ez dakit zer pasatzen den azken aldi hontan...". Así se conjugó, con una música de fondo, la narración de la gala en los Premios Euskadi. Pero sí se sabía lo que pasaba. Planeaba, sí o sí, la sombra ausente -pero latente, presente, prescrita en lugar de proscrita- de un Joseba Sarrionandia que ya podía emerger perfectamente -y legalmente- de un bafle cualquiera de la sala un cuarto de siglo después, afinando en su boca las palabras que desde hace años imagina en un atril supuestamente sudamericano. Quién sabe, quizás cercano al ritmo de Jamaica que inspiró la canción de Kortatu.

Pero Sarri no emergió del bafle. La que se encargó de amplificar sus palabras fue su hermana María Jesús, tras "un camino que se nos ha hecho muy largo". Lo hizo tras una mañana en que la aceptación in extremis de Lakua -tras la no menos apurada ratificación de la Audiencia Nacional- cruzó palabras asaeteadas por políticos en el Parlamento Vasco. Y lo hizo tras un Iñaki Uriarte que recibía su galardón de ensayo en castellano por sus diarios, citando a un Montaigne que, sin quererlo, bautizó el género.

Los políticos se lanzaron palabras por la mañana. Y en la nota que leyó su hermana, Sarri suscribió la esencia conceptual de las suyas, dotando de voz a Moroak gara behelaino artean? "No he venido sólo a dar las gracias. En la prensa se ha dicho, en mi defensa, que no escribo sobre la política de nuestro país, pero todas las páginas de este libro tratan de política. No quizás en los términos de las discusiones mediáticas o de la calle, pero, tras la introducción histórica, sobre todo las últimas trescientas páginas son una reflexión sobre nuestra lucha y nuestras opciones". Para "los que han hecho una defensa de la satanización, sobre todo la prensa española, donde los vascos solemos tener que andar, en tantos campos, como en terreno enemigo", también hubo agradecimientos, antes de opinar que es la literatura la que promociona a un gobierno, y no viceversa. Y, por ello, éste debe impulsar la virtud literaria de "mostrar más naturalmente los problemas".

"Irratikoak han ziren emititzen zuzenean". Pero de repente -sarritan- muchos medios salieron bailando a hacer sus crónicas. El capítulo de la noche ya estaba leído y los informadores desoyeron otros. Les hubieran venido bien las labores de traducción -el texto de Sarri sólo se leyó en euskera- de Karlos Zabala, que recogía su premio y tendía una vez más "puentes entre la lengua y la cultura". Hubieran calmado sus atropelladas imágenes las ilustraciones de Iban Barrenetxea, que no se olvidó "de todos los que han comprado mi libro; a los cuatro, gracias". Se hubieran reído con una Miren Agur Meabe que casi pasa de largo en su personal Errepidea. "Si eres un pájaro cuida tu cielo", fue sólo una de las notas de su discurso, con guiños a la izarra de Sarri.

Con unas pocas palabras, Jon Bilbao devolvió todo el cariño que no pudo responder a su madre cuando le llamaba por teléfono al trabajo. Menuda reunión la de ayer. Ur Apalategi se acordó de todos, desde sus progenitores hasta un Iban Zaldua -como otros rostros de la cultura- presente en el palacio Europa.

Las entregas de premios hacen físicamente efectivo lo que los cheques -finalmente todos irán a parar a los ganadores, Sarri incluido- hacen aún más efectivo. No hay melodía más rítmica que el aplauso, aunque lo que los ganadores buscan es quizás, simplemente, ganar un poco de tiempo para poder seguir escribiendo. "Txanpainaz ospaturik", claro, pero a la par sabiendo que el flash es una coma ajena al bosque de letras, a los pequeños claros donde se siembran raíces negras de palabra exacta.

Tras el discurso de Urgell, con una metáfora traída con pinzas -mal día para lucir pluma, entre escritores- sobre la omnipresente green capital -el año que nos espera -, tocaba que sonara "zerbait ikustekoa du/bi falta direlakoz/recuento generalean". Los ausentes -al margen de Patxi López- eran el fantasmal ganador del desierto premio de Infantil y Juvenil en castellano, y claro está, el más nombrado de la noche. Pero, como en las letras, la ausencia física no impide la evocadora y humana presencia de la emoción. Siete veces subió la consejera Blanca Urgell a cumplir su -literario- personaje de repartidora de premios. Zazpiak bat. Sariz Sa(r)ri. Sariz Sa(r)ri. Sariz Sa(r)riiiiiiiiii.