Hoy hace justo diez años que Artium fue inaugurado y si en aquel 26 de abril la sencillez de los actos fue la tónica dominante, ahora no se cambia: desde las once de la mañana y hasta las nueve de la noche hay jornada de puertas abiertas, a la tarde se proyecta un documental seguido de una charla sobre el Guernica, y ya a las 21.30 horas arranca el concierto gratuito de Gonzalo Tejada Septet. Se soplan así las velas de cumpleaños de un museo que en todo este tiempo ha hablado desde su contenido pero en el que ha habido un tema de discusión permanente: su continente.
Tanto la ubicación como la manera de elegir al arquitecto que debía diseñar el edificio fueron las dos grandes polémicas que acompañaron todo el inicio de la idea del museo, debates que no se cerraron con la apertura y que todavía hoy, cuando ya es imposible resolver nada, están vigentes. Para muchos, la idea del Guggenheim estaba muy presente en los comienzos, es decir, encontrar un proyecto que sirviese para dar una nueva vida a una zona deprimida de la mano de un edificio firmado por un nombre de prestigio internacional y que además rompiese moldes y supusiese, por sí mismo, un efecto llamada para los turistas.
Aunque se barajaron distintas localizaciones, al final se optó por ubicar el inmueble en la parcela que hasta los 90 ocupaba la estación de autobuses (una infraestructura que tenía su versión provisional en la calle Los Herrán, aunque a día de hoy sigue sin tener una alternativa operativa). Aquello ya creó bastantes encontronazos políticos y ciudadanos, pero nada que ver con el momento en el que se decidió no hacer ningún concurso internacional ni nada por el estilo para elegir al arquitecto, sino que, de manera directa, se fue a los servicios forales y se encargó el trabajo a José Luis Catón (quien, en 2008, se postuló también para ser director de Artium tras la marcha de Javier González de Durana).
El total de la superficie construida fueron 13.500 metros cuadrados y aunque al principio se barajaba un presupuesto de unos 15 millones de euros, el proyecto terminó costando 21,1. Se optó por un diseño que, aún queriendo ser moderno, no rompiese con el urbanismo de la zona para no ser entendido como un invasor, lo que llevó a que gran parte del museo estuviese por debajo de la cota de la calle, a pesar de estar sobre un parking que, por cierto, también tuvo sus polémicas aparte.
Desde entonces hasta ahora pocos han sido los cambios que se han dado, entre otras cosas porque las características del inmueble y la parcela en la que se encuentra limitan mucho cualquier intervención. Aún así, sí se han realizado pequeños retoques como la eliminación de la cafetería y la apertura de un restaurante (Cube), se ha cambiado la tienda, se... De todas formas, la intervención más significativa fue la que en 2007 realizó la artista Anabel Quincoces en la antesala del centro utilizando 249 piezas de vidrio soplado. Con todo, si hay dos señales de identidad para el edificio de cara al público son, en cuanto pisa la entrada, el mural de cerámica de Miró y la instalación Un pedazo de cielo cristalizado de Javier Pérez (en este caso, hasta su limpieza periódica se convirtió en un momento dado en motivo de curiosidad de cara al visitante).
Lo cierto es que partiendo de la base el espacio en el que se ubica y la forma que tiene, Artium ha intentado hacer de la necesidad virtud. Es el caso de la sala Plaza, que ha quedado como sede para los conciertos que se programan de manera habitual gracias a su acústica ya que se han hecho pruebas en otras partes y el resultado ha sido escalofriante en algunos casos. O del vestíbulo inferior, que se ha utilizado para recepciones y actos de lo más variado. O... La propia apertura del restaurante (inaugurado en 2005) supuso hacer encaje de bolillos puesto que no estaba previsto en un inicio. Hoy es el día, además, en el que sus dos fachadas se han convertido también en espacio expositivo e informativo (hay que aprovechar cada centímetro).
Cabe destacar la importancia que, sobre todo en los últimos años, ha tomado de cara al usuario la biblioteca de Artium, un espacio situado en lo más alto del segundo edificio que tiene sus ventajas pero que también tiene que sufrir, por ejemplo, un lugar minúsculo donde realizar exposiciones bibliográficas que podrían dar mucho más de sí en otras condiciones.
Sin embargo, y no sólo sucede en este último caso, el corsé físico y arquitectónico es insalvable. Se pueden hacer algunos equilibrismos pero, aunque hoy siga generando polémica, la casa de Artium presenta más retos que soluciones.