Vitoria. Durante sus cinco años de andadura, la vertiente laboral Dantzaz ha aportado salida profesional a 45 bailarines. El proyecto los forma en teoría y práctica un máximo de dos años, como si de una compañía profesional se tratara, y los estimula para buscar su propio camino. Ane Anza lleva un año. Garazi Etxaburu acaba de llegar. Son dos de las bailarinas de Arte-an, que el jueves 27, a las 20.30 horas, acerca el trabajo de este colectivo hasta las tablas del Teatro Principal.

"En un año, he cambiado en todos los aspectos, físicamente, psicológicamente, como bailarina, como persona; aprendes a trabajar con gente, aprendes idiomas, otras culturas", explica Ane, ya sumergida hace tiempo en el ritmo de una auténtica intérprete. "Nadie va a estar encima tuyo como en el conservatorio, tiene que salir de ti y tienes que cumplir". Garazi también llegó desde José Uruñuela tras el verano, y en este pequeño espacio de tiempo nota ya el cambio del salto. "En tres meses también noto la diferencia; estás estudiando, protegida, y ahora es un trabajo y tienes que dar la talla", explica.

Ocho horas al día de clases y ensayos se encargan de moldear cuerpos y mentes, y de llevar a los bailarines hasta citas como las de la próxima semana en el Principal. "Es un programa muy exigente a todos los niveles, danza contemporánea, pero muy legible, muy cercana", apunta Fernando Sáenz, director general de Dantzaz. La cita comenzará con Earth apples, del coreógrafo Itzik Galili, donde no faltarán simbólicas patatas entre los pasos para configurar una coreografía "muy cercana".

Dos estrenos completarán la noche. Por un lado, A place between, un trabajo de Lukas Timulak "más poético e intimista y que, para el que ha hecho danza, es un bombomboncito". Por otro, de nuevo made in Galili -la colaboración con coreógrafos internacionales es práctica habitual-, Flash deluxe cerrará la velada con la apoteosis rítmica que suman las músicas de la tamborrada donostiarra -Dantzaz se ubica en la capital gipuzkoana-, la txalaparta y una percusión de origen holandés. "Hace que sea un gran colofón de una noche de danza muy energética", afirma Sáenz. El objetivo es que el público salga diciendo 'me gustaría repetir'. Y que los bailarines no dejen de repetirse la suerte que tienen