valladolid. La 56ª Semana Internacional de Cine de Valladolid dio comienzo ayer de la mano del director italiano Nanni Moretti, quien consiguió los primeros aplausos con su Habemus Papam. En ella incide en los aspectos más humanos de un Sumo Pontífice que no es capaz de afrontar su designación como tal y huye de la Ciudad Vaticana para encontrarse a sí mismo. El italiano hace una severa disección de las carencias que acusa la Iglesia del siglo XXI, con el escalpelo del humor pero con un gran trasfondo crítico.

El octogenario actor francés Michel Piccoli encarna en la ficción al nuevo Papa elegido tras el fallecimiento del anterior pontífice, Juan Pablo II, quien abrumado por el peso de la responsabilidad que se le echa encima se declara incapaz y es sometido a las sesiones de un psicoanalista ateo al que da vida el propio Nani Moretti. El director, dentro de un excelente duelo interpretativo con Michel Piccoli, aprovecha su doble presencia delante y detrás de la cámara -además de productor-, para desplegar un nutrido catálogo de acusaciones contra la Iglesia de hoy, dirigida por una curia que presenta como intrigante, chismosa e inmadura. Rebaja hasta el esperpento la solemnidad de rituales como el cónclave, critica el secular monolitismo e inflexibilidad de su estructura y la compara con una obra de teatro a través de las reacciones de los 108 cardenales que asisten atónitos a la depresión e incapacidad del nuevo sucesor de Pedro.

Censura asimismo Moretti, dentro de una cinta que ha sido recibida con una aseada ovación por parte de la crítica y público asistente a la proyección, la ausencia de humildad de una Iglesia que advierte muy alejada de los postulados del primer Pontífice. Y todo ello en medio del fervor de una feligresía entregada a sus rectores y que Moretti -cuya filmografía divulgó en España la Seminci con la proyección de Caro Diario en 1993- representa a través de los fieles congregados en la Plaza de San Pedro a la espera de noticias.

Piccolli destaca sobremanera en el papel de un cardenal Melville afligido y sobrepasado por las circunstancias al resultar elegido Papa, tanto en los diálogos como en la interpretación gestual de los momentos que le tocan vivir en la ficción. El tiempo que precisa el nuevo Pontífice para sustanciar sus dudas, en medio de una tensa espera, lo aprovecha Moretti para presentar a un cardenalato desinhibido, aficionado a las cartas, aburrido y sin estímulos e incluso en batín y zapatillas. No para ahí el director italiano -autor entre otras cintas de La habitación del hijo (2001) y de Caimán (2006)-, sino que insiste en su crítica al poder del Vaticano, cuya estructura presenta como un negocio de la fe, lejos de la humanidad que se le supone.

Una comedia, pero también un drama, son los dos polos de Habemus Papam que maneja con admirable equilibrio Nani Moretti, quien al final pone en boca de un sencillo sacerdote de parroquia lo que piensa que deben ser las cosas. Obsoleta y empeñada en no reconocer sus errores, así observa a la Iglesia actual.