Dice el adagio clásico que el tiempo vuela y que las semanas pasan como hojas volanderas al viento primaveral y eso en el campo del consumo televisivo es una verdad como un piano y a las pruebas me remito que ayer comíamos turrón y ahora, ya tenemos las maletas hechas para irnos de vacaciones en el ciclo de la Semana Santa. Ya están los programadores televisivos dándole vueltas al magín para conformar las parrillas de programación de cinco días que serán como una isla aparte en el consumo de la tele y volverán a atufarnos con productos dormidos en el fondo del arcón de las películas de toda la vida, Ben Hur, La pasión de Jesús, Quo vadis o parecidas cintas que nos cuentan hechos de la historia sagrada que forman parte del acervo cultural, sea uno apasionado creyente o escéptico ateo, pero las historias, personajes y hechos de estas clásicas producciones de Hollywood volverán a acompañarnos en playa, montaña o residencia habitual, que la crisis no da para cachondeos. De vez en cuando, alguna cadena se descuelga con una peli moderna sobre estos antiguos hechos y refresca la oferta que también incorpora programación de procesiones que son parte consustancial de la semana santa en muchos lugares del estado y cuya retransmisión es prueba de fuego para realizadores, presentadores y comentaristas que se las ven y desean para cubrir muchos minutos de un argumento estático y poco televisivo a pesar de la estética barroca de las imaginería barroca. Añádase a ello, la retransmisión de los oficios de esta época religiosa y tendremos los elementos necesarios para cubrir cinco días de programación que huele a alcanfor y producto deja vu. Pero está claro que en estas calendas es difícil cambiar el paso de los responsables de las teles que sirven como menú habitual y eterno, sota, caballo y rey. Una pena, porque en estos días disponemos de muchos minutos para el ocio.
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