Vitoria - En la Orquesta Sinfónica de Bilbao, en la Sinfónica de Euskadi, en la Sinfónica do Porto casa da Musica, en la EIO Orkestra, en la Münchner Symphoniker, en formaciones como Krater Ensemble o la Gasteiz Big Band... Iker Sánchez Silva (nacido en Irún en 1976 aunque residente en Gasteiz desde hace ya unos cuantos años) parece escapar de la palabra descanso. Tampoco entre las aulas del Conservatorio Jesús Guridi donde también desarrolla su faz de docente. Y aún así, saca tiempo para su otra gran pasión, la pintura.

¿La trompeta quedó en el olvido?

-(Risas) No, cada vez que entro en casa ahí está. La saludo.

Porque en realidad fue su vía de acceso a la música.

-Fue mi medio hasta hace diez años, pero entonces empecé a tener un problema que terminó en un diagnóstico de distonía focal que me dieron en una clínica de patologías para músicos que está en Terrassa. Buscamos soluciones y es cierto que estuve muy cerca de dejarlo todo y dedicarme a la pintura. Dirigía algunas cosas más amateur y me dije: vamos a intentarlo por aquí. Hice las pruebas de Musikene, me cogieron para estudiar dirección de orquesta y aquí estamos. La trompeta la sigo llevando en el corazón y no descarto volver a ella. Pero es cierto que lo que me pasó te genera miedos y tensiones. Fueron dos años en los que generé muchas inseguridades que para salvar me requieren mucho trabajo.

La gente suele tener la idea de que el trompetista es un músico pero un director de orquesta es otra cosa. ¿Se siente músico?

-De hecho, me he sentido más músico al entrar en la dirección de orquesta. Al final, un instrumentista es como un deportista, tiene que hacer unos ejercicios, unas rutinas diarias que no te permiten ver, muchas veces, más allá de tu instrumento. La dirección de orquesta es mucho más amplia, por ejemplo, en lo que se refiere al repertorio. También me ha aportado en cuestiones como la comunicación. Eres un trompetista y eres uno más del grupo. Cuando eres director de orquesta tienes que aunar, generar esa masa de energía para llegar a un objetivo. Requieres unas dotes de comunicación muy potentes. Es una visión que me ha costado porque forma parte de unos factores extra-musicales que los aprendes con la práctica. Imagina: eres un chaval que empiezas a dirigir una orquesta profesional y tienes delante a 80 señores delante que llevan 30 años trabajando en el atril y que piensan que qué le vas a contar. Los primeros años fueron muy duros en este sentido. Un director de orquesta tiene que tener muy claro el texto, trabajar el análisis, la interpretación, conocer muy bien los instrumentos...

A pesar de tener 38 años, la lista de orquestas que han contado con usted es larga. ¿Cuántas cosas hechas en tan poco tiempo, no?

-No. Al final, la ilusión y la motivación que tiene uno por lo que hace le lleva a trabajar muy a fondo y llegar a los límites. El interior siempre me pide más alimento en este sentido. También te encuentras con muchos problemas porque éste es un mundo muy elitista en el que necesitas mucha ayuda externa. Puedes tener mucho talento pero si tienes una mano que te guíe, tienes las cosas más fáciles. Sin los contactos precisos es un oficio muy complejo a la par que individualista.

Tanto cuando se estaba formando como ya en el campo profesional, su sede vital ha pasado por diferentes ciudades. ¿Con la maleta siempre preparada?

-La verdad es que hubo un tiempo en el que sí. Ahora, desde que saqué la plaza en el Conservatorio Jesús Guridi, estoy un poco más asentado en Vitoria, a donde llegué con 20 años. Ha sido como mi campamento base. Pero bueno, ahí han estado Bilbao, Munich, Burdeos... El músico es itinerante y lo que tienes que hacer como artista es conocer lo que tienes alrededor e ir más allá.

¿A Irún se escapa?

-Pues cada vez menos, pero ahora que tengo sobrinos, tengo excusa para ir más.

En la capital alavesa seguro que muchos le empezaron a conocer al frente de la Gasteiz Big Band. ¿El papel del director es el mismo en una agrupación así que en una orquesta profesional?

-Son estilos diferentes, pero el papel del director es el mismo. Es llevar un objetivo musical todo lo que te has imaginado de manera previa en el estudio de esa partitura. Me da igual que sea jazz, contemporánea, clásica o música coral. La responsabilidad es la misma. Y con las orquestas jóvenes ocurre lo mismo. Muchas veces me pregunto: ¿cuál es tu papel y cómo afrontas el reto frente a diferentes formaciones? El éxito debe venir desde la humildad, la ilusión, desde el hecho de crear emoción en el intérprete con el que estás trabajando. Claro que te supone un respeto cuando vas por primera vez a una Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Pero a nivel emocional tienes que estar en el mismo punto trabajes con quien sea.

