No hace ni dos meses, sus palabras se asomaban una vez más en estas páginas. "¿Cómo le gustaría morirse?" era la última pregunta. "Pues igual, trabajando, como hicieron Picasso, Umbral o Esteban Palazuelo. Con las botas puestas", contestó Alberto Schommer. Y el creador gasteiztarra, a sus 85 años, sigue en activo y cumpliendo con su propia promesa, cimentando una trayectoria que ya le ha valido distinciones como la Medalla al Mérito de las Bellas Artes 2008. Pero ayer, el también miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando añadió otra muesca a su cámara. Eso sí, una que supera a todas las demás puesto que se le otorgó el Premio Nacional de Fotografía 2013.
"Pensaba que era una broma" dijo al conocer la noticia desde su residencia en Madrid, donde vive desde mediados de los años 60. "Me he sorprendido muchísimo" ya que pensaba que "nunca" iba a conseguir un galardón dotado con 30.000 euros y concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, aunque Schommer también tuvo palabras de cierto reproche al considerar que el recientemente fallecido Oriol Maspons hubiera merecido esta distinción hace tiempo.
Desde la capital estatal, aunque siempre con su Vitoria natal y su "oasis azul" donostiarra en la mente, este veterano hijo de fotógrafo describió que "la fotografía no es un hecho ligero, ni banal, ni que se pueda hacer fácilmente", tampoco ahora que las nuevas tecnologías han generalizado de manera tan importante la herramienta para tomar instantáneas, que no el arte.
"Para hacer una fotografía hay que pensar muchísimo antes de pulsar el click del disparador. Y se necesita, al igual que con otras disciplinas como la pintura o la escultura, una fuerza vital impresionante, mucho talento y una emoción interior al ir a disparar", comentó ayer al tiempo que aseguró que no cualquiera puede ser fotógrafo ya que es como "aquel que se toma un bocadillo y dice que ha comido bien".
Él lo sabe bien, como reconoció ayer el jurado del galardón, que quiso valorar con su decisión "continuada trayectoria fotográfica" del creador vasco "durante más de cincuenta años". En este tiempo, "no sólo ha abordado todos los temas, sino que también ha innovado en el medio, desde el punto de vista técnico y experimental; siendo testigo de la transformación cultural y social de nuestro país".
Fotógrafo, pintor, escritor y poeta, el gasteiztarra montó su primer estudio, dedicado a la publicidad y la moda, en 1966, cuando ya se había trasladado a Madrid y había aprendido todo lo posible de su padre, otra gran mirada indispensable para la capital alavesa. A ambos les unió la pasión por la creatividad, algo que importaron desde Alemania, país de origen del progenitor y de formación del vástago, puesto que estudió Fotografía en Colonia y Hamburgo primero, para después seguir en París.
Participó en grupos experimentales de imagen, como el Happenings Forums, y trabajó en imágenes para grupos musicales pop y portadas de discos, sin olvidar que en 1971 recibió el premio al mejor documental industrial. A partir de ahí se fue cimentando una carrera no siempre valorada fuera de la profesión y que está llena de anécdotas con personajes que van desde Andy Warhol hasta Emilio Botín.
Su mirada fue testigo de momentos de relevancia histórica, aunque sin duda son sus series de retratos las que más conoce el gran público. Claro que, como dijo hace dos meses a este periódico, "el único que me interesaría hoy sería el de Dios".