El fotógrafo-detective Alfredo Maldonado, un hombre desencantado pero con la capacidad de lucha casi intacta, protagoniza un relato que rescata las inercias del mal y las mezquindades que sobreviven a todas las épocas. Y a todas las crisis.
Menciona en el libro a Horacio Echevarrieta, un icono empresarial de la época al que acaba de rescatar del olvido un documental. En las primeras décadas del siglo XX Euskadi albergó grandes historias, pero la mayoría están sin contar.
Buscaba una época que no estuviese tan manida como tema literario. La Guerra Civil está trabajada por un lado y por otro y cada cierto tiempo vuelve a tener vigencia, y, sin embargo, hay periodos históricos, especialmente en el País Vasco, muy interesantes, asociados a la I Guerra Mundial. La época previa a la guerra fue muy parecida a la que estamos viviendo en la actualidad; el mundo empieza a cambiar de una manera fundamental. Aparece el vapor y el carbón como energía, los viajes, el Imperio británico tiene un control casi exclusivo del transporte y del intercambio de mercancías, era una época de grandes inventos, el avión, el coche, los avances en la medicina. Pero no lo conocemos mucho, solo la parte folclórica de la Belle Époque, la vida lúdica de los ricos. Yo quería hacer algo bastante más duro, sin complacencia.
¿Lo que ocurre ahora hunde sus raíces en esa época? Una de las ideas que maneja la novela es que la mezquindad y la ambición no son contemporáneas sino inherentes a la condición humana.
En la Historia todo está conectado. No hemos evolucionado tanto, solo tecnológicamente. Desde el primer avión a la llegada de la Luna solo transcurren 50 años, pero mientras hubo dos guerras mundiales, una guerra civil... Los elementos del ser humano ya existen pero se conjugan de forma distinta según las circunstancias. La época del libro era de riqueza, una riqueza fácil, en la que el país se benefició de su neutralidad en la I Guerra Mundial. Muchas cosas de las que pasan ahora son producto de esa época. No somos capaces de evolucionar tan rápido como el mundo tecnológico.
El título insinúa que el mal es uno de los protagonistas del libro.
El título viene por ahí: Las flores del mal es un gran libro de poesía francés, pero que habla mucho del ser humano, de mezquindades y ambiciones. El mal está presente de forma directa e indirecta. Es una novela de intriga ambientada en la I Guerra Mundial, en la que el peso lo adquiere la evolución psicológica de los personajes, que es la que más me interesa. Las personas tenemos todo tipo de miserias, que tapamos con la racionalidad pero que afloran cuando menos se espera.
¿Es una realidad ficcionada, mezcla de realidad de ficción?
Ficción, ficción, aunque he leído mucho sobre la época, me he documentado a través de la prensa, libros y biografías, y he reconstruido un entorno similar. El escritor siempre mezcla sus experiencias con lo que ha vivido, leído u oído a su alrededor, pero hay muchos personajes y mi voz no está en todos, a algunos les tendría manía... Escribo con un concepto de venganza. Existe el concepto de justicia poética, pero también creo en la venganza poética (ríe): el mundo es demasiado injusto como para que los escritores o artistas no queramos intervenir. Puedes intervenir cantando las alabanzas o buscando la belleza pero yo no, porque intento romper las dinámicas y hacer pensar que el mundo es injusto, visibilizar a los que están en mala situación frente a nuestra posición privilegiada.
Maldonado, el fotógrafo-detective, ¿es su alter ego? ¿El personaje podría sustentar una serie?
Le tengo mucho cariño y hay cosas que son reflejos de mí y de lo que pienso, pero no es 100% yo. No me gustan los personajes que son todo perfección, todos tenemos nuestra parte oscura. A la gente le ha enganchado mucho su perfil, aunque no siempre tiene un comportamiento muy ortodoxo, pero posee fuerza narrativa. Podría tener una continuación, pero a día de hoy no está contemplado.
"Uno no sale del mundo del crimen como ha entrado", asegura su novela.
Me gustaría que la gente que lea el libro no salga como entró, y el crimen es parecido: si uno vive una situación de estas características, cambia profundamente. ¿En qué límites? Depende de tu cinismo y de tus corazas. Maldonado cree que el mundo es una mierda pero que hay que seguir luchando.
¿Desde cuándo acariciaba la idea de escribir una novela?
Es una obsesión, como una enfermedad mental. Tengo una vinculación con el libro a través de mi padre, que es un gran lector, al que he acompañado desde niño a las librerías. En mi casa nunca ha habido restricciones para comprar libros ni para leer. He leído sin censuras y con mucha libertad, de una manera natural. Mi padre siempre, de alguna manera, me trasladaba la sensación de que escribir era lo mejor que se podía hacer en la vida. Podía haber sido la pintura o la música, pero fue la literatura. Yo no estaba convencido de que era capaz, no me veía con fuerza para afrontar la complejidad del libro. Solo ha venido con el tiempo. Yo no tengo relatos, no he empezado de forma paulatina como otros, estoy acostumbrado a escribir por mi profesión, pero en un momento determinado me apareció una historia y lo hice por probarme. Me gustó, me costó mucho, escribí bastantes capítulos, hice un borrador digno pero por mi profesión y compromisos familiares lo dejé apartado. Para escribir necesitas dedicación y, sobre todo, rutina, que es la clave del éxito. Pasaron cinco años y en 2010 decidí acabarla y mandarla a algunas editoriales.