Me decía antes que ponerse delante de músicos que llevan tres décadas en el atril puede ser complicado, pero ¿y el público? ¿cómo reacciona al ver a un director joven?

-Hoy, no diría que es un moda, pero sí es cierto que se ven muchos directores jóvenes. No sé lo que puede opinar el público. ¿Hace bueno a un director mediano una orquesta potente? ¿Y al revés? No sé, al final es una retroalimentación entre las dos partes. Quiero creer que el público opina desde su audición más que desde su visión.

Y además de todo esto, le da tiempo a formar parte de agrupaciones de cámara. Su agenda tiene que ser una fiesta.

-(Risas) La razón de hacer todo esto es porque quieres que haya movimiento, porque lo necesitas. Lo que realmente desgasta es todo lo previo, la organización, la búsqueda de conciertos, las conexiones con las administraciones... pero una vez que está todo esto, el resto fluye. El artista necesita poder seguir creando. Si no somos nosotros... Muchas veces responsabilizamos a la administración de que no hay recursos y más con la excusa de la crisis. No quiero decir que respalde ese discurso político. De hecho, ¿dónde está la cultura hoy? ¿en qué debate? Es algo que ni se menciona. Pero nosotros como artistas también tenemos una responsabilidad en este sentido que pasa por hacer ver a la administración qué somos capaces de hacer. Para eso necesitamos juntarnos, coproducir diferentes vertientes artísticas, aunar esfuerzos. Si no, estamos individualizándonos, creyendo que lo nuestro es lo mejor. Hoy la opción es juntarnos, buscar esa unidad para hacer ver al político que lo local tiene tanta importancia como lo de fuera.

Tampoco es muy apreciada, o esa es mi impresión, la labor formativa de los jóvenes músicos, como hace usted desde la EIO Orkestra.

-Fíjate que a mí lo que me alimenta en ese sentido es que los que lo aprecian son los propios chavales. Eso es más que suficiente. Ofrecerles a ellos este tipo de experiencias y repertorios, y verles cómo crecen a nivel de motivación es el gran objetivo. Me mosqueo mucho y sufro cuando no se hace un trabajo de difusión hacia afuera para poder enseñar lo que estamos haciendo y sentirnos arropados con la sociedad, pero el objetivo está más que cumplido si los chavales que están tocando te miran con ojos de disfrute y emoción. Es un trabajo con ellos que me parece fundamental. Una sociedad sin cultura está enferma y si no empezamos a formar desde los más pequeños, mal vamos.

Esta crisis ha hecho, en esa proyección pública de la música, que hablemos de fusión de orquestas, de recortes, de proyectos que desaparecen... un pesimismo generalizado que ¿cómo lo combate?

-A veces me dan un poco de miedo estas preguntas porque los periodistas sois... (risas) Mira, por ponerte un ejemplo y al hilo de lo que hablábamos, yo he trabajado muchos años en la Escuela de Música Luis Aramburu y ahora estoy en el Conservatorio Jesús Guridi. Tanto en un lugar como en otro, no he visto ninguna conexión entre ambos. Nos dedicamos a hacer lo mismo, a formar personas en la música, pero no siente que haya conexión. ¿Es una crítica? Sí, puede. En el conservatorio debemos ser la referencia musical de la ciudad pero sigo teniendo la sensación de que lo que se hace es para adentro. Tenemos como un muro que nos impide abrirnos a la sociedad. ¿La crisis? Al final, cada persona tiene unas herramientas, unas opciones y unas oportunidades y tiene que decidir qué hacer, si estar mosqueado de manera continua o decir: tenemos unos recursos y vamos a seguir peleando.

En ese ir haciendo, sus planes más inmediatos son...

-Lo actual es la EIO Orkestra, acabo de estar con la Sinfónica de Euskadi, con la Banda de Bilbao he empezado a colaborar... pero también quiero descansar un poco. Con el tema de la EIO he estado dos veces en Kenya y ha sido una experiencia inolvidable. Conoces muchas opciones de vida, te involucras en otras realidades, cosas que luego te sirven para dirigir una orquesta profesional. Por ejemplo, lo que a mí me ha dado la Gasteiz Big Band ha sido tremendo para luego dirigir orquestas a nivel armónico, rítmico, a saber estar... Si viajas, pasa lo mismo.

Todo esto gracias a una música que para Sánchez Silva es...

-Llevo vinculado a la música desde los 6 años y veo complicado algo fuera de eso. Es mi medio, mi forma de expresar, aunque he encontrado otras como la pintura. La música es una disciplina muy ardua, dura, pero muy bella. Es trabajo intenso, diario, que te da muchas satisfacciones y la posibilidad de conocer a mucha gente.