Pasaia. El lenguaje de la novela, muy poético, contrasta con el tema.
Es por deformación profesional. Siempre he tenido tendencia al lirismo en la narrativa, cosa que he ido atemperando con los años. Mi intención era combinar hechos muy crudos con lirismo para buscar cierto contraste.
¿Tiene algo que ver con preservar el lenguaje culto en euskera?
No. Nuestra generación se ha visto libre de estas ataduras. Aunque cuando escribí Beluna Jazz me encontré que había muy poco escrito sobre jazz en euskera. Esto sí tiene algo de reto, yo elijo el primer camino. El escritor en euskera se ve forzado a reflexionar mucho más que alguien que escribe en francés o castellano.
¿La literatura vasca puede competir con la literatura francesa o castellana?
Creo que hacemos mal en compararnos con la literatura castellana.
Deberíamos compararnos más con la croata o la escandinava. Esos son nuestros semejantes, demográficamente hablando.
¿Se necesita una estructura institucional para apoyar la literatura al mismo nivel que las de primer nivel europeo?
Sí, pero no para llegar a las de primer rango europeo. Creo que para nuestro músculo demográfico, el número de escritores y la literatura que tenemos es más que digno. De hecho, tenemos un gran lectorado en términos absolutos.
¿Ve la literatura vasca con buena salud?
Con muy buena salud. Entre otras cosas porque es la primera vez que cuatro generaciones de escritores vascos en euskera están escribiendo a la vez. Eso no había sucedido nunca.
¿Esto anima a escribir más?
A mí lo que me preocupa no es tanto la literatura vasca, sino el papel del escritor. Antes queríamos escribir, ahora queremos ser escritores. No es lo mismo ser escritor que escribir. Ahora a un escritor ya no se le pide escribir, se le pide figurar, se le piden otras cosas. Se le pide opinar, estar en Twitter, ser rápido. Y allí tenemos el ejemplo de Ramón Saizarbitoria que dijo "stop, slow, yo necesito diez años para hacer esto, dejadme en paz".
Hombre, son 800 páginas.
Aunque fuesen 300. El escritor necesita mucho tiempo. Diez son muchos años en la vida de un hombre, pero muy pocos años en la vida de un escritor.
Pero mientras tanto se necesita vivir.
Esa es la cara B del asunto. Pecamos de no reivindicar la lentitud para nuestro oficio. Están muy bien los instrumentos que da la web, pero hay un tipo de escritor que no los necesita y quizá este tipo está en vías de extinción. Y esto me preocupa, más que el tema del idioma. Y luego está la parte de que si necesitas diez años para escribir una obra, ¿de qué vives? Yo no vivo de los derechos de autor y tengo bastante obra publicada. Siempre estás en el dilema de vivir o sobrevivir de encargos. Yo llamo a eso provisión de textos.
¿Y usted de qué sobrevive?
Como de proveer textos.
¿Se ha perdido la figura del escritor bohemio?
Nunca he mitificado la figura del escritor o la bohemia. Reconozco que a todos nos ha llamado en un momento dado y tiene cierto encanto. Durante una época de tu vida vivir así está bien. Yo eso lo hice en Nueva York y fue realmente el único año en el que viví como se entendía antes que lo hacía un escritor: paseando y yendo a conciertos y escribiendo lo que me daba la gana. Lo ideal para un escritor es vivir como vive Philip Roth: haciendo natación por la mañana y dedicándote el resto del día a escribir. Y una vez a la semana tomándote un whisky con tus amigos. Sin nada más en tu vida.
Pero es Philip Roth.
Y eso que él no empezó a posicionarse hasta los 45 o 50 años, hasta entonces daba clases en la universidad. Philip Roth. Y los tiempos están cambiando, camarada. Yo no me he convertido en el escritor que creía que iba a ser. Para mí ser escritor era otra cosa. Pero no me quejo.