Vitoria. Ilusión improvisada. Cualquier sitio es bueno para esbozar una mueca de incredulidad o para forzar los labios para asumir una sonrisa inocente. Una parada de tranvía, un palacio gótico, una plaza en el inicio de las fiestas de un barrio, un auditorio repleto de niños o un museo. La magia no necesita grandes auditorios para encandilar. Un toque por aquí, unas palabras por allá... Y listo. El público queda embelesado. Es lo que ofrece la programación de Magialdia, el Festival de Magia que desde hace 25 años ha logrado situar a la capital alavesa en el mundo de la chistera, del ilusionismo y de los grandes trucos.
La magia a pie de calle sólo busca la sorpresa de un público que trata de no perder el ritmo a la vida. En un escenario improvisado, al amparo de las estaciones del convoy verde de Angulema y Parlamento, los trucos de cercanía obran el milagro de concentrar a decenas de personas alrededor del ilusionista. Igual efecto surge en el Casco Viejo, donde lugares esenciales se transforman en recopilatorios de sorpresas, o en la gala infantil celebrada en Dendaraba. Zaramaga también quiso iniciar sus fiestas en la plaza Zuberoa con una exhibición de los mejores trucos.
Junto a todo ello, la ciudad acompaña. Así, el Museo Bibat inauguró ayer una exposición con fondos del Museo Fournier de Naipes que recoge barajas y libros sobre magia y magos desde el siglo XVII hasta la actualidad. La muestra permanecerá abierta hasta el 23 de febrero de 2014 y repasa la historia de la magia desde sus primeras referencias, hacia el año 1600 a.C en Egipto.