Vitoria. La universal Oprah Winfrey, la presentadora a la que Armstrong confesó sus más turbios secretos, la que pone y quita presidentes norteamericanos, la que desde el púlpito de su programa en Estados Unidos se ha hecho un hueco en el imaginario colectivo aunque muchos por estas latitudes nunca hayan visto un show suyo, eligió de vacaciones Europa, y concretamente Suiza, para acudir a la boda de Tina Turner, pero no parece que vaya a recordar este viaje con cariño. Entre montañas y quesos, la polémica se cruzó en su camino el pasado fin de semana, y aún no parece querer abandonarla.
Winfrey, de 59 años, dijo la semana pasada que un asistente de ventas en una tienda de Zurich se negó a mostrarle un bolso de lujo del diseñador Tom Ford, diciendo que era "demasiado caro" y en su lugar le sugirió bolsas más baratos.
Funcionarios de turismo de Suiza, dijeron que lamentaban el incidente y el dueño de la boutique, niega que haya existido racismo, diciendo que todo fue un malentendido. "Esto no tiene nada que ver con el racismo. Estoy aquí para todo el mundo y el cliente es el rey", dijo la semana pasada el dueño de la tienda Trudie Goetz.
Goetz agregó que la dependienta había querido mostrar a Winfrey -quien gana un nada discreto sueldo estimado de 77 millones de dólares (58,17 millones de euros) al año hasta junio de 2013- que el bolso estaba disponible en otros materiales, lo que puede haber dado la impresión de que la tienda no quería vendérselo a ella.
La presentadora recogió ayer el guante y quitó hierro al asunto lamentando incluso la polémica generada por sus declaraciones.
"Lo siento mucho. A propósito no mencioné el nombre de la tienda. Siento haber dicho que fue en Suiza", dijo en una lamentación llena de matices a los reporteros que le esperaban en la alfombra roja.
"Yo estaba refiriendome [al hecho sucedido, que no negó] como un ejemplo de estar en un lugar donde la gente no espera que seas capaz de estar", agregó para zanjar así el incidente.