La etiqueta de artista emergente, ¿cómo la toma?

Lo que son emergentes son los proyectos. Son temporales, van apareciendo, cambiando. Pero no entiendo eso de artista emergente. Puedes ser emergente de por vida. Es un término ambiguo que no define nada en realidad.

Ahora lleva ya unos años residiendo en Bilbao.

Sí, bueno, al estar allí la Facultad de Bellas Artes y otras cuestiones, el círculo de artistas es más amplio. Allí nos hemos quedado muchos, estamos cómodos. De todas formas, la sede la puedo tener allí, pero no me cierro a moverme.

De hecho, se ha formado usted también en Bolonia, estuvo en China dentro del programa de becas de artistas con Judas Arrieta, el año pasado estuvo varios meses en Canarias...

El artista necesita estímulos. El hecho de cambiar de contexto me potencia esos estímulos, pero también a la hora de regresar porque percibo ciertas cosas que en nuestra vida diaria normalizamos y eso es un poco peligroso. Por ejemplo, hay muchas cosas que no funcionan pero que las vemos como una sinergia normal de la sociedad en la que estamos. Por eso, para mí es importante, cada cierto tiempo, salir, tener nuevas influencias, moverme en otros contextos y experimentar otros lugares, siendo la vuelta también muy importante. Por ejemplo, lo de Fuerteventura fue un cambio radical, un viaje introspectivo. Allí no había nada, no había gente... incluso el paisaje era totalmente opuesto al que tenemos aquí. Empecé a cambiar la escala de las cosas. Fue muy interesante. Y ahora mi mirada está puesta en México. Es un lugar muy potente ya de por sí y creo que puede ser muy interesante.

Muchas veces, para explicar su trabajo, hablamos del reciclaje, de los entornos físicos y sociales, de... ¿Pero cómo se definiría?

Siendo muy breve, diría que genero experiencias. Me gusta trabajar en los espacios sociales, lo que pasa es que luego hay que hacer el ejercicio de llevar esa labor a la sala. Cuando hago eso lo realizo mediante el registro, sea fotográfico, audiovisual, escrito... La esencia de los proyectos reside fuera y es difícil porque te tienes que adaptarte al circuito en el que nos movemos, es decir, museos y salas de exposición. Claro, lo que muestras no deja de ser como el recuerdo de lo que has hecho. Hay algunos proyectos que necesitan de la participación de la gente que, por ejemplo, está por la calle. Esas personas disfrutan la experiencia a otro nivel diferente al que viven quienes luego ven el registro de la acción en sala. Y hay otras ideas, como la última en la que estoy trabajando [No existe el delito en los procesos naturales, en la que Isasi ha colocado colmenas de abejas en una plantación legal de opio para obtener polen y miel] que no necesitan de público en el espacio pero sí de gente que lo viva en la sala. Por eso lo defino así, que genero experiencias basadas en realidades, en conflictos sociales, que de una forma u otra llegan a la gente.

En los procesos que lleva a cabo, ¿las nuevas tecnologías le sirven?

Funcionan como herramienta que posibilitan diferentes registros para mis proyectos. Al intervenir de forma directa con temas reales, las nuevas tecnologías no dejan de ser para mí herramientas para poder grabar, trasladar un momento. A ese nivel son importantes.

Artium, Guggenheim, BilbaoArte... Ha pisado no pocas salas que no dejan de ser espacios, en principio, fríos que hay que convertir en parte del proyecto.

Cuando desarrollo un proyecto nunca pienso en la institución. Son cosas diferentes. Cuando se propone una exposición empieza otro trabajo, el de adaptarse para que todo tenga sentido y funcione. Otra cosa es realizar un proyecto específico para una sala concreta, entonces sí que empiezas a jugar con los espacios. Eso es otro ejercicio que a lo mejor me exige no menos compromiso pero sí tal vez menos seriedad. Es más un juego espacial que me cuesta menos. Disfruto pero a otro nivel. Cuando desarrollas proyectos en el exterior se te presentan retos increíbles porque te encuentras con elementos de peligrosidad que producen mucha adrenalina. No controlas muchas cosas y eso es muy bonito. Es la vida. Cuando he estado robando energía en las instituciones [Energía robada es otra de sus últimas propuestas, en la que Isasi sustrae energía de diferentes instituciones públicas y privadas que almacena en baterías de coche para su uso libre] estás ahí en tensión, pero, por otra parte, es que creo en mí, tengo que hacerlo, es un compromiso que tiene que ir hasta el final. Es como con las abejas, que te pican, se van, pero es que no puedes pararte.

También da clases en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco y no sé qué grado de dificultad tiene trasladar lo que uno tiene interiorizado sobre su profesión y su conocimiento, máxime cuando se está ante un grupo de gente que lo va a tener muy complicado para conseguir hacer de la creación su profesión futura.

En primer lugar, entiendo que más de la mitad de la gente que estudia Bellas Artes no van a ser artistas. Para ser artista hay que quererlo mucho, hay que trabajar mucho, en el sentido de que tienes que trabajar tus ideas no un sueldo. Es complicado, la verdad. Tienes, como primera premisa, que ser capaz de motivarlos para que crean en lo que hacen. Hombre, yo no voy como Miriam Isasi, artista. Soy la profesora. Eso cambia tu discurso, tu lenguaje. No se trata de hablar de tu trabajo, sino de que ellos aprendan a hablar del suyo. Es muy importante que hagan un ejercicio de reflexión sobre sus intereses, su labor. En mi caso, que me han tocado alumnos de último curso y considero que es necesario hacer un ejercicio de desapego a los referentes artísticos que han mamado. Tienen que ver qué quieren contar ellos.

