Vitoria. Principios de los años 30 en una localidad francesa. Dos hermanas que trabajan en el servicio de una casa, arrancan los ojos y después matan a la señora de la casa y su hija, y se ensañan con los cadáveres para después esperar descansando en la cama a la policía. El propio Jean Genet negó en varias ocasiones que este truculento suceso sirviese de base para la creación de Las criadas, una de sus obras más emblemáticas y representadas, pero lo cierto es que las coincidencias existen, más allá de que las diferencias también. E igual se podría decir de la versión construida, ya entrado este siglo XXI, por el autor y director argentino Pablo Messiez: los puntos en común con la obra del dramaturgo parisino se dan, pero hasta cierto punto.
Con su particular visión de este montaje, y en compañía de un reparto conformado por Bárbara Lennie, Fernanda Orazi y Tomás Pozzi, el creador llega mañana al escenario del Jesús Ibáñez de Matauco (la cita, para la que todavía quedan entradas, es a las 20.30 horas) para finalizar la gira del espectáculo. "Cuando la experiencia ha sido gozosa, como es el caso, da un poco de tristeza cuando llega el final porque además vemos a la obra muy viva todavía, pero esto es así y hay otros proyectos esperando", explica un Messiez al que muchos suelen intentar encasillar en esa tan apreciada generación de creadores argentinos como Daniel Veronese y Claudio Tolcachir, aunque él prefiere escapar de esa necesidad mediática de etiquetar para valorar "los lenguajes diferentes que tenemos los tres, más allá de que compartamos cosas e incluso amistad".
No es el autor y director un desconocido para la capital alavesa (de hecho, de su última visita no hace tanto), aunque en esta ocasión regresa con el primer montaje que ha realizado con un texto que no es de su puño y letra. "Me interesaba no quedarme en lo ya conocido, pero no por dármelas de nada. Lo nuevo que apareció era la posibilidad de trabajar con dos lenguajes paralelos, uno más hiperrealista y otro más grotesco, excesivo", describe a la hora de presentar una historia en la que, a diferencia de la original, las dos sirvientas no dejan de trabajar en ningún momento para recrear sus ensoñaciones sobre el asesinato del ama. "El juego está más anclado en la oralidad que en la representación. Es un poco agotador para las chicas porque se lo pasan limpiando el escenario, pero quería ver a unas criadas que sudaran y se agotaran. Eso lo modificó todo, aunque parezca un detalle sencillo", puntualiza.
Y ello para relatar una historia que "como todo buen texto, trasciende el tiempo", en la que "hay mucho dolor y mucho humor, incluso a veces a la vez, siendo de una complejidad emocional muy atractiva". "Tratamos de traerlo a nuestros días. Cuando lo leí me impresionó como resonaba hoy todo el tema del abuso de poder y de cómo esa relación se da, de alguna manera, por aceptación de ambas partes", describe Messiez sobre un montaje que mañana se despide desde Vitoria.