Cuando uno se acerca a los trabajos realizados hace años el rubor suele hacerse fuerte en las mejillas. ¿Cómo le ha resultado la regresión a 1997?
Es curiosa la sensación, sí. Probablemente Cazadores de tigres sea el libro para adultos más corto que he escrito, hasta el punto de que no sé si es una novela corta o un cuento largo. De hecho, en la primera versión todavía era más corto, y luego lo alargué. Y, por otra parte, creo que ha sido mi libro más leído, por lo menos en euskera. En cuanto a la sensación por la que preguntas, tengo que decir que no me he avergonzado demasiado. Han pasado 16 años y ahora que lo ves con cierta perspectiva, siempre corregirías cosas, pero la verdad es que apenas he movido alguna coma y quitado algún adjetivo. Se trata de un libro que se ha publicado en euskera, castellano, francés y catalán, por lo que las correcciones importantes creo que ya estaban hechas. Lo que sí puedo decir es que en la relectura del libro me he llegado a sorprender y enternecer conmigo mismo, a la par que he descubierto algunos fallos narrativos... Pero es que soy muy indulgente con mis libros (risas). Me ha sorprendido, repito, porque aunque piensas que la mejor edición de ti mismo es la última, creo que hace unos años no lo hacía tan mal.
El escenario de la novela se dibuja sobre la posguerra civil española y la Segunda Guerra Mundial, tratando de alguna manera la recuperación de cierta memoria histórica unos cuantos años antes de que se empezara a hacer especial hincapié en ella.
En los años posteriores a la Transición hubo cierto interés en estos temas, pero pequeñito, porque la gente todavía no tenía demasiadas ganas de escribir sobre ello. Luego hubo un periodo muy largo de silencio hasta que ya, entrado el siglo XXI, empezó a ser un tema más recurrente. La verdad es que cuando yo lo escribí no era una cuestión muy tratada. En mi caso lo hice para dar salida a ciertas memorias familiares, y ver cómo funcionaban; de hecho, este libro lo tengo como una especie de primer fogonazo de un ensayo que alguna vez escribiré. Hasta esta obra yo había escrito desde un punto de vista más ajeno, con cierta distancia, mientras que en este relato escribía por primera vez sobre cosas que me afectaban directamente porque era la propia historia de mi familia. ¿Y cómo le tomaba yo la distancia a mi propia familia? La única manera era la ficción, basada, eso sí, en elementos que a mí me habían contado en casa que sucedieron. Fue un ejercicio de distancia y educación que resultó ser el libro más tierno, en el buen sentido de la palabra, que he escrito, ya que en el resto de mis novelas soy bastante más heavy, más crudo, más de realismo sucio. Al final, creo que salí con bien de la prueba.
Insertado en la presente colección de novelas cortas o relatos, sucede que los escritores, generalizando malamente, arrancan con este género, al que luego abandonan una vez que han 'probado' la novela larga.
En España no se apuesta por el relato corto, algo que sí sucede en Latinoamérica o en Estados Unidos, donde está muy bien considerado. De hecho, creo que el poco aprecio al relato corto es una marca muy española, o al menos muy común al mundo editorial español; y entiendo que será así porque los lectores no responden. En euskera, sin embargo, también está muy bien considerado. En cuanto a la idea de que empezamos con el relato corto y luego lo abandonamos por la novela, sí es cierto que el primero tiene algo de iniciático. Sin embargo, en mi caso, ya estoy metido en un libro de relatos. Por lo tanto, hay parte de razón en esa idea, pero realmente he ido alternando a largo de mi carrera.
La trama se desarrolla en una fecha muy concreta, el 7 de agosto de 1944, significativa por varios hitos, algunos trágicos, como la matanza de Wola, la mayor masacre de la historia de Polonia. ¿Por qué eligió este día?
Elegí la fecha por el contexto de la Segunda Guerra Mundial, ya que ese día es, prácticamente, en el que tras dos meses de batalla los americanos rompen el frente en Normandía, lo que hace vislumbrar el final del conflicto. Uno de los protagonistas de la novela (exiliado en Venezuela) tiene claro que, llegados a este día, debe tomar una decisión que iba alargando con la excusa de la guerra: la de decidir si se queda donde está o vuelve. El otro protagonista, el niño (exiliado con su familia en el País Vasco del Estado francés), no puede tomar decisiones pero sí ve que las personas de su alrededor están tomándolas, algo que él teme mucho porque implican cambios. Y él está a gusto como está, incluso pasando hambre y con los alemanes por las calles, porque es lo que ha conocido siempre. Lo de tomar decisiones es un tema que me obsesiona mucho, porque siempre las estamos tomando y, además, en muchas ocasiones, hacemos una cantidad terrible de cosas para autoengañarnos y no tomarlas... Estás persiguiendo tigres, porque parece que están ahí fuera, pero en realidad el tigre lo tienes dentro de tu cabeza.
De todas formas, la guerra o la posguerra no conforman el núcleo del relato, más bien son el escenario de una historia en la que priman los pequeños detalles, las sensaciones y los sentimientos de los personajes.
La guerra, efectivamente, es el escenario, pero lo importante son los personajes. Cuando leemos los libros de Historia parece que todo el mundo estaba en el hecho concreto que en ese momento sucedía, pero no es así. Incluso en los contextos más negativos o crudos, la gente se ocupa de otras cosas. Es un relato que habla mucho de lo que están sintiendo los protagonistas (padre e hijo), incluso corporalmente, ya que viven una historia paralela en la que a los dos les están sucediendo las mismas pero en un contexto diferente. Y al final reaccionan de una forma parecida.
Saltando de nuevo al año 1997, ¿qué pensaba Aingeru Epaltza del oficio de escritor, por aquel entonces, y cómo lo ve ahora?
Entonces pensaba que era otra cosa... Tenía en mente el aspecto más dorado de lo que significa ser escritor, es decir, que tus libros logren cierto reconocimiento. En el fondo escribimos en parte por eso y en parte porque creemos que tenemos algo que decir, aunque realmente estamos repitiendo, de otra forma, algo que otra gente ya ha dicho. En aquellos tiempos todavía me quedaba cierta mitificación de lo que es el mundo de la escritura, ahora ya estás un poco de vuelta de todo. Incluida la capacidad de la literatura para cautivar o hacer pensar de forma diferente, que ahora te das cuenta de que es mucho menor... quizá porque nos falta talento, que también puede ser. En este sentido, ahora lo mejor que le puede pasar a un relato tuyo es que lo conviertan en serie de televisión, ya ni siquiera en película. Esos fogonazos que podemos causar en un lector con la literatura ahora los está copando la imagen. Y es que concretamente este libro yo lo imaginé muy visual desde el principio.
¿Cuando llegará a las librerías su nueva novela, con la que cierra la trilogía El reino y la fe
En euskera verá la luz en diciembre, y en castellano, ya en 2014. La verdad es que tengo ganas de cerrarla y regresar del siglo XVI. Ahora necesito escribir sobre cosas y escenarios del siglo XXI. Vivimos un momento el que se mezcla el final de la violencia con la crisis económica y el hecho de que nuestro entorno está cambiando a una velocidad brutal... Eso es precisamente lo malo de escribir libros, que casi no te da tiempo a retener las cosas. El periodismo es diferente porque la noticia es inmediata, pero luego se hace vieja; sin embargo los libros se quedan ahí, por lo que necesitan una perspectiva que pueda detener eso que es tan fugitivo. Esta velocidad a la que transcurren los cambios ahora te genera cierto problema, porque cuestiones sobre las que estás escribiendo pueden ser completamente diferentes cuando finalmente se publican.