Sitges. El director coreano Na Hong-jin ha regresado a la sección competitiva Fantástico del Festival de Cine de Sitges con The Yellow Sea, un thriller con mucha acción y espectacuares secuencias, pero también con carga social.
Recibida con aplausos en el pase de la mañana, la película narra la historia de Gu-nam, un taxista coreano emigrado a China acuciado por las deudas que no sabe nada de su mujer desde hace meses, retornada a Corea del Sur para trabajar, que se ve en la tesitura de tener que aceptar un encargo consistente en asesinar a un hombre en Seúl. El cineasta, que ya triunfó en este festival hace tres años con su ópera prima The Chaser, ha comentado en rueda de prensa que la película empezó siendo "muy pequeña", a partir de emociones suyas, pero al poco tiempo inició una exhaustiva investigación para conocer cómo vivían y sentían los denominados chinos coreanos.
En su opinión, cada vez hay más de ellos en Corea y "hay problemas sociales, que, sin embargo, no aparecen en los medios de comunicación, a no ser que ocurra algo muy especial". "Yo intenté escuchar a mucha gente para poder rodar la película y vi que tenían un estilo de vida muy original. También fui a China para documentarme", explicó. Na Hong-jin ha mantenido que la mayoría de estas personas cruzan la frontera únicamente por dinero. "Conociéndolos -ha precisado- descubrí que tenían una gran pasión por el dinero, una cierta inocencia por el mismo, porque lo que más deseaban era poder volver después a China y tener allí una vida normal y ordinaria".
Precisamente, ha señalado que en algunos de los pueblos chinos que visitó sólo había abuelos y niños, porque "sus padres se habían ido, y las familias estaban destruidas. Ese fenómeno también lo he querido describir en la película".
Respecto a la espectacularidad de algunas de las escenas, con un uso del formato digital que remite a Michael Mann y a películas como Collateral, el director coreanodijo que si ha podido realizar, en parte, todos estos efectos, es gracias a la inversión norteamericana.
Por otra parte, y como ya ocurría en The Chaser, la policía coreana no aparece muy bien parada en esta película de trepidantes persecuciones, tanto a pie como a bordo automóviles y camiones.
Na Hong-jin admitió que, después de estrenar su ópera prima, el jefe del departamento de relaciones públicas de la policía de Seúl le advirtió de que no colaborarían nunca más con él por la imagen esperpéntica que ofrecía del cuerpo. Sin embargo, con el mismo responsable en ese departamento, "la policía volvió a colaborar en el filme". En cuanto a los procesos que sigue para armar sus películas, ha indicado que cuando escribe el guión siempre se hace muchas preguntas.