Muchas veces no apreciamos la riqueza de nuestra tierra y tienen que venir de fuera a contárnoslo. Algo así ocurrió en los albores del siglo XIX, cuando el político y lingüista prusiano -ya que Alemania no se conoció como tal hasta 1871- de espíritu curioso y científico, Wilhelm Von Humboldt, viajó a lo que él denominó "Euskal-Erria" quedándose tan prendado de ella, que no sólo se preocupó de conocer su geografía y paisaje, sus moradores, la lengua, sus costumbres, su sistema económico y político, sino de darlos a conocer en sus escritos.

El más famoso, sin duda, es el libro Los vascos. Aportaciones sobre un viaje por el País Vasco, en primavera de 1801 que fue traducido al castellano por Telesforo de Aranzadi y al que, en 2001, varios artistas vascos decidieron rendir tributo mediante una obra serigráfica que, hasta finales de febrero, puede contemplarse en la sala de exposiciones temporales del Museo Etnográfico de Artziniega, y "de forma gratuita", subrayó a DNA José Luis Fernández Zurbitu Zurbi, miembro de la Asociación Etnográfica Artea gestora de este museo.

De hecho, en este libro se aprecia un cariño especial por los vascos y por su lengua. "Humboldt ya había pasado por el País Vasco en 1799 de paso a Madrid por el camino real, acompañado de su mujer y dos hijos, pero le sorprendió tanto que en este pequeño rincón se conservara un idioma y costumbres tan ancestrales, que retornó solo en 1801 para profundizar en el euskara, sobre el que creó la teoría de que es la lengua más antigua de Europa", apunta Zurbi, en clara referencia a las palabras que dejó escritas el propio Humboldt para dar a conocer al mundo "un pueblo que, oculto entre montañas, habita unas laderas de los Pirineos occidentales y que ha conservado por una larga serie de siglos su primitiva lengua y, en gran parte también, su antiguo régimen y costumbres".

Y es que el prusiano opinaba que cada lengua refleja una visión del mundo que le es propia. Algunos, tras leer este libro, le han criticado su mirada superficial y un falso acercamiento a esta tierra, aunque también ha habido gente que le ha alabado por todo lo contrario. "Entre sus detractores se puede citar a Menéndez Pelayo, pero sabemos que mantuvo relaciones con los grandes hombres de la cultura contemporáneos, tales como Goethe o Schiller. En el País Vasco se relacionó con Moguel, Astarloa. Larramendi o Prestamero", enumera Fernández Zurbitu.

En concreto, la exposición Viaje al País de los Vascos. Wilhelm Von Humboldt. Euskaldunen Herrian Barrena está integrada por diez imágenes sobre el libro del prusiano, creadas por los pintores Pablo Donezar, Iñaki Imaz, Gema Intxausti, Diego Machimbarrena, Peio Mitxelena e Idoia Montón, que "aproximadamente tienen ahora la misma edad que la que tenía Humboldt cuando se acercó al País Vasco", explica el escritor tolosarra Joxemari Iturralde, autor de los cuatro textos que acompañan este curioso trabajo, en los que explica que "la obra que han realizado estos artistas es un viaje dentro de un viaje, tratado con mirada estética y visión actual. Es un intento, una aproximación, una interpretación sobre la interpretación de Humboldt y es, sobre todo, una aportación libre y diferente".

Viaje al país de los vascos a parte, Guillermo de Humboldt (1767-1835) -tal y como se le conoció por estos lares- fue uno de los personajes de mayor talla intelectual de su época, y sus trabajos todavía son referencia inexcusable en algunos campos científicos, como la lingüística. Era hermano de otro gran científico, el naturalista Alexander von Humboldt. Para hacerse una idea de la importancia que su figura tiene en tierras germanas, cabe señalar que en 1810, en el tiempo que fue ministro de Educación de Prusia, fundó la Universidad Berlín que, hoy día, lleva su nombre. Además, en 1815 y como diplomático, llevó a cabo misiones del más alto rango y sus responsabilidades políticas lo llevaron por gran parte de Europa. Representó a Prusia en el Congreso de Viena, donde se logró un reequilibrio de Europa tras la derrota de Napoleón y la restauración del absolutismo. Un lustro después, abandonó la política para dedicarse de lleno a la lingüística. Fue un pionero en la lingüística comparada; llegó a conocer unas doscientas lenguas, tales como el sánscrito, chino, húngaro, birmano, kawi, japonés, y varias semíticas; aunque el euskera fue una de sus favoritas.

Quien quiera conocer la interpretación pictórica que de su libro han realizado seis artistas de nuestra tierra, no tienen más que acercarse hasta finales de febrero por el Museo Etnográfico de Artziniega. Una infraestructura cultural que este año celebra su 30 aniversario y el décimo de su actual sede, por la que en 2013 pasaron la friolera de 15.000 personas.