Y en paralelo está desarrollando su tesis doctoral...

Sí, ya con ganas de terminar. En 2007, cuando empecé con ella, pensaba que iba a ser como el trabajo de mi vida pero va pasando el tiempo y considero que es un trabajo más, uno que me ha ayudado mucho a entender mi obra de otra forma, a que en mis proyectos haya siempre una parte muy importante de investigación. Con ello consigues que aún partiendo de una pulsación haya un proceso de asentamiento de conceptos que quieres tratar, todo ello en pro de conseguir el objetivo final.

Lo que pasa es que en la sociedad actual conceptos como investigación o reflexión no están muy valorados que se diga.

Bueno, públicos hay muchos. En los proyectos de largo recorrido, al final ese proceso de investigación se aprecia. Hay artistas que lo resuelven todo con una sola imagen o que pueden ser más efectistas y que tal vez tengan más acomodo en una sociedad que también es muy efectista. Pero creo en los artistas que trabajamos de otra manera, con un criterio, con un trasfondo. El efectismo, al final, es humo que no se sabe qué tiene detrás.

Aunque hay imágenes suyas como aquella reproducción de un escenario de un comunicado de ETA que se pudo ver hace ya unos años en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa que era efectista...

Cierto, pero había un trasfondo detrás. Lo que me preocupa es ese efectismo de mucha pose y luego nada. No reniego de lo que puede ser una primera imagen de atracción, pero siempre que luego hablemos de más cosas.

Usted, sin salir de Vitoria, ha expuesto en diferentes sitios, como la mencionada Casa de Cultura, Montehermoso, Artium o ha participado en proyectos como Luna Krea del centro cultural Krea... que o ya no existen o están en horas bastante bajas a cuenta de la crisis económica. ¿Le preocupa?

Las instituciones, para mí, son un medio más. De lo que mencionas, lo que más me preocupa es la situación de Artium porque considero que es un centro relevante que hace muy buen trabajo desde el personal de sala hasta la directiva. Pero bueno, no lo veo como un gran problema que algo ya no exista. Me da rabia que en Vitoria nos hayamos quedado sin ese caldo que había antes, sin ese esplendor de apoyo a la cultura. Pero también tenemos que entender que hay que cambiar de formatos, que hay que renovarse. Igual lo que nos han enseñado hasta ahora ya no sirve. Vale, pues a reiventarse. Es como el mercado del arte, es otra cosa más. Yo me alegro de que una institución en un momento dado haya apostado por mí ya que ese dinero me permitió desarrollar un proyecto u otro, pero si ahora no existe, pues ya está. No voy a estar llorando la muerte de las instituciones culturales, aunque me gustaría que lo de hace unos años se hubiera mantenido porque también es interesante para Vitoria crear otras relaciones. Los artistas dentro de una ciudad somos catalizadores de muchas cosas.

Estamos arrancando un nuevo año con unos planes que además de por México pasan por...

Terminar la tesis y poner en marcha varios proyectos que tengo en mente pero que los tengo aparcados porque me van a exigir mucho de mí y ahora no puedo.

De todas formas, los proyectos no terminan con el encuentro con el público, ¿verdad?

Podría estar trabajando de por vida en cada uno de ellos. Al final, por ejemplo, en la exposición que ha estado ahora en BilbaoArte, muestras una primera fase que puede terminar ahí o no. De hecho, con el proyecto de las baterías, me gustaría seguir robando energía en otros lugares y hacer una puesta en escena, es decir, qué hacer con esas baterías luego, dónde las puedo usar para ofrecerlas y que se puedan realizar determinados actos que me resultan interesantes. Es una funcionalidad un tanto absurda porque no deja de ser un proyecto con un importante componente irónico, pero real.

Claro que en todos esos proyectos siempre hay un nexo común.

Sí, el límite, siempre él. Cuando algo es un vacío legal o está en esa cuerda floja, me aparece el interés. El hecho de robar energía, por ejemplo, es delito... ¿o no? ¿es que no hay enchufes en los baños públicos de un museo?

Bueno, es que el tema energético está últimamente...

Sí (risas). O los campos de opio, que aunque sean legales yo no puedo entrar físicamente en ellos pero resulta que mis abejas sí. Eso es lo que me llama, el límite. Se puede llevar a muchos campos. El límite no nos lo marcamos nosotros, es algo que nos imponen y eso es algo que me revuelve. ¿Mis límites por qué no los marco yo? ¿Por qué no los definimos entre todos?

¿El arte tiene límites impuestos?

En los concursos, por ejemplo, existen los límites. Son una fuente importante de recursos económicos para los artistas y con sus límites, más abiertos o cerrados, se va definiendo el arte que se quiere o que se busca. Si nos queremos presentar, pues nos adaptamos aunque eso vaya en detrimento de nuestra obra. Es que parece que los artistas no tenemos facturas que pagar, pero sí, las tenemos.