante el viaje por África y a la que le han quitado el niño para utilizarlo como fuente de ingresos... y te metes en ese mundo, conoces a prostitutas nigerianas, conoces cómo funciona la mafia por dentro, y se te pone la carne de gallina. Son cosas muy reales, y las he metido dentro de la historia. Para esta novela he estado viviendo en el barrio de San Francisco (Bilbao), igual que hice con las anteriores, y he estado en contacto con la asociación Askabide, que ayuda mucho a las prostitutas más necesitadas, no a las prostitutas elegantes de hotel de 5 estrellas, sino a chicas que cobran veinte euros por servicio, que están por la calle, muy indefensas, que las secuestran, se las cargan, las trocean, como ha pasado hace no mucho en Bilbao, y no pasa nada, no tienen papeles y a nadie le importa... Te das cuenta de lo dura que es esa realidad. Egoístamente, eso le da mucha fuerza a la novela, y de paso también lo denuncias.
Son problemáticas que se acrecientan con la crisis. Se abren más brechas sociales...
-Desde luego. La crisis agrava la vida de los más necesitados. Cuando nos falta el dinero, empiezan las envidias, miramos a los inmigrantes con desconfianza, nos creemos que nos roban el dinero de las subvenciones, lo que es mentira. Al final lo acaban pagando los más débiles.
¿Qué otros tópicos ve necesario romper en torno a los inmigrantes?
-Yo creo que les debemos un mínimo respeto. Si conoces por dentro lo que han vivido para llegar hasta aquí y lo que viven... dices: ostras. Si a cualquier mujer de aquí le hubiese pasado la mitad de las cosas que sufren las chicas africanas que llegan aquí para dedicarse a la prostitución, estaríamos locos o con una escopeta tirando tiros por ahí... Estas chicas tardan una media de dos años en llegar aquí y el camino es un auténtico suplicio, están captadas por mafias, tienen un marido del camino, como le llaman ellas, que es su protector pero a la vez su maltratador porque les da palizas, les viola, les dice con quién se tienen que acostar, con policías corruptos para que les eche un sello, con funcionarios con algo de poder... Y aquí sobreviven como pueden, con su meta principal de trabajar y mandar dinero a la familia.
¿No es difícil partir de estos temas tan crudos para hacer algo que tenga la finalidad de entretener, de evadir? ¿Cómo se consigue eso?
-Claro, hay que buscar un equilibrio. Yo lo tengo claro, y siempre me digo: esto es ficción, es una novela, tengo que enganchar al lector y contarle cosas interesantes. Porque si te pasas de crítica social, ya te vas a un artículo periodístico y no es lo que busco.
¿Augura larga vida al detective Touré?, ¿habrá otra próxima entrega?
-Sí, creo en el personaje y veo que los lectores se han encariñado con él. Podría dejarlo así, en una trilogía, pero les he cogido manía a las trilogías, todo el mundo quiere escribir su trilogía exitosa, y además imitando; tiene éxito el Millennium de Larsson y todos a hacer trilogías... es ridículo.
Falta originalidad.
-Sí, y esa es la clave en la literatura. No puedes hacer lo que hacen los demás, imitar lo que ha tenido éxito, eso es un fracaso seguro. Tienes que hacer algo diferente. Y yo tengo claro que esto va a ser una saga. Ya veo el comienzo de la siguiente entrega, pero mejor no contarlo...