GETARIA. La necesidad de hacer rotar los modelos para garantizar su conservación y la apuesta por dar "dinamismo" a una colección de más de 1.300 piezas son las dos razones fundamentales para este cambio prácticamente total, ya que solo continúa en las vitrinas uno de los vestidos expuestos hasta ahora, el más antiguo del museo, que Balenciaga confeccionó en 1912 para una de sus primas.
Se mantienen también las joyas y la pequeña muestra de perfumes que se encuentran en las salas de cóctel y noche, respectivamente, pues su reposición es más difícil y sus exigencias de conservación son menores.
Son en total 69 piezas nuevas, que vistieron en su día mujeres de la aristocracia europea, de las grandes fortunas internacionales y del mundo de la cultura y la política, aunque ninguna tan famosa como la princesa Gracia de Mónaco y la reina Fabiola de Bélgica, que fueron las propietarias de algunos de los vestidos exhibidos hasta el pasado 2 de mayo.
"Lo importante es quién hacía esas piezas no para quién las hacía", ha señalado el director del museo, Javier González de Durana, al presentar la nueva exposición, acompañado por la consejera vasca de Cultura, Blanca Urgell, y la directora foral de Cultura, Garazi López de Etxezarreta.
Es decir, que sus dueñas fueran mujeres "menos mediáticas" no resta importancia y calidad a los modelos que han relevado a los que se han mostrado hasta ahora, los cuales tendrán un "descanso" mínimo de 44 meses para su correcta conservación, equivalentes a cuatro veces el tiempo que han permanecido expuestos.
El traje sastre negro de 1912, con el que se abre la exposición en el espacio "Comienzos", una de las "niñas bonitas" de la colección, se puede seguir exhibiendo gracias a la exhaustiva revisión que se ha hecho de él.
EVOLUCIÓN EN EL TIEMPO EN LAS CREACIONES DEL MODISTO López de Durana ha destacado el recorrido "más homogéneo" que ofrece la nueva temporada al haber mejorado su "coherencia cronológica", con una mayor presencia de vestidos y trajes realizados por Balenciaga en los años 20, así como en la década de los 50, que fue la de su consolidación internacional.
Las piezas elegidas permiten descubrir las innovaciones técnicas con las que Balenciaga fue evolucionando hacia la simplicidad y pureza de formas, aunque del conjunto destaca también la diversidad de siluetas, desde las más ajustadas a los abrigos en los que apostó por la holgura y la funcionalidad.
Una bata tipo quimono de 1920, un "bolero" o chaqueta corta en piel sintética de 1930 son algunas de las primeras piezas de la nueva exposición, al igual que un vestido en crepé de lana negra de 1938, uno de los primeros que presentó en París.
Pero quizá lo más llamativo en esta ocasión son los uniformes que Balenciaga diseñó para Air France en 1968, en el último año de su vida profesional y que es una de sus pocas incursiones en la producción en serie, aunque en un término intermedio, ya que ajustaba el modelo al cuerpo de cada una de las azafatas.
Blanca Urgell ha señalado que cuando el 7 de junio se cumpla el primer año del Museo Balenciaga seguramente lo habrán visitado 100.000 personas y ha advertido de que es preciso "no perder fuerza y estar atentos" para mantener esas cifras.
"No podemos dormirnos ni bajar en intensidad", ha destacado, tras señalar que, además de la "faceta expositora", el reto futuro es la apuesta por la formación.