las fronteras que establecen los cursos lectivos o los calendarios suelen ser propensas al balance. De acciones o de daños. La que conectaba 2011 con el ya presente 2012 podía ser la excusa para la publicación del nuevo trabajo de Mauro Entrialgo, pero se trataba de una prórroga. Cinco años de trabajo han hecho variar el pretexto inicial, porque lo que iban a ser unas retrospectivas bodas de plata se han convertido, tras otro lustro, en un exhaustivo recopilatorio de la heterodoxa obra gráfica del autor gasteiztarra, que bajo el título de El dibujosaurio (Diábolo Ediciones) se publicó antes de cambiar de diciembre a enero, por eso de ser fiel al aniversario de las tres décadas de trazos del guionista y dibujante.

Si algo demuestran las cuatrocientas páginas de este volumen es la pasión de Entrialgo por la que ha elegido como profesión, la narración desde la imagen. Esta autobiografía reúne la inmensa mayoría de sus trabajos de ilustración, ordenados cronológicamente y contextualizados por él mismo con datos, comentarios y anécdotas.

La obra contiene dibujos para revistas y libros, portadas de discos, murales, logotipos, carteles, ex libris, invitaciones de festejos, storyboards, calendarios, historietas publicitarias, tarjetas de visita, camisetas, postales, bolsas de comercios, anuncios de prensa, plantillas callejeras, flyers, alfombrillas de ratón, diseños de frascos de colonia, chapas, pegatinas... No se oculta nada. No se expone únicamente el trabajo del que el autor se siente más orgulloso, sino que se incluyen también las obras urgentes y realizadas apremiado por los más diversos condicionantes. Sus historietas ya publicadas no tienen cabida, sino que se abre página a otro universo en el que Entrialgo se mueve desde hace tiempo, el de las ilustraciones, recopiladas éstas en un proceso que se ha complicado por pérdidas o robos de originales, así como por las malas condiciones, las dimensiones o los formatos caducos de algunas de las piezas, lo que ha supuesto una complicación a la hora de ser pasadas al papel.

Desde una caja de cerillas a un autobús, todo tipo de formatos han pasado por el color y las formas de Entrialgo a lo largo de estos treinta años, que son anotados por el autor, describiendo con el paso de las hojas los procesos y realidades de su quehacer, como los trabajos no pagados, la sempiterna precariedad laboral del gremio o la habitual presencia de desilusiones y desconsideraciones que acarrea.

El volumen, que recopila la obra desde 1981 hasta la actualidad, mostrará estas cosas. Y demostrará otras. Por ejemplo, que el estilo de Entrialgo es un sello de sobra conocido. Todo el mundo se ha encontrado con alguna de sus obras a lo largo del tiempo, y se percatará nada más otear la colección, diseñada por él mismo con la ayuda de Carlos Lamani, dejando fuera dibujos hechos por gusto -cuadernos de viaje, por ejemplo-, obra plástica -lienzos, esculturas, instalaciones- o las citadas historias publicadas anteriormente en otros álbumes.

A lo largo de treinta años de ganarse el salario, de comer a base de esta amplia variedad de huellas de su dibujo, el label de Entrialgo se ha mantenido fiel a su esencia esquivando modas o tendencias, algo que se podrá percibir -al margen de las evoluciones o depuraciones de sus líneas- al recorrer las cuatrocientas páginas de El dibujosaurio, que Mauro ha ido gestando en paralelo a su prolífica actividad, ésa que le llevará en breve a presentar un cómic-book sobre el conflicto del Sahara o un recopilatorio de sus tiras en el diario Público -Plétora de piñatas- mientras sigue elaborando portadas, serigrafías, diseños para páginas web, flyers... Porque, en cuanto ha puesto el punto a la primera autobiografía de su papel de ilustrador, Mauro Entrialgo ya está construyendo los cimientos de la próxima. Sigue el ilustre.