Desde hace una semana y media, más o menos, una suerte de sucursal de su taller se encuentra en Artium. Lo que al principio estaba vacío entre cuatro paredes blancas e impolutas, va poco a poco transformándose. Un gran plástico transparente cubre ahora el suelo. Por el espacio, al que se puede acceder a través de una especie de puerta realizada a base de retales de diferentes telas, se distribuyen mesas de trabajo, cubos, dibujos, pinturas, escayolas, sacos, poemas... diferentes materiales a los que Elena Aitzkoa va dando forma para componer el fondo de su proyecto Mujer primitiva, una nueva propuesta del museo dentro de su programa Praxis. La artista nacida en Apodaka casi no ha parado en estos días y todavía le queda camino por delante, un proceso que el público no sólo puede ver, sino que cuenta con la oportunidad de acercarse a la creadora para compartir con ella esta senda.
El pasado día 15 arrancó el proyecto con la performance Posición para jarrón que sirvió para presentar el libro de Aitzkoa La revolución de las extremidades. "Todo está siendo muy intuitivo. Me permito pensar como me da la gana. Me apetecía reivindicar la figura de la mujer primitiva como mujer creadora en la cueva, donde todavía no estaba todo tan fragmentado socialmente, donde la creación y lo cotidiano podían convivir", explica la creadora multidisciplinar.
Su labor no para. Tanto a la mañana como a la tarde. Justo piensa en los fines de semana para tomarse un pequeño respiro. El calendario marca, sobre todo la realización de sus dos próximas performances. La siguiente, Nuestro amor nació en la Edad Media, se producirá el 19 de abril. La última, para cuando ella quiere tener todo completado, se llevará a cabo el 10 de mayo bajo el título Metopas soleadas.
No es su primera vez en Artium. Ya participó en la exposición colectiva Entornos próximos 2008. Sin embargo, la propuesta de Praxis es bien diferente. Al fin y al cabo, es crear y desarrollar a la vista de todos. "Hay gente que se queda en el umbral, pero sí hay personas que entran. Unos interactúan más y se dan experiencias que están muy bien, aunque hay otras veces en las que, por ejemplo, estoy tan a lo mío que no les presto atención. Hay un poco de todo". Lo cierto es que no es seguro que siempre esté, o sí. "A la par que voy generando el material, siempre estoy intentando que el espacio sea interesante para el que venga", explica, al tiempo que describe que en este día a día mantiene también un contacto constante con el personal del centro. "La verdad es que me tratan muy bien, sobre todo la gente de información y los montadores. Al final hablo con todo el mundo".
Y eso que Aitzkoa reconoce que hay diferencias entre realizar el proyecto creativo aquí y llevarlo a cabo en su taller. "Es diferente. En la creación, a veces, estás en unos estados de ánimo en los que lo que menos te apetece es estar expuesta. Sin embargo, por otra parte, me gusta contactar con la gente, sabiendo que algunos encuentros son mejores que otros. En mi estudio es muy distinto. Para llegar a hacer algo, hay momentos por los que pasas y que sabes que no van a llegar a ninguna parte pero necesitas pasar por ellos. Aquí, si sucede eso, pasas un poco de vergüenza".
Aún así, ella se mueve con desenvoltura por el espacio. "No quiero hacer nada por obligación y todo me ayuda. Las cosas salen cuando salen, y lo mejor es confiar en mí, en mi proceso y se me apetece dibujar, pues venga y ya está. Es todo muy orgánico".
Cada experiencia es diferente. Cada paso suma. Y así se va componiendo Mujer primitiva. "Los tiempos de las performances me están condicionando más de lo que pensaba al principio. Es como que hilan la historia sin darme cuenta", apunta. Con el proceso en marcha y el público observando, Aitzkoa no se detiene en su particular casa que ahora es Artium.