Vitoria. "Lo que hay que hacer es no morirse, esa es una faena muy gorda". Néstor Basterretxea bromea una vez más a sus 88 años. Está en Zuloa rodeado de una treintena de los más de cien dibujos que entre 1985 y 1987 realizó tomando como referencia a otros tantos personajes históricos: científicos, artistas, pensadores, políticos... "Modestia aparte, son muy buenos; modestia incluida, ni te cuento", vuelve a sonreír. Una selección de obras que conforman una nueva exposición en la capital alavesa, "en este bonito txoko" que desde ayer acoge una muestra que permanecerá abierta al público hasta el próximo 25 de mayo. "Hacía tiempo que no los veía y la verdad es que me han gustado más de lo que pensaba", dice el maestro de Bermeo.

Todo comenzó hace casi 30 años. "Fue una especie de apuesta conmigo mismo", recuerda. "Era una época en la que tenía bastante trabajo", pero decidió retarse. Cerca había un "libro muy pesado" que recopilaba los perfiles de unas mil personas que por distintos motivos han sido importantes en la historia de la humanidad. La meta del creador era hacer un dibujo por día, un retrato cada 24 horas tomando esa publicación como referencia, ya utilizase bolígrafos, rotuladores, grafitos, ceras o que lo que tuviera mano a cada momento. "Fracasé porque no aguanté; sólo pudo hacer unos 130", rememora. Las piezas han estado estos años en su casa, abriéndose ahora un paréntesis para encontrarse con el visitante que se acerque hasta el espacio expositivo de la librería ubicada en la calle Correría.

Talleyrand, Monet, Calvino, Descartes, Victor Hugo, Cosme de Churruca, Schopenhauer, Mozart, Enrique VIII... La lista es larga, aunque tomando el hilo del último nombre mencionado, la exposición también guarda un espacio para la presencia de la mujer. "Han estado siempre apartadas, discriminadas de la Historia, sólo han pasado a ella como reinas o como amantes de reyes; descubrir su papel sigue siendo un reto", apunta Basterretxea.

No lo dice porque sí ya que cada retrato supuso, más allá del resultado final, introducirse en la vida y obra de cada uno de los dibujados. "Cuantas más grandezas iba conociendo de ellos, yo me iba empequeñeciendo", comenta, al tiempo que asegura que "eran ellos los que tiraban de mí, los que me iban pidiendo unas cosas u otras; además, no había dos personajes parecidos, cada uno tenía sus rasgos, no había nada en común".

Otra vez el sentido del humor. "Hice lo que pude, aunque ellos me ayudaron al posar tan quietos". Una parte de aquellos retratos sigue guardada. Otra, de la mano de Zuloa, conforma Personajes de la Historia. En ambas "me tomé la libertad de interpretar sus rostros, como si les estuviera haciendo una entrevista. Es más a algunos hasta les pedí permiso, como a Goya".

Reconoce que hubo algunos que se le resistieron más que otros, pero que con todos adquirió una responsabilidad, una especie de contrato del que él sacó, sobre todo, conocimiento. "Tal vez no sería mala idea editar un libro con estas obras y más ahora que está todo tan parado", vuelve a bromear, mientras admite que sí le gustaría retratar a otras figuras de tiempos más recientes "y volver al reto de hacer uno al día".

No considera que lo que hizo hace 28 años fuera un experimento, más bien un "ejercicio positivo" en el que cada cara le exigía un tratamiento, una manera de trabajar no ya para retratar, sino para interpretar al personaje y su legado. "Ellos mandaban". Él obedecía gustoso. El público contempla ahora satisfecho esta galería de maestros captados por el ojo de un artista único, de un hombre grande en muchos sentidos que regresa estos meses a la capital alavesa.