madrid. Regiones polares barridas por vientos helados, bosques tropicales en los que sus moradores sobreviven como hace cientos de años o abrasadores desiertos son algunas de las imágenes de Génesis, el trabajo de Sebastiao Salgado en el que explora el 56% del territorio del planeta "aún virgen". Aunque el fotógrafo brasileño y su esposa, Lélia Wanick Salgado, inicialmente lo concibieron como una denuncia sobre la desaparición de espacios únicos de la tierra, su experiencia en una finca familiar de Brasil, de la que lograron hacer un espacio protegido tras replantar un bosque y hacer que las especies que había en su infancia volvieran al lugar, les llevó a un nuevo planteamiento.
"Nos llevó a querer presentar el 56% del planeta que está como en el día del génesis", señaló ayer Sebastiao Salgado (Aimorés, Minas Gerais, 1944) en la presentación de Génesis, visitable en CaixaForum Madrid hasta el 4 de mayo. Su intención es que quien presencia sus imágenes, de gran formato y en blanco y negro, "salgan felices" de pensar que aún no está todo perdido y que es posible "trabajar todos juntos" para preservar esos santuarios naturales y reconstruir, en la medida de lo posible, "todo lo destruido", logrando "un equilibrio" entre la conservación del planeta y la actividad humana. No obstante, el artista, Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1998, reconoció su "temor" por el "riesgo" que corren lugares remotos que ha recorrido en su periplo de 8 años, como Papua, la Amazonía o la región Antártica, en la que -dijo- el descubrimiento de minerales o petróleo llevaría a una "explotación brutal". "Es el momento de trabajar para proteger el planeta", afirmó el fotógrafo, que antes de crear su propia agencia -Amazonas Images- trabajó para algunas de las grandes (Gamma, Magnum), lo que le valió para ser conocido como uno de los mejores creadores de fotografía sociodocumental, especialmente con Trabajadores y luego con Éxodos, una investigación sobre los movimientos migratorios mundiales. Un pantanal brasileño repleto de caimanes que solo se adivinan por el brillo de sus ojos en la noche; varios nenets, los "vaqueros de Siberia", cazando a lazo a sus renos para que tiren de los carros con sus escasas pertenencias; o los hombres de la tribu korowai, de Nueva Guinea.