MADRID. "La música tiene el mismo poder que el comer, despierta emociones de manera muy rápida y directa", sostiene Adúriz en declaraciones a Efe.
"Requesón de leche de oveja y heno", "Cocido de carrilleras y tripas de bacalao", "Ñoquis mantecosos de queso de Idiazábal", "Verduras asadas y crudas", "Piedras comestibles", "Cacao, badiana, mentol", "Posos de café espresso", "Foie gras a la parrilla", "Manzana con pompas de remolacha", "Carpaccio vegetal", "Pieza de ternera asada" y "Yemas de erizo" son los platos que, desde ahora, tienen también una versión musical.
Para convertir cada creación gastronómica en partitura, Ugarte ha estudiado junto a Adúriz el sentido, la elaboración y la historia de cada plato, ha visto cómo lo cocinan, estudiado sus ingredientes y, por supuesto, también lo ha probado.
La primera prueba la protagonizó el requesón de oveja. Para la melodía, Ugarte quiso grabar los sonidos de un rebaño desde dentro, y para ello -con permiso del pastor- le colgaron un micrófono y una grabadora a una oveja.
Así lograron no sólo capturar los sonidos de las ovejas, sino también el arrítmico latido de su corazón, que han utilizado como base musical de la canción.
"Unos platos me han dado más quebraderos de cabeza que otros", explica Ugarte a Efe.
El más complicado fue el de "Verduras asadas y crudas", aunque el resultado merece la pena. Como el plato lleva una salsa de queso Emmental, el músico se hizo con la partitura de un tema tradicional que tocan los ganaderos suizos y la transformó "de la misma manera que hacen en Mugaritz con la comida".
Además, estableció un paralelismo entre los tiernos brotes de plantas que lleva esta receta -"son los bebés de las plantas, al fin y al cabo"- y las voces infantiles en diferentes idiomas que aparecen en la canción.
"Hemos intentado que sean temas bonitos, no una 'frikada', y que no sea algo abstracto, que haya una conexión entre ellos", indica el músico, quien define el disco final como "muy orgánico", con melodías "de procedencias naturales, con poca electrónica".
Pero lo que mejor define al disco es su eclecticismo, "porque cuando comes un menú de 12 platos estás comiendo de todo".
Son paisajes musicales que evocan la procedencia de los ingredientes o el aspecto de las recetas, como en el caso de las "Piedras comestibles".
El aspecto de estas delicias con forma de cantos rodados que prepara Adúriz en su restaurante de Rentería (Guipúzcoa) recuerda a las piedras avistadas en la superficie de la Luna de Titán, cuyos sonidos atmosféricos también están en el disco gracias a la colaboración de la Agencia Espacial Europea.
Esa misma canción también mezcla melodías peruanas tocadas con instrumentos prehispánicos de arcilla, pues fue un viaje a Perú lo que inspiró a Adúriz esta receta -en la que, por cierto, se emplea también arcilla-, mientras que el tema de las huevas de erizo incorpora sonidos submarinos.
El proyecto ha contado con doce colaboraciones musicales diferentes, y de lo más variadas: músicos sudaneses, peruanos, una coral infantil, el contratenor Carlos Mena...
La idea de recoger todo el proceso en un documental llegó más tarde, a propuesta del cocinero. "Les dije que la gente no iba a entender nada, porque la riqueza del proyecto está en su proceso", señala Adúriz sobre la cinta que mañana verá la luz en San Sebastián.
Será la "avanzadilla" del proyecto, porque el disco en sí y el libro que lo acompañará -a cargo del escritor Harkaitz Cano, el músico Felipe Ugarte y el fotógrafo Oscar Oliva- no estarán listos hasta dentro de unos meses.