Vitoria. Javier Vizcaíno abre las puertas de Gabon dos horas antes, a las ocho de la noche, e invita, que no obliga, a sus oyente a darse una vuelta en el momento que quieran hasta la hora del cierre, las doce de la noche.
¿Están confusas las ondas?
Siempre lo han estado, no recuerdo ningún momento de placidez en las ondas. Así que están confusas versión 2013-2014.
¿El trasnochador de la radio?
Definitivamente sí y cada vez más; es un vicio que me intento quitar pero no puedo.
¿Cuánto dura la adrenalina de salir a las doce de la noche?
24 horas. Es uno de los problemas que tenemos casi todos los que trabajamos en esto, no nos podemos liberar de esa adrenalina.
Antes trabajaba los fines de semana. ¿Más relajada la noche?
Creo que no hay ni un solo turno que sea relajado si te lo tomas como me lo tomo yo.
¿Un hombre agobiado?
A ratitos sí, con estúpidos agobios y sin estar a la puerta del psiquiatra.
Sus turnos siempre van a deshoras del resto de la gente.
Siempre, por más propósito que me haga de organizarme.
Con su horario, dormir de día es una buena opción.
Intento encontrar sitio para la siesta pero no lo consigo. Si digo que me levanto a las nueve y media de la mañana, algunos dirán que eso es tardísimo, pero teniendo en cuenta a la hora que me tengo que acostar?
¿Envida el horario de Xabier Lapitz?
Eso no, supongo que como a todo me adaptaría, pero el madrugar no; lo he llevado siempre fatal. Durante la primera hora después de despertarme soy un ser humano despreciable. Ja, ja, ja...
Será usted intratable, que no despreciable.
Dejémoslo en intratable. Por favor, durante la primera hora, es mejor dejarme en mi pecera porque lo veo todo negro, sería el peor momento para hacerme una entrevista.
A la una del mediodía parece que está bastante recuperado.
Ja, ja, ja? Hace varias horas que me he levantado.
¿Las noticias con reflexión o a bote pronto?
Me gusta tener un segundo para reflexionar, pero siempre sabes que va a aparecer una última hora y tienes que tener recursos para salir adelante.
¿Es de los que se muerde la lengua ante los micrófonos?
No al doscientos por cien, pero como todos. Eso no es autocensura, es prudencia.
¿En la vida real?
He aprendido también el valor de la prudencia, y trato de no ir por la vida mordiendo a los demás con la palabra.
A veces es difícil, ¿no?
Es complicado, pero aplicas eso de soy un junco hueco o pones distancia.
¿A quién mandaría a freír puñetas?
Me pillas en un momento en el que mandaría a mucha gente y no, precisamente, con nombre y apellidos. Mandaría a freír puñetas, sobre todo, actitudes de gente que sobra.
Tímido en la vida real y todo lo contrario ante un micrófono.
Sí, soy un hombre tímido, pero cuando se está en la radio no te lo puedes permitir.
Cuántas veces le han dicho: "No le imaginaba así".
Unas cuantas veces, inmediatamente después me pongo rojo como una granada y mi mujer, si está a mi lado, se empieza a reír por lo bajo porque sabe cómo sufro yo con estas cosas.
¿Le han dicho alguna vez cómo se imaginaban a Javier Vizcaíno?
En general siempre me imagina más alto, antes me imaginaban más mayor, pero ya me voy adecuando a la imagen mental de la gente. Antes me comentaban: "¡Anda! Si yo pensaba que eras mayor". Ahora ya no me lo dicen.
¿Sienta mal cumplir años?
Ni bien, ni mal, ni regular; es un hito más.
El 11 de septiembre, además de haber nacido usted tiene otras connotaciones, la muerte de Allende, la caída de las Torres Gemelas?
Para mi familia esa fecha también ha estado muy señalada, a mi abuelo le fusilaron en una cuneta un 11 de septiembre.
¿Celebra los cumpleaños?
Poquita cosa, una tortilla con los compañeros, y comiendo el fin de semana con mi mujer y mi hijo que eso sí que es la mayor celebración del mundo.
¿Qué le pide a la radio?
Soy de virgencita, virgencita que me quede como estoy. Le pido que sigamos aguantando, resistiendo, que sigamos obteniendo complicidad.
La quinta temporada de Onda Vasca, dicen que no hay quinto malo, ¿se puede aplicar a la radio?
De esta temporada espero que empecemos a contar buenas noticias.
¿Optimista?
Espero que podamos ser los heraldos de la recuperación; sobre todo de la recuperación del empleo.