Getaria. Hablar de la moda y su evolución es tratar sobre muchos temas, entre ellos, la revolución sexual y la liberación de la mujer. Este aspecto se refleja claramente en las prendas con las que las bañistas han ido a la playa desde la época de los baños de mar. Aunque el top less está a la orden del día en la mayoría de la costa, hubo una época en que las mujeres, por pudor e imposición moral, no mostraban ni un centímetro de su carne cuando paseaban por la arena.
El traje de baño, de hecho, es "la prenda que más rápido ha evolucionado en el siglo XX", aseguró ayer Javier González de Durana, director del Museo Cristóbal Balenciaga, en la presentación de la tercera exposición temporal de la institución, Trajes de baño y exposición corporal. Una historia alternativa del siglo XX, que se puede contemplar desde hoy y hasta el 23 de septiembre.
La historia de la mujer entre 1880 y la actualidad presentada en forma de trajes de baño, este sería el punto de partida de la muestra del Palacio Aldamar. No es casualidad que las primeras prendas para bañistas, aunque fueran completamente opacas y no dejaran nada al descubierto, sean de la segunda mitad del siglo XIX, cuando empieza el movimiento sufragista. "La exposición comienza en esa euforia de la liberación de las mujeres", anunció Beverly Birks, comisaria y dueña de los trajes de baño. Ella es la propietaria de "la que probablemente es la colección privada de ropa deportiva más importante que existe en el mundo", indicó González de Durana. El director resaltó que ningún otro museo podría preparar una exposición tan completa sobre esta indumentaria sin contar con la colección de Birks. Además, esta es "la primera exposición con este tipo de vestimenta que se presenta en un museo del Estado", afirmó el máximo responsable del museo getariarra.
Todas las piezas expuestas son de época, no hay imitaciones ni copias posteriores, por lo tanto, "las más antiguas son, con probabilidad, piezas únicas", aseguró González de Durana. No hay ningún traje de Balenciaga, ya que este diseñador dedicaba su atención a la alta costura y a la vida social. Sin embargo, se pueden ver piezas de creadores como Yves Saint Laurent, Hermès, Elsa Schiaparelli y Alexander McQueen, entre otros. El montaje de la muestra, diseñado por Toki Arkitektura, evoca el ambiente de playa, con unos colores dorados que recuerdan la arena y una decoración vertical inspirada en los toldos y las casetas de las playas. Los bañadores, además, se pueden contemplar desde todos los ángulos, para poder apreciar las variaciones de las formas.
Una prenda cambiante
La evolución del bañador
La muestra empieza con una introducción audiovisual de los baños de inicios del siglo pasado, imágenes antiguas de la Concha y carteles publicitarios y normas de uso de la playa de Donostia. El bañador más antiguo es una pieza de niña de 1880 de seda pongée, que recuerda a los uniformes escolares, completado con unas medias y zapatos. El primero de mujer es de la década siguiente y está tejido con algodón grueso. Los trajes de aquella época no estaban pensados para nadar, sino para estar dentro del agua. El movimiento era imposible, debido al peso del vestido, al corsé que llevaban y al poco manejo que permitían. El cuerpo de la mujer "estaba visto como si fuera algo tentador y propio del diablo", aseguró la comisaria, por eso el diseño de los trajes de baño era tan abigarrado.
Entre 1908 y el fin de la I Guerra Mundial, proliferaron los primeros bañadores para nadar. Aun así, los tejidos usados para su elaboración seguían siendo el algodón e incluso la lana aunque, si bien el corte empieza a evolucionar, el estilo sigue siendo pudoroso y conservador y algunos incorporan elementos hoy impensables, como un cinturón.
A partir de los años treinta se desató "el gran cambio", según Birks. Nuevos materiales, como el nailon y el Lastex, aparecieron para revolucionar su diseño y apariencia. Sin ser totalmente rompedores (la mayoría conservaban la faja), el corte era más ceñido, el tejido artificial permitía que el bañador se secase antes y aparecieron los trajes de dos piezas, que dejaban más cuerpo al descubierto, y que inspiraron el diseño de las pin-up.
Hollywood y sus actrices no fueron indiferentes al amplio abanico de posibilidades que se abría en las playas. Las intérpretes empezaron a sentar cátedra en la moda, y eso no cambió en el caso de las prendas para el baño. A mediados de los cuarenta, se vivió una reacción contra el Lastex, ya que se consideraba que sujetaba el cuerpo de la mujer y no le dejaba libertad de movimientos. Los grandes diseñadores se introdujeron en la creación de trajes de baño y fueron incorporando sus ideas a la moda playera.
En los años 50 hubo un afán por la costura a medida del bañador, en consonancia con lo que se llevaba en otro tipo de prendas. Era la época de lucir tipo en la piscina y la playa y los trajes se diseñaban más para la apariencia que por la comodidad, como, por ejemplo, el diseño de Schiaparelli elaborado con terciopelo negro. En 1953, además, hubo un punto de inflexión que no dejaría indiferente a nadie: Brigitte Bardott se paseó por Cannes con un biquini. Esta prenda había sido creada en 1946, pero hasta que la actriz francesa no se lo puso, nadie se había atrevido a lucirlo.
La década de la revolución sexual había llegado y estaba acelerando la exposición del cuerpo. Las mujeres sentían menos vergüenza y el baño se había generalizado. Los setenta fueron los años del funcionalismo y el diseño más apurado, hasta que llegó la década siguiente, que dejó la cadera de la mujer al descubierto y supuso una vuelta al diseño a medida. En la última etapa del siglo XX se impuso la elegancia mezclada con un estilo deportivo. Para ver el presente, solo hace falta salir del Museo Balenciaga, bajar las escaleras mecánicas y poner rumbo a la playa.