Aunque la etiqueta verde se ha alzado como paradigma de lo moderno y lo progre, la moda es un sector en el que cuesta vender productos "sostenibles"; aún así, pequeñas empresas y diseñadores se han empeñado abrirse hueco haciendo las cosas de otro modo en un mercado cada vez más competitivo.
Prueba de ello es la II Jornada de Moda Sostenible que se celebró ayer en el Museo del Traje de Madrid y que, organizada por la plataforma SlowFashion Spain, fue concebida como un escaparate en el que desfilarán distintas iniciativas y proyectos de moda sostenible.
Pero... ¿Qué es la moda sostenible? "Es complejo dar una definición", advierte Gema Gómez, directora de esta asociación, que apunta a la necesidad de que las marcas "implementen criterios de sostenibilidad" como reducir el consumo recursos como el agua, los químicos y la logística y respeten los derechos de sus trabajadores tanto en España como en otros países.
También señala a la responsabilidad del consumidor: "Todos estos cambios no valdrán nada si la empresa y el consumidor no apuesta por el decrecimiento. No podemos seguir produciendo y comprando tanta cantidad de ropa, es necesario confeccionar y comprar prendas de calidad, que duren en el tiempo".
En la mano del consumidor y no solo del productor, está la clave, y es que "el mayor círculo de vida de una prenda es la de su uso", por lo que "no valdrá nada cómo está hecha, si el consumidor la lava cada vez que se la pone, con la lavadora a medio carga y con detergentes no respetuosos con el medio ambiente", argumenta Gómez.
Apoyo a los emprendedores Para ser un "consumidor slow", como lo define esta experta en moda sostenible, la gente debe asumir que "la prenda más verde es la que ya existe", debe apostar por comprar menos ropa, pero de mejor calidad, y apoyar a las firmas emprendedoras, que se han embarcado en una iniciativa complicada, "no por ganar dinero, sino por conciencia", añade.
Una veintena de este tipo de iniciativas desfilaron durante todo el día de ayer por el museo madrileño, jóvenes como la firma Equilicua, que utiliza fécula de patata para sus chubasqueros, o Rubia, una empresa de tintes naturales para ropa, pero también veteranos como The IOU Project, con su proyecto de ropa de comercio justo hecha en India que bien podría desfilar en una pasarela.
También aparecieron diseñadores con nombre propio como Ananda Pascual, una joven madrileña que tras diseñar para empresas como Zara y Loewe, tuvo una "crisis de valores" y decidió "hacer las cosas de otra manera", lanzando su propia marca, con diseños contemporáneos, juveniles y cuidados, y con la producción a cargo de entidades de comercio justo ubicadas en Camboya, Perú e India.
Proyectos solidarios Pascual, que colabora en el proyecto que lleva su nombre con otras dos personas, asegura que le costaría lo mismo producir en España que en estos países en vías de desarrollo, pero considera que las cosas están allí "mucho peor"; de hecho, los proyectos con los que colabora trabajan con sectores muy marginales de población, como mujeres que han salido de la prostitución.
Con la crisis, le está costando mucho sacar su proyecto adelante en España, aunque ya cuentan con diseño on line y una decena de puntos de venta. Son conscientes de que la clave está en el consumidor extranjero, sobre todo en el norte de Europa, Estados Unidos y Japón, donde valoran mucho el producto sostenible, en España "muchas veces lo que falta es información", explica.
"Si supieras que te estás poniendo guapa a costa de la vida de otro el chip cambiaría", explica esta diseñadora, cuya marca fue nominada en la pasada edición de los premios Source Award, uno de los más prestigiosos del sector.